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miércoles, 2 de abril de 2014

El discípulo impaciente

A todos nos gusta que nuestros deseos y aspiraciones se hagan realidad lo antes posible, para poder apreciar el fruto de nuestras acciones.


Pero la realidad a veces se muestra esquiva y el tiempo va pasando sin que veamos su realización concreta.

Esto suele suceder especialmente cuando nos dirigimos a Dios a través de nuestra oración en busca de ayuda, consuelo y cercanía, y no apreciamos ningún cambio alrededor, sintiendo una impotencia interior que nos sobrepasa.

La historia de esta semana, titulada El discípulo impaciente, trata sobre esto, y nos recuerda que aunque no veamos resultados concretos de nuestro oración, es importante no desfallecer en ella.


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El discípulo impaciente

Después de una exhaustiva sesión matinal de oraciones en el monasterio, el novicio le preguntó al abad:

-Todas estas oraciones que usted nos enseña, ¿hacen que Dios se acerque a nosotros?

-Te voy a responder con otra pregunta -dijo el abad. -¿Todas estas oraciones que rezas harán que el Sol salga mañana?


-¡Claro que no! ¡El Sol sale porque obedece a una ley universal!

-Entonces, ésta es la respuesta a tu pregunta. Dios está cerca de nosotros, independientemente de las oraciones que recemos.

El novicio se enojó:

-¿Usted quiere decir que nuestras oraciones son inútiles?

-En absoluto. Si tú no te despiertas temprano jamás podrás ver la salida del Sol. Si tú no rezas, aunque Dios esté siempre cerca, nunca conseguirás notar Su presencia.



La Historia de la Semana

viernes, 31 de enero de 2014

El grillo y la estatua

Hubo un tiempo en que el hombre se admiraba ante las maravillas de la Naturaleza, viendo en ella la obra de Dios e interpretando los fenómenos naturales como intervenciones divinas.


La Ilustración dio paso a una visión crítica de las cosas, introduciendo el racionalismo como elemento absoluto de comparación y desterrando las explicaciones basadas en fábulas. 

Y en estos tiempos, gracias a la Ecología, estamos regresando de nuevo a destacar los valores de la Naturaleza como algo sagrado, algo por lo que merece la pena luchar para que no se degrade, como aparece en Cuida el planeta o en el estupendo video clip de Michael Jackson Earth Song.

La historia de esta semana, titulada El grillo y la estatua, quiere recordar la importancia del elemento natural frente al elaborado por el hombre, para resituar el tema en su justa medida.

Y sin más, aquí va esta perla de la sabiduría oriental.
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El grillo y la estatua

Sentado en su trono de jaspe el sabio mandarín Wang Lu dirimía los pleitos de los hombres.

-Señor -dijo uno.- Soy un artista famoso. Labré una estatuilla en mármol, preciosísima. La traía para entregarla al Emperador. Este campesino tropezó conmigo y me rompió la estatua.

-Es cierto -reconoció el otro-. Sin querer le hice perder su obra. Pero yo traía un pequeño grillo en su jaula, que me alegraba las noches con su canto. En su cólera él lo mató aplastándolo con el pie.

-He aquí mi sentencia -habló el sabio mandarín.- El campesino le pagará al artista 10 monedas por su estatua. El artista le pagará al campesino 10 mil monedas por su grillo.

-¡Pero, señor! -clamó el artista-. ¡Mi estatua era un tesoro! ¿Qué vale, en cambio, el grillo de este hombre?

-Las obras de los hombres -dijo el sabio- los hombres las pueden reponer. Pero ni tú ni el Emperador pueden hacer un grillo, que es obra de Dios.

 La Historia de la Semana

jueves, 7 de noviembre de 2013

Dios y tú

Comparto esta semana dos relatos breves de Anthony de Mello que me parecen interesantes pues nos recuerdan el papel que cada uno de nosotros desempeña en la relación con los demás y con Dios. 

Una idea que se escucha con frecuencia es lo que se ha llamado el silencio de Dios: la aparente falta de respuesta de Dios ante los graves problemas de los hombres, que los vemos todos los días en forma de guerras, enfermedades, accidentes,...

A veces podemos pensar que Dios, como ser supremo y omnipotente que es, tendría que actuar para cambiar el curso de la historia o para evitar el sufrimiento de las personas. Pero casi siempre nos olvidamos de que su manera de actuar en el mundo es precisamente a través de cada uno de nosotros.

Por eso, lo que nosotros podemos y debemos hacer es responsabilidad nuestra y sólo nuestra, sin 'echar balones fuera'.

Estos dos breves relatos son una buena muestra de ello.

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Un muchacho va al encuentro de un gran maestro. Y le dice: 


- Maestro, mi confianza en Dios es tan grande que ni siquiera até mi camello allá afuera. Lo dejé a la providencia de Dios, al cuidado de El.


Y el maestro le respondió: 

- Vuelve y ata tu camello al poste, ¡insensato! No es necesario molestar a Dios con algo que tú mismo puedes hacer.
  
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Cierto día, iba paseando por una calle cuando de repente vi a un niño hambriento, sucio y tiritando de frío dentro de sus harapos. ​Me encolericé y le dije a Dios:

- ¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para ayudar a ese pobre niño? 



Esperé la respuesta, pero fue en vano. Sin embargo, aquella noche, cuando menos lo esperaba, Dios respondió a mis preguntas airadas: 

- Ciertamente que he hecho algo: ¡Te he hecho a ti!


sábado, 30 de marzo de 2013

Quiere lo que Dios quiere

En estos días de Semana Santa viene bien un sencillo texto para la meditación y la reflexión.

Y el que comparto esta semana me ha gustado especialmente. Se titula Quiere lo que Dios quiere, y es de Teilhard de Chardin.

Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) fue un sacerdote jesuita francés que tuvo mucha influencia a mediados del siglo XX por su personal y original visión de la evolución. 

El popularizó y actualizó la idea de Cristo como Alfa y Omega del universo, el punto hacia donde tiende toda la creación.

En este texto nos recuerda cuáles son las cosas importantes de verdad en la vida, para dejar de lado las negativas y que no edifican, y alcanzar así la paz y la felicidad.

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Quiere lo que Dios quiere

No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus decepciones, por su porvenir más o menos sombrío.

Quiere lo que Dios quiere.

Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades el sacrificio de tu alma sencilla; que, pese a todo, son los designios de su providencia. 


Poco importa que te sientas un frustrado si Dios te considera plenamente realizado, a su gusto. Piérdete confiado plenamente en ese Dios que te quiere para sí.


Y si llegara hasta tí, aunque jamás le veas, piensa que estás en sus manos, tanto más fuerte y agarrado cuanto más decaído y triste te encuentres.


Vive feliz, te lo suplico. Vive en paz, que nada te altere, que nada sea capaz de quitarte la paz. Ni la fatiga psíquica, ni tus fallos morales...

Haz que brote y conserva siempre en tu rostro una dulce sonrisa, reflejo de que el Señor continuamente te dirige.

Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada, todo aquello que te llene de la paz de Dios...

Por eso, cuando te sientas apesadumbrado y triste, adora y confía en Dios.

   
La Historia de la Semana

domingo, 24 de marzo de 2013

Señales de Dios

Una de las grandes preguntas de la historia y de la filosofía de todos los tiempos es la de ¿existe Dios?, y si existe ¿dónde se encuentra?

Efectivamente es un enigma que sólo se puede resolver mediente la fe, pues no hay razonamientos que abarquen y expliquen esos interrogantes.

Pero a nuestro alrededor hay indicios y rastros de su existencia: las maravillas de la naturaleza, el orden del universo, la sed de amor,... son pistas que delatan su presencia para el observador inquieto.

La historia de esta semana, que lleva por título Señales de Dios, recoge una antigua leyenda que hace referencia a esta idea, y que recuerda que las cosas realmente importantes están más cerca de las personas sencillas que de las que se tienen por sabios.

También hay un conocido canto indio que hace referencia a este tema y que ya salió en estas páginas hace un tiempo.

¡Aquí va y espero que os guste!
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Señales de Dios

Se cuenta que un viejo árabe, analfabeto, oraba con tanto fervor y con tanto cariño cada noche que cierta vez el poderoso jefe de una gran caravana lo llamó a su presencia y le preguntó:

- ¿Por qué oras con tanta fe? ¿Cómo sabes que Dios existe cuando ni siquiera sabes leer?

El viejo respondió:
- Gran señor, conozco la existencia de Dios por las señales que nos muestra.

El jefe indagó con algo de sorpresa:
- ¿Cómo así?

El humilde siervo le explicó:
- Cuando usted recibe una carta de alguna persona ausente ¿cómo sabe quién la escribió?

El jefe respondió:
- Por la letra.

- Cuando usted recibe una joya, ¿cómo obtiene información acerca de la persona que la elaboró?

El jefe volvió a responder:
- Por la firma del orfebre.

El viejo sonrió y agregó:
- Cuando oye pasos de animales alrededor de la tienda ¿cómo sabe, después, si fue un carnero, un caballo o un buey?

Sorprendido, el jefe respondió:
- Por las huellas.

Entonces, el viejo creyente lo invitó a salir de la barraca y, mostrándole el cielo, donde la Luna brillaba rodeada por multitudes de estrellas, exclamó respetuosamente:

- Señor, aquellas señales, allá arriba, ¡No pueden ser de los hombres!

En ese momento, el orgulloso jefe de la caravana también comenzó a orar.

viernes, 19 de octubre de 2012

El monje y el demonio

La historia de esta semana narra un diálogo entre un joven y un monje que me ha parecido muy interesante y original.

En el caminar espiritual estamos acostumbrados de decir que hay que luchar con el demonio para  ser mejores y alcanzar la perfección. 

Pero llega un momento en que la confianza con Dios es tan grande que también hay que 'luchar' con El, esto es, el amor verdadero lleva a estar en constante entrega de uno mismo a los demás con el esfuerzo que ello supone de lucha interior y de superación personal.

A continuación El monje y el demonio.
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El monje y el demonio

Un joven pasó sus vacaciones de verano en un monasterio. Durante esos días mantuvo una serie de conversaciones con un monje anciano con el que entabló una sincera amistad. 

Un día le preguntó al venerable anciano:

- Padre, y después de tantos años en el monasterio ¿sigue usted todavía luchando con el demonio?


A lo que el anciano monje replicó:


- No. Ya no. Lo hacía cuando era más joven, pero ahora soy viejo y estoy cansado. Y el demonio se ha vuelto viejo también y parece que se ha cansado de mí. Yo lo dejo en paz, y él me deja tranquilo a mí.

- Entonces, -dijo el joven- su vida será mucho más fácil ahora….


- ¡Oh, no!, -replicó el venerable anciano con vehemencia- ¡ahora es mucho peor! Ahora me toca luchar con Dios.



La Historia de la Semana

jueves, 27 de septiembre de 2012

Dios y tú

A veces, meditando sobre el comportamiento de algunas personas, pienso que estamos bastante mal acostumbrados. 

Me explico: hemos oído en muchas ocasiones que Dios todo lo puede, que es el que domina la tierra, que todo ocurre bajo su voluntad,... y nos olvidamos de que cada uno de nosotros somos sus manos, sus brazos, sus ojos,... y que nos corresponde actuar en consecuencia, sin eludir nuestras obligaciones.

Resulta mucho más sencillo esperar que Dios haga el trabajo que nos corresponde a nosotros; y si el asunto sale mal, echarle la culpa.

La historia de esta semana me ha servido para recordar estas cosas y el papel que necesariamente tengo que desempeñar a mi alrededor, siendo instrumento de paz, de amor, de esperanza,...

Y como me ha venido muy bien, aquí comparto este texto titulado Dios y tú

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Dios y tú

Sólo Dios puede dar la paz,
pero tú puedes suscitar la concordia.

Sólo Dios es la vida,
pero tú puedes devolver a otros el deseo de vivir.

Sólo Dios puede dar amor,
pero tú puedes enseñar a amar a los demás.

Sólo Dios puede dar la fuerza,
pero tú puedes sostener al desfallecido.

Sólo Dios puede dar la fe,
pero tú puedes dar tu testimonio.

Sólo Dios puede dar la esperanza,
pero tú puedes dar confianza a tus hermanos.

Sólo Dios es la luz,
pero tú puedes hacerla brillar a los ojos de todos.

Sólo Dios es el camino,
pero tú puedes mostrarlo a los demás.

Sólo Dios puede hacer lo que parece imposible,
pero tú puedes hacer lo que es posible.

Sólo Dios se basta a sí mismo...
pero prefiere contar contigo.


La Historia de la Semana
 

martes, 18 de septiembre de 2012

El monje y el guerrero

El tema de la búsqueda de lo trascendente siempre ha estado presente en la historia y en la literatura bajo formas muy distintas.

La historia de esta semana es similar a otra que ya se publicó hace tiempo pero siempre es interesante recordarla.

En esta búsqueda del +  que nos constituye, se plantea una cuestión de capital importancia: ¿cómo se enseña mejor a los demás: con la teoría o con la experiencia?

El monje de esta breve historia lo tiene bien claro, aunque resulte un poco peligroso para él...

A continuación El monje y el guerrero, que espero os guste.
 
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El monje y el guerrero

Un guerrero de fortaleza impresionante se acercó a un pequeño y humilde monje haciéndole bruscamente una pregunta: “¿Qué puedes enseñarme de Dios y del diablo?”. 


El monje contestó: “No tengo nada que decirte; hueles mal, estás sucio, tienes tu espada mal cuidada y me das verdadero asco. Aléjate de mí”.

El guerrero enrojeció de rabia, y fuera de sí, levantó su espada para fulminar al monje, que en ese momento dijo suavemente: “Eso es el diablo”.


Impresionado por la serenidad y la valentía del monje, el guerrero quedó paralizado y tembloroso, al ver que por enseñarle algo, una persona ponía así en riesgo la vida. 


Entonces, bajó la cabeza y pidió perdón con humildad, aceptando lo impropio de su conducta.

Y el monje le interrumpió amablemente para decir: “Eso es Dios”.



La Historia de la Semana

martes, 26 de junio de 2012

El examen de Dios

Estamos en período de exámenes, con la preocupación normal de muchos estudiantes de si aprobarán todas las materias para pasar de curso... (yo les digo que si han estudiado tienen bastantes probabilidades, pero que si no lo han hecho durante el curso... tendrán que recurrir a la suerte...)

Me ha llegado este sencillo texto titulado El examen de Dios que me ha parecido muy oportuno para compartirlo esta semana, pues viene como anillo al dedo para una educación que aspire a algo más que al mero acumular conocimientos.

Por que ¿qué es más importante para el desarrollo integral de la persona: saber idiomas o dominar el lenguaje del amor, saber ecuaciones o llevar esperanza y alegría al que lo necesita?

Este texto da que pensar sobre estas cosas y además aporta una imagen de Dios muy práctica y real: la de estar atento a los demás y preocuparse por el más necesitado.

¡Espero que guste.... y que se apruebe el examen sin recurrir a la suerte!

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El examen de Dios

Dios no te preguntará por tu nivel de inglés, francés o alemán…

Dios te preguntará por tu nivel en el lenguaje del entusiasmo, del perdón, del amor.

Dios no te preguntará por tu destreza en resolver derivadas, ecuaciones, algoritmos o integrales…

Dios te preguntará por tu destreza en sumar sonrisas, restar penas, multiplicar talentos y dividir intereses.

Dios no te preguntará por la fecha exacta de la Segunda Guerra Mundial o de la caída del Muro de Berlín...

Dios te preguntará por el día y la hora exacta en que estés dispuesto a escribir, con tu vida, una bella historia de paz, de amor, de fraternidad.

Dios no te preguntará por la generación del 27 o del 98…

Dios te preguntará por tus compañeros de clase o por tus amigos de botellón.

Dios no te preguntará por tu habilidad en saltar vallas o tu velocidad en correr…

Dios te preguntará por tu habilidad en levantarte de la silla cada vez que una persona necesite de tu ayuda.

Dios no te preguntará por el número de ríos, animales, montañas o países que conozcas…

Dios te preguntará por el número de móviles, cumpleaños, direcciones y aficiones de tus compañeros, en especial de los que muy pocos se acuerdan.
 
Dios no te preguntará por tu capacidad en analizar frases o comentar textos…

Dios te preguntará por tu capacidad en observar, cada día, la Palabra, la Buena Noticia.

Dios no te preguntará qué asignatura escogiste entre las optativas…

Dios te preguntará si elegiste, en cada momento, lo mejor para ti y para tus hermanos.

 
Dios no te preguntará si estás dispuesto a recuperar las asignaturas suspensas…

Dios te preguntará si estás dispuesto a recuperar la confianza que Él, cada día, sigue depositando en ti.

Dios no te preguntará…

Dios esperará a que tú le respondas cada día con tu vida y con tus acciones…

J. M. de Palazuelo



La Historia de la Semana

domingo, 25 de marzo de 2012

Señor, haz de mí una parábola viva

El género literario de la parábola lo inició Jesús en el Evangelio y ha marcado una pauta a seguir muy educativa y asequible para todas las personas, independientemente de sus conocimientos.

En esencia consiste en un relato que se basa en una observación verosímil y cotidiana cuya finalidad es transmitir una enseñanza espiritual, utilizando un lenguaje sencillo y entendible.

La historia de esta semana, titulada Señor, haz de mí una parábola viva, es una sencilla oración en la que uno le pide a Dios precisamente ser parábola viva, esto es, que nuestra vida transmita una enseñanza clara de compromiso, de amor, de entrega generosa, para todos los que están a nuestro lado.

Y como quedan pocos días para la celebración de la Semana Santa me ha parecido una buena manera de irla preparando.

¡Espero que os guste!

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Señor, haz de mí una parábola viva

Señor, haz de mí…

Sal del mundo: que me convierta en gourmet del reino, añadiendo a la vida de cada día el único ingrediente que conserva en su totalidad todas sus propiedades: Dios. (Mt 5, 13)

Luz de las gentes: que nadie pase por mi vida sin contemplar el enorme voltaje de paz, amistad y amor que Tú has encendido en mí. (Mt 5, 14-16)

Cimiento sólido: que las inclemencias y las adversidades de cada día no permitan echar abajo la gran obra que Tú estás construyendo en mi vida. (Mt 7, 24-27)

Semilla que cae en tierra buena: que tu palabra cale profundamente en mi corazón y pueda dar fruto y fruto abundante. (Mt 13, 3-8.18-23)

Trigo en medio de la cizaña: que combata el mal a base de bien, sin violencia, sin críticas destructivas, sin puñetazos encima de la mesa…, dejando que el Sembrador se encargue de la cosecha. (Mt 13, 24-30.36-43)

Grano de mostaza: que, desde el anonimato y los últimos puestos, pueda contribuir a acercar tu reino entre mi gente creciendo en sabiduría, prudencia y amor de Dios. (Mt 13, 31-32)

Levadura en medio de la masa: que mi vida sea un fermento de buenas obras en medio de mis hermanos. (Mt 13, 33)

Tesoro a la vista de todos: que sean muchos los que me encuentren y puedan adquirir, a precio de hermano agradecido, las maravillas que Tú depositas en mí. (Mt 13, 44)

Talento productivo: que jamás entierre los dones que Tú me entregas cada día, y tenga la valentía y la generosidad suficientes para compartirlos con mis hermanos (Mt 25, 14-30)

Señor, haz de mi vida una parábola de carne y hueso,
capaz de transmitir tus enseñanzas a mis hermanos,
y haz de mi corazón escuela de tu paz,
abierto las 24 horas del día, los 365 días del año.


La Historia de la Semana

jueves, 30 de junio de 2011

Ata tu camello

Uno de los refranes españoles más típicos es el famoso A Dios rogando y con el mazo dando.

La historia de esta semana cuenta la versión oriental de esta idea, que se podría resumir de forma sencilla en cuatro palabras: no eludir nuestras responsabilidades.

En efecto, suele resultar bastante fácil escudarse en otras cosas, y muchas veces en Dios mismo, para no acometer lo que debemos hacer, dejándolo para más adelante o simplemente olvidándolo.

Esta historia nos recuerda que Dios no actúa sin nosotros, que somos sus manos, y que, en última instancia, se va a cumplir su voluntad aunque a veces no la entendamos. O dicho de otra manera: es muy fácil decir que se confía en Dios y luego dormirse en los laureles.

Y sin más, aquí va el relato Confía en Dios pero ata primero el camello.

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Confía en Dios pero ata primero el camello

Un maestro estaba viajando con uno de sus discípulos. El discípulo era el encargado de cuidar del camello.

Llegaron de noche, cansados, a la posada para caravanas. Era obligación del discípulo atar el camello, pero no se molestó en hacerlo y lo dejó fuera. En cambio, se dedicó a rezar. Le dijo a Dios: Encárgate del camello, y se durmió.

Por la mañana el camello no estaba: había sido robado, se había ido... podía haberle ocurrido cualquier cosa.
 

El maestro preguntó: 

-¿Qué ha pasado? ¿Dónde está el camello?

-No lo sé -dijo el discípulo-. Pregúntaselo a Dios, porque yo le dije a Él que lo cuidara ; y como yo estaba cansado, no tengo la menor idea. Yo no soy el responsable porque se lo dije muy claramente. No hay forma de que no lo entendiera: se lo repetí tres veces. Y como siempre enseñas que debemos confiar en Dios, he confiado. Ahora no te enfades conmigo.

El maestro dijo: 

-Confía en Dios, pero primero ata el camello, porque Dios no tiene otras manos que las tuyas. 

Si quiere atar el camello, tendrá que usar las manos de alguien; pues no tiene otras que las tuyas. ¡Y es tu camello! La mejor forma de hacerlo, el camino más sencillo y más fácil es usar tus manos. 

Y confía en Dios. No confíes sólo en tus manos; de otro modo estarás intranquilo. Ata el camello y después confía en Dios.

Preguntarás: ¿Para qué confiar en Dios si ya he atado el camello?; pues porque, aunque esté atado, el camello puede ser robado. 


Haz todo lo que puedas, pero eso no garantiza el resultado. Haz todo lo que puedas, y después acepta lo que ocurra.


La Historia de la Semana