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lunes, 23 de enero de 2012

El tazón de madera

Uno de los aspectos donde más se nota la calidad humana de una sociedad es en el cuidado de los más débiles, en particular de los niños y los ancianos.  

La historia de esta semana incide en esta idea de que las personas mayores, y especialmente los que nos han dado la vida, merecen nuestras mejores atenciones y cuidados, a pesar de que en muchas ocasiones no responden como nos gustaría debido a múltiples circunstancias.

La ancianidad es más parecida a la niñez de lo que parece, y por eso hay que seguir estando atentos a sus necesidades tanto humanas como espirituales.

Y sin más, con ustedes, El tazón de madera.
 
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El tazón de madera
 
El viejo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años. Ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban.

La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el alimentarse un asunto difícil. Los guisantes caían de su cuchara al suelo y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel. 

El hijo y su esposa se cansaron de la situación.“Tenemos que hacer algo con el abuelo”, dijo el hijo. “Ya hemos tenido suficiente, derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo”.

Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida la servían en un tazón de madera. 

De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado sólo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran frías llamadas de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida. 

El niño de cuatro años observaba todo en silencio. Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo. Le preguntó dulcemente: “¿Qué estás haciendo hijito?”. 

Con la misma dulzura el niño le contestó: “Ahh, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos”. Sonrió y siguió con su tarea. 

Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla. Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Y aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer. 

Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. 

Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa parecían molestarse cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.


La Historia de la Semana 
 

jueves, 14 de abril de 2011

Cuando yo ya no pueda

Por diversas circunstancias he tenido durante los últimos meses una convivencia más estrecha con personas mayores parcialmente impedidas, lo que me ha llevado a reflexionar sobre este tema, que cada vez está más de actualidad en nuestra sociedad.

Comportamientos que aceptamos sin mayores cuestionamientos en los pequeños nos parecen inaceptables en los mayores, siendo así que nos necesitan tanto o más que aquéllos.

Hace tiempo incluí un artículo en el blog sobre este tema (Cuando sea viejo) y recientemente he encontrado la versión en video del mismo texto, que es la que comparto esta semana.

La foto es de una anciana que conocí cuando estuve de voluntario en el oriente boliviano y que me impactó por la serenidad y dignidad con que llevaba la pobreza en que vivía junto con varios familiares más.

La letra se puede ver aquí. (De paso: me ha llamado la atención cómo ha evolucionado el formato de las entradas del blog en los últimos dos años. ¡Espero que para bien y mejor lectura!).




La Historia de la Semana

viernes, 22 de octubre de 2010

La unión hace la fuerza

Hemos escuchado incontables veces el dicho 'La unión hace la fuerza'. Hoy me toca repetirlo una vez más porque es totalmente cierto.

Seguro que todos podemos contar alguna experiencia personal en la que se pone de manifiesto esta afirmación. Y también hemos vivido situaciones en las que hemos añorado una ayuda especial para superar alguna dificultad.

La historia de esta semana es muy breve y trata precisamente de esto en el ámbito familiar, y se titula, como no podía ser de otro modo, La unión hace la fuerza

Espero que os guste.


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La unión hace la fuerza

Un anciano labrador, que tenía varios hijos enemistados, se valió del siguiente medio para darles una lección.

Los llamó a todos y mandó traer una porción de varas, que ató una a una hasta formar una sola gavilla.

Luego, pidió a cada uno de ellos que la rompiera, diciéndoles:

—Dejaré toda mi fortuna en herencia a aquel de vosotros que pueda quebrar esta gavilla.

Uno tras otro trataron de romper el mazo, ya apoyando el haz sobre sus rodillas, ya torciéndolo con fuerza. La gavilla se mostraba tan fuerte que era imposible deshacerla en dos partes.

Por fin, el padre pidió que se le entrega aquel haz que parecía inquebrantable y, sacando una por una las varas, fue quebrándolas fácilmente una tras otra.

Sus hijos, perplejos, le dijeron:

—Padre, así también podríamos haberlo hecho nosotros.

Y el anciano les replicó:

—Esta lección, hijos míos, es la mejor herencia que os dejo. Pensad en ella: Vosotros sois como esas varas. Si estáis unidos por el amor fraterno, seréis fuertes e invencibles, pero si os separáis, cualquiera os vencerá. Vuestra unión os hará fuertes.


viernes, 28 de mayo de 2010

Decálogo de la edad

Los clásicos acuñaron el conocido Tempus fugit, "el tiempo se escapa", ¡y cuánta razón tenían!

Me ha venido a la mente esta frase porque esta semana ¡estoy de cumpleaños! ¡Nada menos que LIV! (lo pongo en romano para despistar un poco... :-)) Y cuando ya he pasado el ecuador de la vida todavía sigo pensando que me quedan tantas cosas por hacer ¡¡que no sé si me va a dar tiempo en la otra mitad!!

Así que nos tomaremos la vida con humor y alegría, haremos las cosas poco a poco poniendo en ellas todo lo mejor de nuestro corazón y disfrutaremos de verdad de los amigos que Dios nos va poniendo en el  camino de la vida.

Por eso me ha venido muy bien este Decálogo de la Edad que recomiendo a todos los que van llegando a estas alturas de la existencia...

¡Espero que os sea útil! 

PD.:  ¡Y muchas gracias de todo corazón a los que me han felicitado a lo largo de esta semana! Confieso que ha superado todas mis expectativas y he llegado a emocionarme con estas muestras de cariño. ¡¡Un millón de gracias!!

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Decálogo de la Edad



1º.- Si te levantas y no te duele nada, es que estás muerto. 

2º.- No te quejes de los achaques de hoy, mañana serán peores. 

3º.- Si te encuentras las gafas de sol en la nevera, ve al armario; tal vez encuentres en él la mantequilla. Y si te encuentras un par de libros en el armario de los platos, es posible que algunos platos ocupen el lugar de los libros en la estantería. Pero no pasa nada, esas cosas ocurren en las mejores familias cuanto más se acerca una a los sesenta. 

4º.- Trata de evitar pasear las cosas en las manos por toda la casa. Es la mejor forma de no saber nunca donde se dejan. 

5º.- Esfuérzate en realizar solo una cosa cada vez, es la mejor manera de terminarla. 

6º.- No acordarse de haber contado una cosa mil veces o de algo que te han contado cien mil, tiene sus ventajas: se puede disfrutar una y otra vez del relato como si fuera nuevo. 

7º.- Tomar los medicamentos varias veces o no tomarlos nunca es peligroso, pero venden cajitas con compartimentos por día y hora  que facilita el saber si ya se han tomado o no. 

8º.- Antes de ponerte a buscar las gafas ve al espejo y mira, seguramente las llevas puestas. 

9º.- Recuerda: es imposible cambiar canales de TV con el teléfono inalámbrico y es igualmente imposible realizar llamadas con el mando a distancia, pero si alguna vez te ocurre tampoco es el fin del mundo. Deja el mando y el teléfono y lee un libro o haz un sudoku. 
10º.- Todas estas cosas y otras de corte similar llegan tarde o temprano y hay que tomarlas con buen humor; pero si te alteran en demasía y te agrían el humor ¡¡consulta a tu médico!!

(Recopilación de Carmen Moreno)


sábado, 28 de noviembre de 2009

El carpintero retirado



El último video del blog hacía referencia a las personas mayores desde el punto de vista de cómo las cuidamos los jóvenes. 

La historia de esta semana es el reverso de la moneda: cuando uno se hace mayor va quitando importancia a las cosas y es fácil acabar abandonando el interés y la ilusión por lo que nos rodea, dejándose llevar por la dejadez y el abandono.

Esta historia me ha recordado lo que tantas veces decimos de poner todo nuestro corazón, empeño y entusiasmo en lo que hacemos, aunque a veces nos cueste un poco más o no tengamos las energías suficientes. Pero seguro que a cada uno le suscita una idea particular. 


Así que aquí os dejo con El carpintero retirado.

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El carpintero retirado

 


Había una vez un viejo carpintero que, cansado ya de tanto trabajar, estaba listo para anunciar su retiro y dedicarse a otras cosas. Así se lo comunicó a su jefe, y aunque iba a echar de menos el salario, necesitaba retirarse y estar con su familia. Sabía que de alguna forma sobreviviría.

Al contratista le entristeció muchísimo la noticia de que su mejor carpintero se quería retirar de forma inminente y le pidió un último favor: construir una casa más antes de retirarse. El carpintero aceptó la proposición del jefe y empezó la construcción de la que sería su última casa.



Pero a medida que pasaba el tiempo se dio cuenta de que su corazón no estaba de lleno en el trabajo. Arrepentido de haberle dicho que sí a su jefe, el carpintero no puso el esfuerzo y la dedicación que siempre ponía cuando construía una casa y la construyó con materiales de calidad inferior. Esa era, según él, una manera muy desafortunada de terminar una excelente carrera, a la cual le había dedicado la mayor parte de su vida.  

Cuando por fin el carpintero terminó su trabajo, el contratista vino a inspeccionar la casa.
Al terminar la inspección, junto con un gran abrazo le dio la llave de la casa al carpintero y le dijo: “Esta es tu casa. Quiero que sea mi regalo para ti y tu familia por tantos años de buen servicio a mi lado”. 

 
El carpintero sintió que el mundo se le venía encima… Grande fue la vergüenza interior que sintió al recibir la llave de la casa, ¡de su propia casa!

¡Ay!, si hubiese sabido con antelación que estaba construyendo su propia casa, ¡la habría hecho todo de una manera tan diferente!, ¡se habría esforzado mucho más para que todo hubiera resultado perfecto! 


Pero ya era demasiado tarde....


martes, 24 de noviembre de 2009

Sobre los mayores

Hay épocas de nuestra vida que vemos la vejez y la ancianidad muy lejanas (¿recordáis cuando una persona de 40 años era para nosotros una persona muy mayor?), pero poco a poco nos vamos acercando a ese momento tanto en lo personal como en las personas que nos rodean. ¡Es la ley de la vida, todos nos hacemos mayores!


El video que viene a continuación es un cortometraje griego de hace un par de años que nos hace reflexionar sobre el trato que damos a los ancianos, especialmente a los que tenemos más próximos a nosotros: nuestros padres. Ya hubo una entrada sobre este tema, pero no viene mal retomarlo.


Creo que merece la pena hacer un paréntesis en nuestras múltiples ocupaciones y dedicar cinco minutos para verlo porque es sumamente sugerente y profundo dentro de su sencillez.

¡Espero que os guste!



viernes, 16 de enero de 2009

Cuando sea viejo

Estos días pasados he tenido un contacto mayor con personas ancianas: he estado diciendo misa en una residencia, visitando un misionero con el que viví hace años y ahora tiene Alzheimer, y me he quedado impresionado de todo este mundo al que estamos abocados cuando nos hacemos mayores, con un sentimiento dulce-triste de la realidad, y me he acordado del texto que esta semana comparto con todos y que me hace meditar un poco en estos temas.


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CUANDO SEA VIEJO


El día que esté viejo y ya no sea el mismo, ten paciencia y compréndeme.


Cuando derrame comida sobre mi camisa y olvide cómo atarme mis zapatos, recuerda las horas que pase enseñándote a hacer las mismas cosas.


Si cuando conversas conmigo, repito y repito las mismas palabras que sabes de sobra como termina, no me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño, para que te durmieras tuve que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que cerrabas los ojitos.


Cuando estemos reunidos y sin querer haga mis necesidades, no te avergüences y compréndeme que no tengo la culpa de ello, pues ya no puedo controlarlas. Piensa cuantas veces cuando niño te ayude y estuve paciente a tu lado esperando a que terminaras lo que estabas haciendo.


No me reproches porque no quiera bañarme; no me regañes por ello. Recuerda los momentos que te perseguí y los mil pretextos que te inventaba para hacerte más agradable tu aseo. Acéptame y perdóname. Ya que soy el niño ahora.


Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas tecnológicas que ya no podré entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario para no lastimarme con tu sonrisa burlona. Acuérdate que yo fui quien te enseñó tantas cosas. Comer, vestirte y tu educación para enfrentar la vida tan bien como lo haces, son producto de mi esfuerzo y perseverancia por ti.


Cuando en algún tiempo mientras conversamos me llegue a olvidar de que estamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerlo no te burles de mí; tal vez no era importante lo que hablaba y me conforme con que me escuches en ese momento.


Si alguna vez ya no quiero comer, no me insistas. Sé cuanto puedo y cuanto no debo. También comprende que con el tiempo ya no tengo dientes para morder ni gusto para sentir.


Cuando me fallen mis piernas por estar cansadas para andar, dame tu mano tierna para apoyarme como lo hice yo cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernas.


Por último, cuando algún día me oigas decir que ya no quiero vivir y solo quiero morir, no te enfades. Algún día entenderás que esto no tiene que ver con tu cariño o cuánto te ame. Trata de comprender que ya no vivo sino que sobrevivo.


Siempre quise lo mejor para ti y he preparado los caminos que has debido recorrer. Piensa entonces que con el paso que me adelanto a dar estaré construyendo para ti otra ruta en otro tiempo, pero siempre contigo.


No te sientas triste o impotente por verme como me ves. Dame tu corazón, compréndeme y apóyame como lo hice cuando empezaste a vivir.


De la misma manera como te he acompañado en tu sendero te ruego me acompañes a terminar el mío. Dame amor y paciencia, que te devolveré gratitud y sonrisas con el inmenso amor que tengo por ti.