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sábado, 10 de marzo de 2018

¿Buena suerte o mala suerte?

¿Qué es la buena suerte? Seguramente casi todos pensamos que tener buena suerte es recibir algo que nos favorece y además de forma inesperada; y mala suerte cuando es perjudicial.
Es difícil ver en las cosas cotidianas la repercusión que nuestras acciones tienen para el futuro, y por tanto decidir si son buenas o malas. Una buena estrategia en las actitudes es aprender a aceptar las situaciones con confianza y sencillez, sabiendo que Dios quiere siempre lo mejor para cada uno de nosotros.

La historia de esta semana es muy ilustrativa de cómo lo que parece malo a primera vista, no lo es más adelante; y al revés, aquello que parece una cosa buena, con el paso del tiempo resulta negativa. Por eso hay que acoger las circunstancias de la vida con ilusión y ánimo para hacer siempre lo mejor, y aceptarlas con serenidad.

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¿Buena suerte o mala suerte?


Había una vez un hombre que vivía con su hijo en una casita del campo. Se dedicaba a trabajar la tierra y tenía un caballo para la labranza y para cargar los productos de la cosecha, era su bien más preciado. Un día el caballo se escapó saltando por encima de las bardas que hacían de cuadra. El vecino que se percató de este hecho corrió a la puerta de nuestro hombre diciéndole:

-Tu caballo se escapó, ¿que harás ahora para trabajar el campo sin él? Se te avecina un invierno muy duro, ¡qué mala suerte has tenido!


El hombre lo miró y le dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Dios lo sabe.

Pasó algún tiempo y el caballo volvió a su redil con diez caballos salvajes con los que se había unido. El vecino al observar esto, otra vez llamó al hombre y le dijo:

-No solo recuperaste tu caballo, sino que ahora tienes diez caballos más, podrás vender y criar. ¡Qué buena suerte has tenido!


El hombre lo miró y le dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Dios lo sabe.

Más adelante el hijo de nuestro hombre montaba uno de los caballos salvajes para domarlo y calló al suelo partiéndose una pierna. Otra vez el vecino fue a decirle:

-¡Qué mala suerte has tenido! Tu hijo se accidentó y no podrá ayudarte, tu eres ya viejo y sin su ayuda tendrás muchos problemas para realizar todos los trabajos.
El hombre, otra vez lo miró y dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Dios lo sabe.

Pasó el tiempo y en ese país estalló la guerra con el país vecino de manera que el ejército iba por los campos reclutando a los jóvenes para llevarlos al campo de batalla. Al hijo del vecino se lo llevaron por estar sano y al de nuestro hombre se le declaró no apto por estar imposibilitado. Nuevamente el vecino corrió diciendo:

-Se llevaron a mi hijo por estar sano y al tuyo lo rechazaron por su pierna rota. ¡Qué buena suerte has tenido!

Otra vez el hombre lo miró diciendo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Dios lo sabe.


La Historia de la Semana

viernes, 17 de marzo de 2017

El anillo del Rey


A lo largo de la vida siempre hay momentos buenos y momentos malos, momentos felices y momentos tristes, que no dependen de uno mismo sino de las circunstancias que le rodean.

El cuento que comparto esta semana, titulado El anillo del Rey, nos recuerda un hecho importante: siempre hay que tener confianza en uno mismo y no creerse más cuando las cosas salen bien ni menos cuando salen mal.



Y para que no se olvide lo hace con una frase que es un recordatorio bien sencillo: esto también pasará.  Efectivamente todo va pasando y lo importante es actuar en conciencia para poder afrontar las vicisitudes que nos suceden.

En definitiva, saber vivir con sencillez para poder afrontar los retos de la vida diaria en paz y armonía.
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El anillo del Rey

Una vez un rey citó a todos los sabios de la corte y les informó:

- He mandado hacer un precioso anillo con un diamante, con uno de los mejores orfebres de la zona. Quiero guardar, oculto dentro del anillo, algunas palabras que puedan ayudarme en los momentos difíciles. Un mensaje al que yo pueda acudir en momentos de desesperación total. Me gustaría que ese mensaje ayude en el futuro a mis herederos y a los hijos de mis herederos. Tiene que ser pequeño, de tal forma que quepa debajo del diamante de mi anillo.

Todos aquellos que escucharon los deseos del rey eran grandes sabios, eruditos que podían haber escrito grandes tratados… pero ¿pensar un mensaje que contuviera dos o tres palabras y que cupiera debajo de un diamante de un anillo? Muy difícil. Igualmente pensaron, y buscaron en sus libros de filosofía por muchas horas, sin encontrar nada en que ajustara a los deseos del poderoso rey.

El rey tenía muy próximo a él, un sirviente muy querido. Este hombre, que había sido también sirviente de su padre, y había cuidado de él cuando su madre había muerto, era tratado como la familia y gozaba del respeto de todos.

El rey, por esos motivos, también lo consultó. Y éste le dijo:

- No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje.

- ¿Como lo sabes?, -preguntó el rey.

- Durante mi larga vida en palacio me he encontrado con todo tipo de gente, y en una oportunidad me encontré con un maestro. Era un invitado de tu padre, y yo estuve a su servicio. Cuando nos dejó, yo lo acompañe hasta la puerta para despedirlo y como gesto de agradecimiento me dio este mensaje.

En ese momento el anciano escribió en un diminuto papel el mencionado mensaje. Lo dobló y se lo entregó al rey.

- Pero no lo leas, -dijo. Mantenlo guardado en el anillo. Ábrelo sólo cuando no encuentres salida en una situación.

Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y su reino se vio amenazado. El rey estaba huyendo a caballo para salvar su vida mientras sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. En un momento llegó a un lugar donde el camino se acababa, y frente a él había un precipicio y un profundo valle.

Caer por él sería fatal. No podía volver atrás, porque el enemigo le cerraba el camino. Podía escuchar el trote de los caballos, las voces, la proximidad del enemigo.

Fue entonces cuando recordó lo del anillo. Sacó el papel, lo abrió y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso para el momento...

Simplemente decía ESTO TAMBIEN PASARÁ.

En ese momento fue consciente de que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que lo perseguían debían haberse perdido en el bosque o debían haberse equivocado de camino. Pero lo cierto es que lo rodeó un inmenso silencio. Ya no se sentía el trotar de los caballos.

El rey se sintió profundamente agradecido al sirviente y al maestro desconocido. Esas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a guardarlo en el anillo, reunió nuevamente su ejército y reconquistó su reinado.

Ese día en que estaba victorioso, en la ciudad hubo una gran celebración con música y baile…y el rey se sentía muy orgulloso de sí mismo.

En ese momento, nuevamente el anciano estaba a su lado y le dijo:

- Apreciado rey, ha llegado el momento de que leas nuevamente el mensaje del anillo.

- ¿Qué quieres decir?, -preguntó el rey. Ahora estoy viviendo una situación de euforia, las personas celebran mi retorno, hemos vencido al enemigo.

- Escucha, -dijo el anciano. Este mensaje no es solamente para situaciones desesperadas, también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando te sientes derrotado, también lo es para cuando te sientas victorioso. No es sólo para cuando eres el último, sino también para cuando eres el primero.

El rey abrió el anillo y leyó el mensaje... ESTO TAMBIEN PASARÁ.

Y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba. Pero el orgullo, el ego había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Lo malo era tan transitorio como lo bueno.

Entonces el anciano le dijo:

- Recuerda que todo pasa. Ningún acontecimiento ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche; hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de nuestra vida.

La Historia de la Semana

domingo, 13 de diciembre de 2015

El oso y el amigo

La amistad es uno de los valores más importantes y necesarios que podemos y debemos potenciar para nuestro desarrollo personal.

Dice un antiguo refrán que Quien tiene un amigo tiene un tesoro. Y es completamente cierto cuando es un 'amigo de verdad'. 


Por eso hay que cuidar las amistades con detalles concretos que refuercen los lazos de amistad, evitando las cosas que estropean las relaciones.

En la historia de esta semana, en clave de humor nos muestra que la confianza es fundamental entre los amigos. 

Se titula El oso y el amigo, y espero que os guste.

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El oso y el amigo

Dos amigos atravesaban un bosque intrincado y salvaje en el que no había vestigio alguno de la civilización. De pronto apareció entre ellos un oso hambriento que les salió al encuentro con actitud amenazadora. 

Uno de los dos amigos, atropellando al otro, huyó rápido, sin preocuparse del compañero. Procurando su propia sal­vación se encaramó rápidamente a un árbol. 

El otro, para salvarse, no encontró fórmula mejor que ti­rarse en tierra, quedándose inmóvil y sin respirar, como si estuviera muerto. Llegó el oso, le lamió durante un buen rato y, creyéndole muerto, se fue. 

Cuando el oso desapareció, el amigo que había subido al árbol, todavía temblando, preguntó:

-Cuando el oso se ha acercado, parecía que te estaba hablando. ¿Qué te ha dicho?

-Me ha dicho una sola cosa: que no me fíe nunca de los amigos como tú



La Historia de la Semana

miércoles, 18 de marzo de 2009

El niño y el piloto

Cuanto más mayores nos hacemos, más expuestos estamos a las vicisitudes y dificultades de la vida: fracasos, enfermedades, decepciones, fallos,.... ¿Qué nos queda en esos momentos? ¿A quien recurrir? ¿Se puede encontrar algo positivo en los momentos oscuros?

Son situaciones muy difíciles en las que se suele sufrir mucho, pero los que tenemos la gracia y la suerte de creer en Dios confiamos que siempre hay un más y un Alguien que nos acoge y nos consuela, un Padre que nos acompaña en nuestro caminar.

Todo esto me ha recordado la historia de la semana de esta ocasión, historia sencilla y de confianza.


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El niño y el piloto
El hombre observó al niño solo en la sala de espera del aeropuerto aguardando su vuelo.

El niño fue colocado al frente de la fila, para entrar y encontrar su asiento antes que los adultos.

Al entrar al avión, el hombre vio que el niño estaba sentado al lado de su asiento. El niño fue cortés cuando conversó con él y, enseguida, comenzó a pasar el tiempo pintando un libro. No demostraba ansiedad o preocupación con el vuelo mientras las preparaciones para el despegue estaban siendo hechas.

Durante el vuelo, el avión entró en una tempestad muy fuerte lo que lo hizo balancearse como una pluma al viento.

La turbulencia y las sacudidas bruscas asustaron a algunos pasajeros. Pero el niño parecía encarar todo con la mayor naturalidad.

Una de las pasajeras, sentada del otro lado del corredor estaba preocupada con todo aquello y preguntó al niño:

- Niño, ¿no tienes miedo?

- No señora, no tengo miedo -respondió, levantando los ojos rápidamente de su libro de pintar-, ¡mi padre es el piloto!

viernes, 26 de septiembre de 2008

¿Buena suerte o mala suerte?

¿Cómo acogemos los sucesos cotidianos?
Aqui va una bonita historia para compartir.
Un fuerte abrazo, feliz finde y hasta la próxima semana!!

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¿Buena suerte o mala suerte?



Había una vez un hombre que vivía con su hijo en una casita del campo. Se dedicaba a trabajar la tierra y tenía un caballo para la labranza y para cargar los productos de la cosecha, era su bien más preciado. Un día el caballo se escapó saltando por encima de las bardas que hacían de cuadra. El vecino que se percató de este hecho corrió a la puerta de nuestro hombre diciéndole:


-Tu caballo se escapó, ¿que harás ahora para trabajar el campo sin él? Se te avecina un invierno muy duro, ¡qué mala suerte has tenido!


El hombre lo miró y le dijo:


-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Dios lo sabe.


Pasó algún tiempo y el caballo volvió a su redil con diez caballos salvajes con los que se había unido. El vecino al observar esto, otra vez llamó al hombre y le dijo:


-No solo recuperaste tu caballo, sino que ahora tienes diez caballos más, podrás vender y criar. ¡Qué buena suerte has tenido!


El hombre lo miró y le dijo:


-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Dios lo sabe.


Más adelante el hijo de nuestro hombre montaba uno de los caballos salvajes para domarlo y calló al suelo partiéndose una pierna. Otra vez el vecino fue a decirle:


-¡Qué mala suerte has tenido! Tu hijo se accidentó y no podrá ayudarte, tu eres ya viejo y sin su ayuda tendrás muchos problemas para realizar todos los trabajos.


El hombre, otra vez lo miró y dijo:


-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Dios lo sabe.


Pasó el tiempo y en ese país estalló la guerra con el país vecino de manera que el ejército iba por los campos reclutando a los jóvenes para llevarlos al campo de batalla. Al hijo del vecino se lo llevaron por estar sano y al de nuestro hombre se le declaró no apto por estar imposibilitado. Nuevamente el vecino corrió diciendo:


-Se llevaron a mi hijo por estar sano y al tuyo lo rechazaron por su pierna rota. ¡Qué buena suerte has tenido!


Otra vez el hombre lo miró diciendo:


-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Dios lo sabe.