Resulta más sencillo hacer divisiones y encasillar a los que nos rodean antes que hacer el esfuerzo de entenderlos y ver si existe algún elemento de unión para favorecer la convivencia y la universalidad.
Siempre es más importante trabajar en lo que nos une que en lo que nos separa, aunque seamos conscientes de que hay diferencias entre las personas. Sólo así se puede llegar a una convivencia natural y sin imposiciones.
La historia de esta semana, El momento de la aurora, incide en este tema para concienciarnos de que al final todos somos hermanos.
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El momento de la aurora
Un maestro reunió a sus alumnos y les preguntó:
- ¿Cómo podemos saber el momento exacto en que termina la noche y comienza el día?
-Cuando, de lejos, somos capaces de distinguir una oveja de un cachorro -dijo un niño.
El maestro no quedó satisfecho con la respuesta.
-La verdad -dijo otro alumno -sabemos que ya es de día cuando podemos distinguir, a la distancia, un olivo de una higuera.
-No es una buena definición -contestó.
-¿Cuál es la respuesta, entonces? -le preguntaron los pequeños.
Y el maestro dijo:
-Cuando un extraño se aproxima, y nosotros lo confundimos con nuestro hermano, ése es el momento cuando la noche acaba y comienza el día.