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lunes, 23 de septiembre de 2024

El Príncipe y las semillas

Cuando uno se pone a pensar en las causas de la crisis social que padecemos, al final llegamos a que la raíz está en el propio ser humano: se desea el poder frente a la sencillez, la avaricia frente a la humildad, la apariencia frente a la realidad,... 

Y en definitiva, dentro de la crisis general de valores que hay, se diluye tremendamente algo tan clásico y sencillo como la honestidad y el honor personal.


La historia de esta semana es un cuento de Paulo Coelho bastante conocido que trata precisamente de eso, de mantener la honestidad por encima de las demás consideraciones sociales, por muy grandes que nos parezcan. 

Se titula El Príncipe y las semillas, y espero que os guste.
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El Príncipe y las semillas

Alrededor del año 250 a.C, en la antigua China, un cierto príncipe de la región de Thing-Zda, estaba preparado para ser coronado emperador; pero antes, sin embargo, de acuerdo con la ley, tenía que casarse.

Como se trataba de escoger a la futura emperatriz, el príncipe tenía que encontrar a una joven en quien pudiese confiar plenamente. Aconsejado por un sabio, decidió convocar a las jóvenes de la región para elegir entre ellas a la más digna.

Una vieja señora, sierva del palacio desde hacía muchos años, al oír los comentarios sobre los preparativos para la audiencia, sintió una gran tristeza, pues su hija alimentaba un amor secreto hacia el príncipe.

Al llegar a su casa y comentar el hecho a la joven, se espantó al oír que ella también tenía intención de presentarse. 
La señora se desesperó: 

–¿Hija mía, qué vas a hacer allí? Estarán presentes las más bellas y ricas candidatas de la corte. ¡Sácate inmediatamente esta idea de la cabeza! ¡Ya sé que debes estar sufriendo, pero no transformes el sufrimiento en una locura! 

Y la hija respondió: 

–Querida madre, ni estoy sufriendo, ni mucho menos me he vuelto loca; sé que jamás podré ser la escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos algunos momentos cerca del príncipe, y esto ya me hace feliz, aún sabiendo que mi destino es otro.


Por la noche, cuando la chica llegó al palacio, allí estaban efectivamente las más bellas jóvenes, con las más bellas ropas y las más bellas joyas, dispuestas a luchar de cualquier modo por la oportunidad que se les ofrecía. Rodeado de su corte, el príncipe anunció el desafío:

–Daré una semilla para cada una de vosotras. Aquella que, dentro de seis meses, me traiga la flor más linda, será la futura emperatriz de la China.


La chica cogió su semilla, la plantó en una maceta y como no era muy hábil en las artes de jardinería, cuidaba la tierra con mucha paciencia y ternura, pues pensaba que, si la belleza de las flores surgiese en proporción a la intensidad de su amor, no tendría que preocuparse del resultado. 

Pasaron tres meses y nada brotó. La joven buscó soluciones, habló con labradores y campesinos que le enseñaron los más variados métodos de cultivo y no consiguió ningún resultado. Cada día se sentía más lejos de su sueño, aunque su amor continuase tan vivo como antes. 

Finalmente, los seis meses se agotaron y nada nació de su maceta. Aunque sabía que no tenía nada para mostrar, era consciente de su esfuerzo y dedicación durante todo aquel tiempo, de modo que comunicó a su madre que retornaría al palacio en la fecha y hora establecidas. Secretamente sabía que este sería su último encuentro con el bienamado, y no estaba dispuesta a perderlo por nada del mundo.

Llegó el día de la nueva audiencia. La chica apareció con su maceta sin planta y vio que todas las otras pretendientes habían conseguido buenos resultados: cada una tenía una flor más bella que la otra, de las más variadas formas y colores.


Por fin llegó el momento esperado: el príncipe entra y observa a cada una de las candidatas con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, anuncia el resultado e indica a la hija de su sierva como su nueva esposa.

Todos los presentes empezaron a protestar, diciendo que cómo era posible que él hubiera escogido justamente a la única que no había conseguido cultivar ninguna planta.
Entonces, serenamente, el príncipe aclaró la razón de su desafío:

–Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de ser emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles, y no podían nacer de manera alguna.




sábado, 24 de septiembre de 2016

El sabio

Mantener los propios ideales en un ambiente hostil no es tarea fácil para nadie. Pero cuando uno es honesto consigo mismo y con los demás hay que intentarlo por todos los medios.

La historia de esta semana, titulada El hombre sabio, nos coloca en la situación de ser discriminados por nuestras ideas y cómo se puede proceder.


Desde luego, hace falta una gran dosis de idealismo y sabiduría para obrar así, pero a la larga es lo que más llena el corazón y realiza a la persona, pues da lo que tiene en su corazón. Aquí va a continuación.
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El hombre sabio

Un hombre sabio con fama de santidad llegó cierta tarde a la ciudad de Akbar. La gente no dio mucha importancia a su presencia, y sus enseñanzas no consiguieron interesar a la población. 

Incluso después de algún tiempo llegó a ser motivo de risas y burlas de los habitantes de la ciudad. 


Un día, mientras paseaba por la calle principal de Akbar, un grupo de hombres y mujeres empezó a insultarlo. 

En vez de fingir que los ignoraba, el sabio se acercó a ellos y los bendijo.

Uno de los hombres comentó:

- ¿Es posible que, además, sea usted sordo?   ¡Gritamos cosas horribles y usted nos responde con bellas palabras!

- Cada uno de nosotros sólo puede ofrecer lo que tiene -fue la sabia respuesta del hombre santo.


La Historia de la Semana

viernes, 15 de agosto de 2014

Se busca gente...

La búsqueda de una humanidad auténtica aparece ya en los escritos de Diógenes (allá por el siglo III a.C.) y continúa hasta hoy.

Ser auténtico o vivir con autenticidad requiere un compromiso personal exigente con valores trascendentes, como solidaridad, no violencia, servicio, honestidad, disponibilidad,... que no todos están dispuestos a realizar. 
Es más fácil dejarse llevar por el ambiente, por el entorno,... con los resultados que vemos a nuestro alrededor en las sociedades llamadas 'avanzadas'.

El texto que comparto esta semana hace referencia a la búsqueda de esas personas para las que el 'otro' es más importante que uno mismo, la generosidad más que el egoísmo, la paz más que la violencia.

Y nos recuerda cosas importantes para ser de verdad auténticos. Aquí va a continuación Se busca gente...

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Se busca gente...




Gente que saque a pasear a sus niños con el mismo entusiasmo que saca a pasear a sus perros.

Gente que les hable a sus vecinos como le habla a sus plantas diariamente.

Gente que le sonría a los demás como le sonríe todas las noches al televisor.

Gente que dispense tanta atención a los que los rodean como hace con su computadora.



Gente que esboce una sonrisa cuando mira.

Gente que salude cuando alguien se aproxima.


Gente que escuche la naturaleza como si intentara escucharse a sí mismo.


Gente que adore, mime y cuide a su familia como adora, mima y cuida a su auto, sus aparatos eléctricos o sus mascotas.

Gente que esté siempre dispuesta a colaborar como siempre está dispuesta a contestar su móvil.

Gente que cuando se mire en el espejo, mire más allá y se mire el alma, no el armario que lleva encima.


Gente que cuando hable, proponga, no que disponga ni sea conflictivo.

Gente que sepa ser agradecida con Dios, con la vida, con la Naturaleza, con los demás.


miércoles, 26 de junio de 2013

El hijo del rabino


¿Qué es lo realmente importante de nuestras acciones?: ¿los resultados obtenidos o la intencionalidad de las mismas?

Nos hemos acostumbrado a medir la importancia de las cosas por sus efectos inmediatos, por el éxito o fracaso que llevan aparejadas... y a partir de ahí se suelen elaborar los juicios sobre las personas.

Y sin embargo, lo que da valor a la persona no son los éxitos o fracasos sino el corazón y el amor que pone en lo que hace, o como decía antes, la intencionalidad de sus acciones: si quiero hacer un bien, tenga éxito o fracase, es bueno; y si quiero hacer daño, lo logre o no, es malo. Pero esto es difícil de apreciar 'desde fuera'.

El cuento de esta semana está extraído de uno de los últimos libros de Jorge Bucay, titulado El camino de la espiritualidad, y refleja muy bien esta idea de que lo importante de verdad es la intención de corazón.

Aunque esto ya aparece en el evangelio de Mateo cuando resalta que es Dios quien ve en el corazón del hombre y ante quien hay que presentar nuestras acciones.

El cuento lleva por título El hijo del rabino, y aquí va a continuación. 

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El hijo del rabino

Dicen que había un pequeño pueblo en el que vivía un conocido rabino. Todos los habitantes estaban muy conformes con el modo en que el rabino llevaba la vida espiritual del pueblo. Siempre tenía una palabra de aliento o un sabio consejo para darles a los que se acercaban para consultarle.

Sin embargo, el rabino era viejo y estaba claro que pronto moriría. Los habitantes del pueblo se reunieron para decidir quién sería su sucesor y todos coincidieron en que debía ser el hijo del rabino, que también había estudiado religión, pues ¿quién mejor que su propio hijo para que continuara el legado del padre?

Pronto el rabino murió y su hijo ocupó su lugar. Sin embargo, al poco tiempo el nuevo rabino comenzó a proponer cambios y a dar consejos misteriosos o totalmente opuestos a los que todos creían que habría dado su padre. 

Los habitantes del pueblo volvieron a reunirse para decidir qué hacer y resolvieron ir a hablar con el nuevo rabino.

Cuando estuvieron frente a él, uno de ellos tomó coraje y habló:

- Mire, rabino, para serle franco, estamos un poco preocupados con todos los cambios que está haciendo. ¿Sabe qué pasa?, que nosotros lo elegimos porque pensamos que usted era como su padre, pero no es así.

- Se equivocan -respondió el nuevo rabino-. Yo soy igual que mi padre. Él no hacía las cosas de otro modo que como el creía que era mejor hacerlas... y yo sigo su ejemplo.

La Historia de la Semana

martes, 3 de julio de 2012

Los tres filtros

La historia de esta semana me ha recordado, por contraposición, los programas de tele-basura que se sirven en casi todos los canales, con personajes que hablan de cualquier cosa sin importar el contenido de lo que dicen sino la imagen que dan.

Esta historia en cambio hace referencia a algo tan importante como la honestidad en las manifestaciones y en los comentarios que hacemos acerca de los demás.

Ciertamente es muy fácil caer en los comentarios fáciles sobre las personas, que no suelen estar exentos de prejuicios y de ideas preconcebidas.

Por eso es un signo de madurez personal 'pensar antes de hablar' y no aceptar comentarios gratuitos sobre los demás.

Aquí va el relato titulado Los tres filtros, que espero os guste.

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Los tres filtros

Se cuenta que el discípulo de un sabio filósofo llegó a su casa y le dijo:

-Querido maestro, se dice por ahí que un amigo tuyo ha estado hablando mal de ti.

-¡Espera! -lo interrumpió el filósofo- ¿Has hecho pasar por los tres filtros lo que ahora me vas a explicar?

-¿Los tres filtros? -dijo el discípulo.

-Sí. El primero es la Verdad. ¿Estás seguro de que lo que me vas a decir es absolutamente cierto?

-Bien, no lo sé directamente. Me lo han dicho unos vecinos.

-Por lo menos -dijo el sabio-, lo habrás pasado por el segundo filtro que es la Bondad. A ver, esto que me vas a decir ¿es bueno para alguien?

-No, realmente, no. Más bien al contrario.

-Ah... entonces miremos el último filtro. El último filtro es la Necesidad, ¿crees que es realmente necesario hacerme saber esto que tanto te inquieta?

-De hecho, no.

-Entonces -dijo el sabio sonriendo- si no es verdad, ni es bueno ni necesario, ¡mejor lo enterramos en el olvido!
 
La Historia de la Semana

viernes, 2 de julio de 2010

La obra del Rey

Cuando estamos inmersos en un proyecto, o incluso en el trabajo cotidiano, tenemos habitualmente dos opciones: hacer las cosas como siempre se han hecho o intentar mejorarlas con creatividad e ilusión.

Evidentemente el camino más fácil es el primero: necesita poco esfuerzo. En cambio el segundo requiere profundizar en las situaciones, imaginar alternativas y aportar un trabajo personal.

La historia de esta semana, titulada La obra del Rey, es un sencillo cuento que pone de manifiesto esta doble vía de afrontar los retos que la vida nos va poniendo en el camino, resaltando algunas ideas importantes. Entre ellas, las cualidades que hacen de una persona un auténtico líder: iniciativa, valentía, compromiso, autoridad moral, creatividad,...

¡Espero que os guste!

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La obra del Rey

Cierto rey ordenó a sus dos hijos construir dos grandes acueductos que llevaran agua a los maltrechos campos reales, muy castigados por una gran sequía. 

El primero tomó parte de las riquezas y ejércitos del padre y con ellos fue al Norte, donde ordenó a los habitantes de aquellas tierras trabajar duro en la construcción de la gran obra. El hijo del rey dirigió la obra diligentemente, pagando justamente a los aldeanos y terminándola en el tiempo previsto de dos años.

Orgulloso de su trabajo, se presentó en palacio, donde se encontró con las celebraciones por la próxima coronación de su hermano como rey. Le contaron que había tardado sólo un año en construir el acueducto del Sur, y que lo había hecho sin apenas soldados ni dinero.

Aquello le pareció tan extraño que comenzó a investigar la obra de su hermano, llegando a descubrir no pocas irregularidades. Volvió entonces alarmado a informar a su padre el rey para evitar la coronación de su hermano.

- ¿Por qué dices eso?, ¿hay algo que deba saber? - respondió el rey.

- Sabes cuánto quiero a mi hermano, pero debe haberse vuelto loco, pues ha manchado nuestro nombre mil veces. Construyó el acueducto desviándose de los

planos. Creó salidas de agua que llegan a otros campos antes del tuyo, al que apenas llega la mitad del agua. Desafió al primer ministro en presencia de los aldeanos, se fue sin pagar nada a quienes trabajaron, y hasta utilizó a tus soldados como obreros. Y quién sabe si esto es sólo el principio...

El rey, mirando a su hijo con cariño, respondió:

- Hijo mío, todo lo que dices es cierto: tu hermano tuvo la iniciativa de modificar la obra para mejorarla; la sabiduría para proponer algo que mejoraría las vidas de todos y así convencer a los aldeanos de trabajar rápido y gratis; la valentía
para enfrentarse al primer ministro por defender la justicia; y la autoridad moral para poner a sus soldados a trabajar en la obra más horas que los aldeanos. Su compromiso fue tan grande, que él mismo fue quien más tiempo dedicó a trabajar, olvidando su condición de príncipe. ¿Sabes, hijo? Es por estas cosas que todo el mundo adora a tu hermano y harían lo que él les pidiera.


El príncipe se marchó pensativo, reconociendo en las palabras de su padre la grandeza de su hermano. Y sin dudarlo un instante, corrió a felicitarle.

viernes, 12 de marzo de 2010

El secreto del éxito

Me ha parecido oportuno compartir hoy este texto que es un resumen de la lección inaugural de un master especializado en Finanzas y Marketing, dirigido a futuros empresarios.

Trata, como no podía ser menos, de las claves del éxito empresarial, pero me ha llamado la atención porque se fija más en el aspecto humano personal que en el aspecto de reconocimiento social o logros económicos, resaltando la educación en valores como algo fundamental.

Muchos jóvenes entienden hoy el éxito como salir en televisión, ganar mucho dinero o ser famoso, cuando estas cosas no pasan de ser bienes efímeros que no llegan a llenar plenamente el ansia de ser más que anida en la persona humana. Por eso me ha llamado la atención que en un contexto tan competitivo como es el empresarial, se recuerden las cosas que de verdad son importantes.

Al final va un link con la versión completa del discurso, por si alguien está interesado en conocer más detalles.


Espero que os sea útil.



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El secreto del éxito
 

Primero. El éxito sólo se puede medir en términos de felicidad, de estar a gusto con uno mismo, de ser capaz de enfrentarse a la vida con paz, alegría y optimismo. No son indicadores del mismo ni la cuenta corriente ni la tarjeta de visita.
Segundo. El éxito pasa por el conocimiento de uno mismo. Haz un análisis de tus debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades. Descubre tus vicios y tus virtudes y, con base en ellos, sé dueño de tu destino, pon tus verdaderos talentos a trabajar.
Tercero. Interrelaciónate. Al conocimiento de uno mismo no sólo se llega a través de un proceso de interiorización sino mediante el contraste que te proporciona la inserción en la sociedad en la que te ha tocado vivir. El entorno, mejor o peor, no es el final de la ruta sino únicamente un medio para llegar a ella. 

Cuarto. Tres factores fundamentales: voluntad, libertad y coherencia. En primer lugar, educar tu voluntad: renuncia a lo inmediato por obtener una mayor satisfacción en el futuro. Segundo, haz un uso adecuado de tu libertad, que no supone hacer lo que te viene en gana sino elegir el camino correcto. Tercero, sé coherente con el rumbo que te has trazado. No te dejes llevar por lo que opinen los terceros ni actúes condicionado por las apariencias.
Quinto. No tengas miedo al fracaso. Nadie te ha prometido que la conquista del éxito sea un camino de rosas. Lo importante no es caer sino saber levantarse. No temas empezar de nuevo tantas veces como sea necesario.
Sexto. No limites tu reflexión al fracaso; analiza igualmente las causas de tus triunfos profesionales. Sé justo contigo mismo y humilde. 
Séptimo. Emplea el sentido común, que se ha convertido en el menos común de los sentidos. Ten espíritu crítico. Estamos en una sociedad que deja poco espacio para la reflexión pero no renuncies a ella.
Octavo. Pon las cosas en perspectiva. No dejes que las ramas te impidan ver el bosque, ni que lo inmediato te aleje de los grandes fenómenos que se están produciendo a nivel mundial. 
Noveno. Profundiza en el entendimiento. No importa tanto estudiar cuanto reconocer la utilidad práctica del esfuerzo intelectual. Recuerda el nunca te acostarás sin saber una cosa más.
Décimo. No seas cortoplacista. El beneficio individual sólo crea valor si contribuye al bien colectivo. Si todos miramos por lo nuestro, el sistema se colapsa. 
(el texto completo de la lección magistral se puede ver aquí:
http://www.cotizalia.com/valor-anadido/leccion-magistral-secreto-exito-20100217.html )



viernes, 5 de febrero de 2010

El problema del Sultán

Creo que fue Diógenes, allá por el siglo IV a.C., el que iba por las calles de Atenas con una lámpara 'buscando un hombre'. Y cuando le decían que la ciudad estaba llena de ellos, respondía: 'yo busco uno de verdad'.

La historia de esta semana me ha recordado esta anécdota de Diógenes, pues trata precisamente sobre la búsqueda de una persona honesta. Cada vez que uno se asoma a las noticias de la prensa o la televisión me viene la misma pregunta: '¿pero no hay un hombre honrado en esta sociedad actual?'. Yo creo que sí los hay, y muchos más de lo que parece a primera vista, pero realizan su labor de forma callada y altruista, sin publicidad.

Y sin más aquí os dejo con El problema del Sultán. Espero que os guste.

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EL PROBLEMA DEL SULTÁN

El sultán estaba desesperado por no encontrar un nuevo recaudador.


-¿No hay ningún hombre honesto en este país que pueda recaudar los impuestos sin robar dinero? -se lamentó el sultán. Acto seguido llamó a su consejero más sabio y le explicó el problema.

-Anunciad que buscáis un nuevo recaudador, Alteza -dijo el consejero-, y dejadme a mí el resto. 

Se hizo el anuncio y aquella misma tarde la antecámara del
palacio estaba llena de gente. Había hombres gordos con trajes elegantes, hombres delgados con trajes elegantes y un hombre con un traje vulgar y usado. Los hombres de los trajes elegantes se rieron de él.

-El sultán, por supuesto, no va a seleccionar a un pobre como su recaudador -dijeron todos.
Por fin entró el sabio consejero.

-El sultán os verá a todos en seguida -dijo-, pero tendréis que pasar de uno en uno por el estrecho corredor que lleva a sus aposentos. 

El corredor era oscuro y todos tuvieron que ir palpando con sus manos para encontrar el camino. Por fin, todos se reunieron ante el sultán.

-¿Qué hago ahora? -susurró el sultán. 

-Pedid que bailen todos -dijo el hombre sabio. 


Al sultán le pareció extraña aquella medida, pero accedió, y todos los hombres empezaron a bailar. 

- Nunca en mi vida he visto unos bailarines tan torpes -dijo el sultán-. ¡¡Parece que tienen pies de plomo!!

Sólo el hombre pobre con su traje vulgar y usado pudo saltar mientras bailaba. 

- Este hombre es vuestro nuevo recaudador- dijo el hombre sabio-. Llené el corredor de monedas y joyas y él fue el único que no llenó sus bolsillos con las joyas robadas y por eso baila ligero. 

Y de esta manera, el sultán encontró un hombre honrado para llevar sus negocios.

viernes, 24 de abril de 2009

El Príncipe y las semillas

Casi sin darnos cuenta estamos terminando el mes de abril. ¡Y dentro de nada ya llega el verano!

Cuando uno se pone a pensar en las causas de la crisis social que padecemos, al final llegamos a que la raiz está en el propio ser humano: se desea el poder frente a la sencillez, la avaricia frente a la humildad, la apariencia frente a la realidad,... Y en definitiva, dentro de la crisis general de valores que hay, se diluye tremendamente algo tan clásico y sencillo como la honestidad y el honor personal.

La historia de esta semana es un cuento de Paulo Coelho bastante conocido que trata precisamente de eso, de mantener la honestidad por encima de las demás consideraciones sociales, por muy grandes que nos parezcan. ¡Espero que os guste!

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El Príncipe y las semillas
Alrededor del año 250 aC, en la antigua China, un cierto príncipe de la región de Thing-Zda, estaba preparado para ser coronado emperador; pero antes, sin embargo, de acuerdo con la ley, tenía que casarse.

Como se trataba de escoger a la futura emperatriz, el príncipe tenía que encontrar a una joven en quien pudiese confiar plenamente. Aconsejado por un sabio, decidió convocar a las jóvenes de la región para elegir entre ellas a la más digna.

Una vieja señora, sierva del palacio desde hacía muchos años, al oír los comentarios sobre los preparativos para la audiencia, sintió una gran tristeza, pues su hija alimentaba un amor secreto hacia el príncipe.

Al llegar a su casa y comentar el hecho a la joven, se espantó al oír que ella también tenía intención de presentarse.

La señora se desesperó: –¿Hija mía, qué vas a hacer allí? Estarán presentes las más bellas y ricas candidatas de la corte. ¡Sácate inmediatamente esta idea de la cabeza! ¡Ya sé que debes estar sufriendo, pero no transformes el sufrimiento en una locura! Y la hija respondió: –Querida madre, ni estoy sufriendo, ni mucho menos me he vuelto loca; sé que jamás podré ser la escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos algunos momentos cerca del príncipe, y esto ya me hace feliz, aún sabiendo que mi destino es otro.

Por la noche, cuando la chica llegó al palacio, allí estaban efectivamente las más bellas jóvenes, con las más bellas ropas y las más bellas joyas, dispuestas a luchar de cualquier modo por la oportunidad que se les ofrecía. Rodeado de su corte, el príncipe anunció el desafío:

–Daré una semilla para cada una de vosotras. Aquella que, dentro de seis meses, me traiga la flor más linda, será la futura emperatriz de la China.

La chica cogió su semilla, la plantó en una maceta y como no era muy hábil en las artes de jardinería, cuidaba la tierra con mucha paciencia y ternura, pues pensaba que, si la belleza de las flores surgiese en proporción a la intensidad de su amor, no tendría que preocuparse del resultado. Pasaron tres meses y nada brotó. La joven buscó soluciones, habló con labradores y campesinos que le enseñaron los más variados métodos de cultivo y no consiguió ningún resultado. Cada día se sentía más lejos de su sueño, aunque su amor continuase tan vivo como antes. Finalmente, los seis meses se agotaron y nada nació de su maceta. Aunque sabía que no tenía nada para mostrar, era consciente de su esfuerzo y dedicación durante todo aquel tiempo, de modo que comunicó a su madre que retornaría al palacio en la fecha y hora establecidas. Secretamente sabía que este sería su último encuentro con el bienamado, y no estaba dispuesta a perderlo por nada del mundo.

Llegó el día de la nueva audiencia. La chica apareció con su maceta sin planta y vio que todas las otras pretendientes habían conseguido buenos resultados: cada una tenía una flor más bella que la otra, de las más variadas formas y colores.

Por fin llegó el momento esperado: el príncipe entra y observa a cada una de las candidatas con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, anuncia el resultado e indica a la hija de su sierva como su nueva esposa.

Todos los presentes empezaron a protestar, diciendo que cómo era posible que él hubiera escogido justamente a la única que no había conseguido cultivar ninguna planta. Entonces, serenamente, el príncipe aclaró la razón de su desafío:

–Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de ser emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles, y no podían nacer de manera alguna.

Paulo Coelho