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domingo, 7 de abril de 2019

Custodios de la llama

La labor que realizan los maestros y profesores en su trabajo cotidiano con los niños es realmente impagable, dando lo mejor de sí para educar y desarrollar la personalidad en las edades más importantes.


La historia de esta semana quiere rendir homenaje a todas esas personas que se entregan a los demás haciendo que crezcan interiormente y alcancen la madurez necesaria para integrarse en la sociedad que nos toca vivir.

El poeta W. Yeats dijo que la educación no es llenar una vasija sino encender una llama, la llama que cuidan con amor y entusiasmo los custodios de la llama.




La Historia de la Semana

viernes, 16 de noviembre de 2018

De monjes

En la historia de esta semana comparto dos textos breves y sencillos pero muy ilustrativos para nuestro día a día.

Es tradicional en los escritos antiguos resaltar las cualidades que debe tener una persona, un monje en este caso, poniendo en boca de su maestro la mejor solución al problema planteado.

En el primero, sugiere la forma de salir de la introspección, el estar más pendiente de las cosas de uno mismo que de las de los demás. En definitiva, recordar que es mejor la generosidad que el egoísmo.

Y el segundo recuerda la importancia de vivir el presente, de manera que ni el pasado ni el futuro influyan en la realidad diaria en la que estamos inmersos.

Dicho con otras palabras, el maestro abre la mirada para actuar con madurez en todas las cosas.   
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De monjes...

Un monje se acercó un día a su guía espiritual y le dijo:

Me siento desanimado. ¿Cómo puedo superarlo, maestro?

Animando a los demás —repuso el maestro.

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Un día un monje le preguntó a su maestro:

- Maestro, ¿qué es lo más curioso de los seres humanos?

- Que piensan siempre al contrario -respondió el maestro-: Tienen prisa por crecer, y después suspiran por la infancia perdida. Pierden la salud para tener dinero, y luego pierden el dinero para obtener salud.

Piensan tan ansiosamente en el futuro que descuidan el presente, y así, no viven ni el presente ni el futuro. Viven como si no fueran a morir nunca y mueren como si no hubiesen vivido.


 La Historia de la Semana

sábado, 27 de septiembre de 2014

El pozo

Es muy fácil y está a la orden del día dar sabios consejos a los demás. 

Seguramente todos lo hemos hecho en más de una ocasión, y está bien, pero hay un paso más: involucrarse en la solución.

Cuando los problemas ajenos se miran desde la distancia es más difícil encontrar la mejor solución para ellos. 

La historia de esta semana me ha encantado porque al tratar este tema deja en evidencia que la mejor forma de ayudar en una situación difícil es arriesgándose uno personalmente. 

Se titula El pozo, y espero que os guste tanto como a mí.
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El pozo

Un hombre cayó en un pozo. Cayó en él y no podía salir. 

Un viajero pasaba por ahí. Le dijo al hombre que meditara para purificar su mente, pues de esta manera alcanzaría el nirvana y todos los sufrimientos cesarían. El hombre hizo lo que le dijo, pero continuaba en el pozo. 

Otro hombre apareció. Le dijo al hombre que el pozo no existía y que de hecho él tampoco existía. Era todo una ilusión. Pero el hombre que no existía estaba aún metido en el pozo que tampoco estaba ahí. 


Otro visitante llegó. Éste enseñó al hombre a llevar a cabo buenos actos para perfeccionar su karma, y le aseguró que no debía preocuparse, pues aunque muriera podía ser reencarnado en algo magnífico. 

Ya de noche otro paseante miró al pozo donde estaba el hombre. Le dijo a éste que rezara cinco veces al día en dirección al Oriente y que cumpliera cinco penitencias importantes. Si él era fiel, quizá algún día lo divino lo haría libre... 

El hombre rezó lo mejor que pudo. Pero estaba perdiendo fuerzas... Y continuaba en el pozo.

Al día siguiente otro hombre apareció. Había algo diferente en él. Gritó al hombre que estaba abajo y le preguntó si quería ser libre... El hombre le dijo que sí. 

¿Qué hizo entonces el individuo que se encontraba arriba? Bajó él mismo al foso donde estaba el hombre caído y ya exhausto. Tomó al hombre. Y, ayudándose de una cuerda que había lanzado al pozo, lo arrastró hacia la Luz...



La Historia de la Semana

jueves, 31 de octubre de 2013

El niño y el tambor

Comparto esta semana un cuento al estilo clásico que me ha parecido genial.

Trata sobre un tema tan importante como es la educación del niño, y lo hace resaltando dos aspectos fundamentales: la creatividad y el éxtasis.

El buen maestro no sólo tiene en cuenta los valores que quiere transmitir, sino la forma de hacerlo para que lleguen lo mejor posible al educando. Y para ello se requiere en primer lugar educar el éxtasis del niño, esto es, aprovechar en el acto educativo la capacidad que tiene para salir de sí mismo. De ahí la importancia de los juegos en la transmisión de los valores.

Y segundo la creatividad: abrir siempre la mente a nuevos horizontes, explorando caminos nuevos con imaginación; lo que requiere apertura, sensibilidad, donación, no caer en convencionalismos,... De ahí que vaya estrechamente unida a la educacón del éxtasis.

Y sin más, a continuación, El niño y el tambor, que espero os guste tanto como a mí.
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El niño y el tambor

Érase una vez un niño que lo único que quería era tocar el tambor. Y alegremente se pasaba las horas del día aporreándolo, sin importar lo mucho que el estruendo molestara a los que estaban a su lado. 

A pesar de que sus padres intentaron hacer de todo, el niño no cejaba en su empeño, y, desesperados, los padres solicitaron la ayuda de hombres sabios que se autodenominaban maestros.

El primero de estos supuestos maestros intentó razonar con el muchacho, aduciendo que tanto ruido le dañaría los tímpanos.


El segundo decía que los tambores eran instrumentos sagrados y que solamente debían tocarse en ocasiones especiales.
El tercero repartió tapones para los oídos.
El cuarto intentó distraer al niño con libros. 


El quinto se ofreció a enseñar a los padres y a los vecinos a convivir con el ruido. 


El sexto lo introdujo en la meditación y le intentaba convencer de que el tambor era fruto de su imaginación.

Pero ninguno de estos hombres eran verdaderos maestros, y ninguno de esos remedios funcionó.

Por fin llegó el verdadero maestro. Este realizó un balance de la situación, se sentó junto al niño, le ofreció un martillo y un cincel y le dijo:

- Me pregunto qué habrá dentro del tambor. ¿Me lo enseñas?



La Historia de la Semana

martes, 18 de septiembre de 2012

El monje y el guerrero

El tema de la búsqueda de lo trascendente siempre ha estado presente en la historia y en la literatura bajo formas muy distintas.

La historia de esta semana es similar a otra que ya se publicó hace tiempo pero siempre es interesante recordarla.

En esta búsqueda del +  que nos constituye, se plantea una cuestión de capital importancia: ¿cómo se enseña mejor a los demás: con la teoría o con la experiencia?

El monje de esta breve historia lo tiene bien claro, aunque resulte un poco peligroso para él...

A continuación El monje y el guerrero, que espero os guste.
 
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El monje y el guerrero

Un guerrero de fortaleza impresionante se acercó a un pequeño y humilde monje haciéndole bruscamente una pregunta: “¿Qué puedes enseñarme de Dios y del diablo?”. 


El monje contestó: “No tengo nada que decirte; hueles mal, estás sucio, tienes tu espada mal cuidada y me das verdadero asco. Aléjate de mí”.

El guerrero enrojeció de rabia, y fuera de sí, levantó su espada para fulminar al monje, que en ese momento dijo suavemente: “Eso es el diablo”.


Impresionado por la serenidad y la valentía del monje, el guerrero quedó paralizado y tembloroso, al ver que por enseñarle algo, una persona ponía así en riesgo la vida. 


Entonces, bajó la cabeza y pidió perdón con humildad, aceptando lo impropio de su conducta.

Y el monje le interrumpió amablemente para decir: “Eso es Dios”.



La Historia de la Semana

martes, 11 de septiembre de 2012

El detalle

Creo que ya lo he comentado en otras ocasiones, pero nunca está de más el repetirlo: el amor es un conjunto de detalles.

En los detalles es donde se muestra realmente la calidad de las relaciones humanas: 

no es lo mismo exigir una cosa que pedirla 'por favor', no es lo mismo dar un saludo genérico que aprovechar para interesarse por la otra persona, no es lo mismo sonreir y aliviar tensiones que ser una carga,...

Así podríamos seguir con un sinfin de detalles más que tenemos continuamente al alcance de la mano en la relación con las personas que conocemos, y que son importantes no tanto por su valor material sino por lo que significan para el otro.

El cuento de esta semana se titula precisamente El detalle, y nos recuerda que un simple detalle puede convertir un hecho normal en una obra de arte.

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El detalle

El alumno, según él, había terminado el cuadro y llamó a su maestro para que lo evaluara. 

 
Se acercó el maestro y observó la obra con detenimiento y concentración durante un rato.

Entonces, le pidió al alumno la paleta y los pinceles. 


Con gran destreza dio unos cuantos trazos aquí y allá.

Cuando el maestro le regresó las pinturas al alumno, el cuadro había cambiado notablemente. 

 
El alumno quedó asombrado: ante sus propios ojos la obra había pasado de mediocre a sublime.

Casi con reverencia le dijo al maestro: 


"¿Cómo es posible que con unos cuantos toques que sólo son simples detalles haya cambiado tanto el cuadro?".

El maestro le contestó: "Es que en esos pequeños detalles está el arte". 


La Historia de la Semana

domingo, 11 de octubre de 2009

El maestro y los listos

Tenemos un refrán popular en España (aunque imagino que en casi todos los lugares del mundo habrá uno similar) que dice que 'hay que ser bueno, pero no tonto': una cosa es actuar de manera altruista haciendo el bien, sabiendo conscientemente lo que se hace, y otra muy distinta que alguien manipule los buenos sentimientos y, sin darnos cuenta, se aproveche de ellos.

La historia de esta semana recrea de una forma simpática esta situación, y me ha recordado la importancia de saber estar siempre por encima de las circunstancias, de manera que no nos dejemos llevar por ellas y acabemos donde no nos gustaría ir. Como decían los santos padres: cada uno es dueño de su destino, aún en medio de las mayores adversidades. ¡Espero que os guste!

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El maestro y los listos

Había en un pueblo de la India un hombre de gran santidad. A los aldeanos les parecía una persona notable a la vez que extravagante. El caso es que le pidieron que les predicase. El hombre, que siempre estaba en disponibilidad para los demás, no dudó en aceptar.
El día señalado para la prédica, no obstante, tuvo la intuición de que la actitud de los asistentes no era sincera y de que debían recibir una lección. Llegó el momento de la charla y todos los aldeanos se dispusieron a escuchar al hombre santo confiados en reirse y pasar un buen rato a su costa. El maestro se presentó ante ellos. Tras una breve pausa de silencio, preguntó:

--Amigos, ¿sabéis de qué voy a hablaros?
--No -contestaron.
--En ese caso -dijo-, no voy a decirles nada. Son tan ignorantes que de nada podría hablarles que mereciera la pena. En tanto no sepan de qué voy a hablarles, no les dirigiré la palabra.
Los asistentes, desorientados, se fueron a sus casas. Se reunieron al día siguiente y decidieron reclamar nuevamente las palabras del santo.
El hombre no dudó en acudir hasta ellos y les preguntó:
--¿Sabéis de qué voy a hablaros?
--Sí, lo sabemos -repusieron los aldeanos.
--Siendo así -dijo el santo-, no tengo nada que deciros, porque ya lo sabéis. Que paséis una buena noche, amigos.
Los aldeanos se sintieron burlados y experimentaron mucha indignación.
No se dieron por vencidos, desde luego, y convocaron de nuevo al hombre santo. El santo miró a los asistentes en silencio y calma. Después, preguntó:
--¿Sabéis, amigos, de qué voy a hablaros?
No queriendo dejarse atrapar de nuevo, los aldeanos ya habían convenido la respuesta:
--Algunos lo sabemos y otros no.
Y el hombre santo dijo:
--En tal caso, que los que saben transmitan su conocimiento a los que no saben.
Y dicho esto, el hombre santo se marchó de nuevo al bosque.

viernes, 18 de septiembre de 2009

El discípulo y el cementerio

Una de las cosas que suele diferenciar al joven del viejo es la respuesta que damos a los estímulos del entorno que nos rodea. Los jóvenes aparentemente son más viscerales frente a las opiniones ajenas, mientras que los mayores solemos ser -me incluyo- más tranquilos y 'pasotas' a la hora de responder a lo que piensen los demás de las acciones que creemos justas.

¿Qué es mejor? Yo creo que la respuesta va en la línea de la historia de esta semana: no dejarse influenciar por lo que digan los demás, sea favorable o no, sino seguir lo que la propia conciencia nos va sugiriendo, siendo libres para elegir siempre lo mejor, sin condicionamientos. Citando a W. Shakespeare: "No eres mejor porque te alaben ni peor porque te vituperen: Lo que eres, eres". ¡Espero que os guste!


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El discípulo y el cementerio

Era un venerable maestro. En sus ojos había un reconfortante destello de paz permanente. Sólo tenía un discípulo, al que paulatinamente iba impartiendo la enseñanza trascendental. El cielo se había teñido de una hermosa tonalidad de naranja-oro, cuando el maestro se dirigió al discípulo y le ordenó: 

-- Querido mío, mi muy querido amigo, acércate al cementerio y, una vez allí, con toda la fuerza de tus pulmones, comienza a gritar toda clase de halagos a los muertos.

El discípulo caminó hasta un cementerio cercano. El silencio era sobrecogedor. Quebró la apacible atmósfera del lugar gritando toda clase de elogios a los muertos. Después regresó junto a su maestro.

-- ¿Qué te respondieron los muertos? -preguntó el maestro.

-- Nada dijeron.

-- En ese caso, mi muy querido amigo, vuelve al cementerio y lanza toda suerte de insultos a los muertos.

El discípulo regresó hasta el silente cementerio. A pleno pulmón, comenzó a soltar toda clase de improperios contra los muertos. Después de unos minutos  volvió junto al maestro, que le preguntó al instante:

-- ¿Qué te han respondido los muertos?

-- De nuevo nada dijeron -repuso el discípulo.

Y el maestro concluyó:

-- Pues así debes ser tú: indiferente, como un muerto, a los halagos y a los insultos de los otros.
 

domingo, 26 de julio de 2009

La mariposa azul

Termina el mes de julio y llega el período vacacional (¡aunque ya me han recordado que en América Latina no funciona igual :-) ! O sea que ésta será la última historia de la semana de este curso. Durante el mes de agosto 'cerraremos por vacaciones' a la espera de que llegue el nuevo curso con nuevas ideas y renovada ilusión. ¡Y de paso descansáis un poco de las historias!!

Mientras tanto, yo estaré de 'relax' participando en los campamentos de Quintanabaldo y en el campo de trabajo (http://www.juventudidente.net/spip/recherche.php3?recherche=quintanabaldo ), al que estáis invitados (será entre el 23 y el 27 de agosto). ¿Alguien valiente se anima?

La historia de esta semana se titula 'La mariposa azul' y viene a recordar algo que a mí me parece importante: nuestra vida está en nuestras manos. Nos toca gobernar la nave y dirigirla hacia donde nos va indicando nuestro corazón, sin dejarse llevar por otras circunstancias. ¡Espero que os guste!

Con mis mejores deseos para estos días de asueto, me despido con un abrazo muy fuerte. Muchas gracias a tod@s por vuesta paciencia y amistad. ¡Y seguiremos en septiembre si Dios quiere!!
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La mariposa azul

Había un señor viudo que vivía con sus dos hijas, que eran muy curiosas e inteligentes. Las niñas siempre hacían muchas preguntas. A algunas de ellas él sabía responder, a otras no.

Como pretendía ofrecerles la mejor educación, mandó las niñas de vacaciones con un sabio que vivía en lo alto de una colina.

El sabio siempre respondía a todas las preguntas sin ni siquiera dudar. Impacientes con el sabio, las niñas decidieron inventar una pregunta que él no supiera responder.

Entonces, una de ellas apareció con una linda mariposa azul que usaría para engañar al sabio.

"¿Qué vas a hacer?" –preguntó la hermana.

"Voy a esconder la mariposa en mis manos y preguntarle al sabio si está viva o muerta"

"Si él dijese que está muerta, abriré mis manos y la dejaré volar. Si dice que está viva, la apretaré y la aplastaré. Y así, cualquiera que sea su respuesta, ¡será una respuesta equivocada!"

Las dos niñas fueron entonces al encuentro del sabio, que estaba meditando.

- "Tengo aquí una mariposa azul. Dígame, sabio, ¿está viva o muerta?"

Muy calmadamente el sabio sonrió y respondió:

"Depende de ti... Ella está en tus manos."

sábado, 28 de marzo de 2009

Cielo o Infierno

Aquí va una breve historia con otra versión sobre un tema que se repite a menudo: lo importante no es lo que está fuera de mí sino cómo lo acojo en mi corazón. Y nos plantea una cuestión capital: ¿qué soy para los demás: cielo o infierno?
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INFIERNO O CIELO
Según cuenta un antiguo relato japonés, un belicoso Samurai desafió en una ocasión a un maestro Zen a que le explicara el concepto de cielo e infierno.
Pero el monje respondió con desdén:
- "No eres más que un patán. ¡No puedo perder el tiempo con individuos como tú!".
Herido en lo más profundo de su ser, el Samurai se dejó llevar por la ira, desenvainó su espada y gritó:
- "Podría matarte por tu impertinencia".
- "Eso, repuso el monje con calma, es el infierno".
Desconcertado al percibir la verdad en lo que el maestro le señalaba con respecto a la furia que lo dominaba, el Samurai se serenó, envainó la espada y se inclinó, agradeciendo al monje la lección.
- "Y eso, añadió el monje, es el cielo".

viernes, 7 de noviembre de 2008

El viejo maestro

¡Ya hemos llegado a otro fin de semana!

¿Qué consideramos más importante: lo que llevamos en nuestro corazón o lo que nos viene de fuera? Una respuesta en la historia de esta semana.


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EL VIEJO MAESTRO

Había una vez hace mucho tiempo un viejo maestro en el arte de la guerra, ya retirado, que se dedicaba a enseñar el arte de la meditación a sus jóvenes alumnos. A pesar de su avanzada edad, corría la leyenda que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario.

Cierto día apareció por allí un guerrero con fama de ser el mejor en su género. Era conocido por su total falta de escrúpulos y por ser un especialista en la técnica de la provocación. Este guerrero esperaba que su adversario hiciera el primer movimiento y después con una inteligencia privilegiada para captar los errores del contrario atacaba con una velocidad fulminante. Nunca había perdido un combate.

Sabiendo de la fama del viejo maestro, fue allí para derrotarlo y así aumentar su fama de invencible. El viejo aceptó el reto y se vieron en la plaza pública con todos los alumnos y gentes del lugar. El joven empezó a insultar al viejo maestro. Le escupió, tiró piedras en su dirección, le ofendió con todo tipo de desprecios a él, sus familiares y antepasados. Durante varias horas hizo todo para provocarlo, pero el viejo maestro permaneció impasible. Al final de la tarde, exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró.

Los discípulos corrieron hacia su maestro y le preguntaron cómo había soportado tanta indignidad de manera cobarde sin sacar su espada, asumiendo el riesgo de ser vencido.

-Si alguien te hace un regalo y tú no lo aceptas, ¿a quién pertenece ese regalo? -preguntó el viejo maestro.

-A quien intentó entregarlo -respondió un discípulo.

-Pues lo mismo vale para la rabia, la ira, los insultos y la envidia -dijo el maestro- : Cuando no son aceptados continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo.