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martes, 26 de junio de 2018

El sentido de la vida

Seguramente a todo el mundo le preocupa su futuro. ¿Qué será de uno cuando pasen los años? ¿Estaré mejor o peor?

Es una pregunta para la que no hay respuesta objetiva pues en gran medida no depende de la persona, pero sí hay algo que podemos hacer: soñar cómo nos gustaría que fuese.
La historia que comparto esta semana, titulada El sentido de la vida, trata de la importancia de creer en lo bueno y tener fe para llegar a ello, con independencia de las dificultades y fracasos que tengamos en la vida.

Pero no una fe pasiva que está a la espera de acontecimientos, sino una fe activa, que se mueve y lucha por su sueño.  Aquí va a continuación.

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El sentido de la vida


Sólo tu fe hará que sigas adelante cuando te encuentres ante un muro.
Que te levantes cuando caigas o que lo intentes otra vez cuando fracases.
Porque la fe mueve montañas.


No la fe ciega del que se niega a comprender,
del que no sabe y se conforma con no saber
–eso no es fe: eso es ceguera-,
Sino una fe de hombre y mujer que busca y lucha por sus sueños, una fe activa:



Fe de vida y de esperanza.
Fe en ti mismo y en los demás, en su nobleza,
en la verdad de sus razones y hasta en sus buenas intenciones.
Fe en esta luz del nuevo día y en sus promesas y alegrías.


En la bondad, en la justicia, en este mundo y en el otro,
en el Dios todo poderoso y en el amor que todo lo puede.


Fe en lo imposible si es hermoso.
En el futuro, en el presente,
En que no hay mal que siempre dure,
En cualquier caso, sobre todo y frente a todo:
¡Fe!



La Historia de la Semana

viernes, 18 de febrero de 2011

El mensaje del anillo

Una de las características de las personas grandes de corazón es el 'saber estar' en todo momento y lugar: tanto si las cosas van bien como si van mal, saben distinguir la parte que corresponde a la propia responsabilidad (y aceptar las consecuencias), como la parte que escapa al control de cada uno. 


De la misma manera, 'saben estar' en medio de cualquier tipo de personas, tanto si son cultas como ignorantes, ricas o pobres, viejas o jóvenes.

El cuento de esta semana trata precisamente de saber mantener la integridad personal en medio de cualquier circunstancia, tanto si es buena o agradable como si es mala o triste, sin dejar que se nos nuble la visión, y así poder tener una visión objetiva de las cosas.

Y es que en el camino de la vida hay que ir adquiriendo esta madurez personal para afrontar cualquier situación siempre con fe y esperanza en el futuro.

Y sin más, aquí va El mensaje del anillo.


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El mensaje del anillo

Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte: "Me están haciendo un precioso anillo, con un diamante extraordinario, y quiero guardar dentro de él un mensaje muy breve, un pensamiento que pueda ayudarme en los momentos más difíciles, y que ayude a mis herederos y a los herederos de mis herederos, para siempre".

Aquellos sabios podrían haber escrito grandes tratados sobre muchos temas, pero escribir un mensaje de sólo dos o tres palabras era bastante más complicado. 


Pensaron, buscaron en sus libros, pero no encontraban nada. El rey lo consultó entonces con un anciano sirviente por el que sentía un gran respeto. Aquel hombre le dijo: "Hace muchos años estuve unos días al servicio de un gran amigo de tu padre. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me entregó este diminuto papel doblado. Me insistió en que no lo leyera antes de necesitarlo de verdad, cuando todo lo demás hubiera fracasado. Ahora es tuyo. Tómalo y ponlo en tu anillo".
 
Aquel momento de necesidad no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió su reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos le perseguían. Llegó a un lugar donde el camino se acababa. No había salida. Frente a él había un precipicio. Tampoco podía volver, porque el enemigo le cerraba el paso. Ya escuchaba el trotar de los caballos de sus perseguidores. Cuando iba a rendirse, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y leyó el misterioso mensaje. Tenía sólo tres palabras: "Esto también pasará".

Tuvo fuerzas entonces para resistir un poco más. Sus enemigos debieron de perderse en el bosque, pues poco a poco dejó de escucharse el trote de los caballos. El rey recobró el ánimo, regresó, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Hubo una gran celebración, con banquete, música y bailes. Se sentía muy orgulloso de su triunfo. 

El anciano estaba sentado a su lado, en un lugar preferente, y le dijo: "Ahora también es un buen momento para leer el mensaje". "¿Qué quieres decir?", preguntó el rey. "Ese mensaje no es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero".
El rey volvió a leerlo, y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero su orgullo, su altivez, su egolatría, habían desaparecido.

Comprendió que todo pasa, que ningún éxito o fracaso son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza, y hay que aceptarlos como parte de la naturaleza, porque pertenecen a la misma esencia de las cosas.


(Las fotos son paisajes de los Picos de Europa, en Asturias) 


La Historia de la Semana

jueves, 20 de enero de 2011

Canto a la esperanza

La anterior entrada del blog era una invitación a sonreir frente a las adversidades de la vida y a ver las situaciones en perspectiva para tener una idea más objetiva de las cosas.

Detrás de todo ello late con fuerza la esperanza en un futuro mejor. Pero, ¿dónde ponemos nuestra esperanza? 

Esta semana comparto una poesía de José Luis Martín Descalzo titulada Canto a la esperanza que recoge muy bien este sentimiento. Y además con conocimiento de causa: la escribió cuando estaba a punto de fallecer después de una larga enfermedad.

Porque al final, cuando todo lo demás se desmorona, quien sigue dando un soplo de esperanza es Dios, que anida en el corazón de cada ser humano. Y sigue siendo la mejor esperanza. 

¡Espero que os guste!

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Canto a la esperanza


Nunca podrás, dolor, acorralarme.
Podrás alzar mis ojos hacia el llanto,
secar mi lengua, amordazar mi canto,
sajar mi corazón  y desguazarme.


Podrás entre tus rejas encerrarme,
destruir los castillos que levanto,
ungir todas mis horas con tu espanto.
Pero nunca podrás acorralarme.


Puedo amar en el potro de tortura.
Puedo  reir cosido por tus lanzas.
Puedo ver en la oscura noche oscura.
Llego, dolor, a donde tú no alcanzas.




Yo decido mi sangre y su espesura.
Yo soy el dueño  de mis esperanzas.
En medio de la sombra y de la herida
me preguntan si creo en Ti. Y digo
que tengo todo cuando estoy contigo:
el sol, la luz, la paz, el bien, la vida.


Sin Ti  el sol es luz descolorida.
Sin Ti  la paz es cruel castigo.
Sin Ti  no hay bien ni corazón amigo.
Sin Ti  la vida es muerte repetida.




Contigo el sol es luz enamorada,
y contigo la paz es paz florida.
Contigo el bien es casa reposada,
y contigo la vida es sangre ardida.
Pues si me faltas Tú, no tengo nada:
ni sol, ni luz, ni paz, ni bien, ni vida.


Sin Ti, Señor, la muerte.
Contigo, Señor, la vida.

José Luis Martín Descalzo


La Historia de la Semana

sábado, 5 de septiembre de 2009

El sastre, el zar y su oso

Siempre se dice que la esperanza es lo último que se pierde.  Y seguramente todos tenemos experiencia de ello en nuestra vida.

La historia de esta semana es un cuento de Jorge Bucay que desde que lo leí me encantó y lo he utilizado algunas veces. Trata sobre la esperanza en las situaciones más comprometidas, pero no sólo: también hay que añadir unas pinceladas de creatividad e imaginación para que todo vaya sobre ruedas.

Se titula El sastre, el Zar y su oso. Y hablando de esperanza, espero que os guste tanto como a mí.

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El sastre, el zar y su oso

Esta es la historia de un sastre, un zar y su oso.
Un día el zar descubrió que uno de los botones de su chaqueta preferida se había caído. El zar era caprichoso, autoritario y cruel (como todos los que se enmarañan por demasiado tiempo en el poder), así que, furioso por la ausencia del botón mandó a buscar al sastre y ordenó que a la mañana siguiente fuera decapitado por el hacha del verdugo.
Nadie contradecía al emperador de todas las Rusias, así que la guardia fue hasta la casa del sastre y arrancándolo de entre los brazos de su familia lo llevó a la mazmorra del palacio para esperar allí a su muerte.
Al atardecer, cuando el guarda de la cárcel le llevó al sastre la última cena, éste meneó la cabeza y musitó:
- Pobre Zar.
El guardia no pudo evitar la carcajada:
- ¿Pobre del Zar? Pobre de tí. Tu cabeza quedará bastante lejos de tu cuerpo mañana mismo.
- Tú no entiendes -dijo el sastre- ¿qué es lo más importante para nuestro zar?
- ¿Lo más importante?, contestó el guardia. No sé... su pueblo.
- No seas estúpido. Digo algo realmente importante para él.
- ¿Su esposa?
- ¡Más importante!
- ¡Los diamantes!, creyó adivinar el carcelero.
- ¿Qué es lo que más le importa al zar en el mundo?
- ¡Ya sé!... su oso.
- Eso. Su oso.
- ¿Y?
- Mañana, cuando el verdugo termine conmigo, el zar perderá su única oportunidad para conseguir que su oso hable.
- ¿Tú eres entrenador de osos?.
- Un viejo secreto familiar..., -dijo el sastre- en fin, pobre Zar...
Deseoso de ganarse los favores del zar, el pobre guardia corrió a contarle al soberano su descubrimiento. El zar estaba encantado. Mandó a buscar inmediatamente al sastre y cuando lo tuvo frente a sí le ordenó:
- ¡Enséñale a mi oso nuestro lenguaje!
El sastre bajó la cabeza y dijo:
- Me encantaría complacerte ilustrísima, pero enseñar a hablar a un oso es una tarea árdua y lleva tiempo... y, lamentablemente, tiempo es lo que menos tengo.
- ¿Cuánto tiempo llevaría el aprendizaje?, preguntó el zar.
- Depende de la inteligencia del oso...
- ¡El oso es muy inteligente! -interrumpió el zar. De hecho es el oso más inteligente de todos los osos de Rusia.
-Bien, si el oso es inteligente... y siente deseos de aprender... yo creo... que el aprendizaje duraría... duraría... no menos de... DOS AÑOS.
El zar pensó un momento y luego ordenó:
- Bien, tu pena será suspendida por dos años, mientras tú entrenas al oso. ¡Mañana empezarás!
- Alteza -dijo el sastre- si tú mandas al verdugo a ocuparse de mi cabeza, mañana estaré muerto, y mi familia se las ingeniará para sobrevivir. Pero si me conmutas la pena, ya no tendré tiempo para dedicarme a tu oso... deberé trabajar como sastre para mantener a mi familia.
- Eso no es problema -dijo el zar. A partir de hoy y durante dos años tú y tu familia estarán bajo la protección real. Serán vestidos, alimentados y educados con el dinero del zar y nada que necesiten o deseen les será negado... Pero, eso sí... si dentro de dos años el oso no habla... te arrepentirás de haber pensado en esta propuesta... rogarás haber sido muerto por el verdugo... ¿entiendes, verdad?.
- Sí, alteza.
- Bien... ¡Guardias! -gritó el zar- que lleven al sastre a su casa en el carruaje de la corte, denle dos bolsas de oro, comida y regalos para sus niños. ¡Ya!... ¡fuera!. El sastre, en reverencia y caminando hacia atrás, comenzó a retirarse mientras musitaba agradecimientos.
- No olvides- le dijo el zar apuntándolo con el dedo directamente a la frente. Si en dos años el oso no habla...
Cuando todos en la casa lloraban por la pérdida del padre de familia, el sastre apareció en la casa en el carruaje del zar, sonriente, eufórico y con regalos para todos. La esposa del sastre no salía de su asombro. Su marido que pocas horas antes había sido llevado al calabozo volvía ahora, exitoso, acaudalado y exultante... Cuando estuvieron solos el hombre le contó los hechos.
- Estás LOCO -chilló la mujer- enseñar a hablar al oso del zar. Tú, que ni siquiera has visto un oso de cerca. Estás loco... enseñar a hablar a un oso... Loco, estás loco.
- Calma mujer, calma. Mira, me iban a cortar la cabeza mañana al amanecer, y ahora tengo dos años más... En dos años pueden pasar tantas cosas...
- En dos años. siguió el sastre- se puede morir el zar, me puedo morir yo... y lo más importante: ¡Puede que hable el Oso!

Jorge Bucay

viernes, 5 de diciembre de 2008

Una gota de esperanza

Este fin de semana es muy especial para mí, pues se cumplen cuatro años del fallecimiento de Fernando Rielo, maestro, padre y amigo, de quien aprendí cuanto intento llevar a la práctica en mi vida cotidiana, tanto en lo espiritual como en lo humano.

Entre otras muchas cosas, nos decía que somos esperanza y fermento para la sociedad. Por eso, en homenaje suyo, os envío este relato sobre la esperanza, con la ilusión de que todos seamos realmente esperanza para los demás, empezando por nuestros seres queridos.

Un abrazo muy fuerte y muchas gracias por vuestra amistad.


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UNA GOTA DE ESPERANZA

En la ladera de una montaña había una fuente conocida por todos como "La Fuente de la Esperanza". Todo aquel que estaba deprimido o desanimado por alguna dificultad, bastaba con que bebiera un poco de aquella agua para llenarse de esperanza y tener fuerzas para superar su dificultad, por imposible que pareciera. Esto hacía que los habitantes de aquella región estuvieran siempre alegres a pesar de los problemas.

Pero un día la fuente se secó y ya no pudieron beber su agua. Esto fue catastrófico. El desánimo y la desesperanza se apoderó de todos. Dejaron de estar alegres y se volvieron terriblemente pesimistas.

Sólo hubo un niño que no perdió la esperanza.

Todas las mañanas acudía a la fuente esperando que volviera a caer el agua. Y allí se pasaba el día entero. Los que le veían le decían que se marchara porque estaba perdiendo el tiempo; la fuente se había secado para siempre. Pero él no les hacía caso. Todos los días, semana tras semana, no dejó de ir a la fuente. Algunos hasta se burlaban de él y le tomaban el pelo. Era imposible que saliera agua porque el manantial de donde se alimentaba la fuente estaba cegado por la tierra.

Una mañana de tantas, cuando todo parecía perdido, el niño vio con sorpresa que de la fuente iba a caer una gota de agua. Era la última gota de esperanza que le quedaba. A toda prisa puso su mano para recogerla y se fue entusiasmado a enseñársela a todos.

Pero nadie le hizo caso. Aquello era una gota insignificante que no valía ya para nada. Le dijeron que la tirara donde quisiera porque ya no había nada que hacer. La esperanza estaba perdida sin remedio.

El pobre niño se marchó muy triste y desanimado. Así que fue al pozo de donde bebían todos y tiró allí su gota de agua.
Sin embargo, aquella única gota de agua tenía la esperanza tan concentrada en su interior, que cuando se mezcló con el agua del pozo, hizo que todo él se contagiara de esperanza.

Al día siguiente, cuando todos bebieron de aquel agua, quedaron nuevamente llenos de esperanza. Cuando se enteraron de que había sido por la gota de agua que el niño había echado, fueron a darle las gracias porque fue el único que continuó esperando contra toda esperanza.

Y desde entonces, aquel pozo fue conocido por todos como el Pozo de la Esperanza.

viernes, 24 de octubre de 2008

La juventud

A veces pensamos, viendo el ambiente que nos rodea, que la juventud de hoy 'está perdida'.


Pero siempre hay lugar a la esperanza. Yo apuesto por ello, por su futuro, como el autor del texto que sigue (¡¡seguramente sólo hace falta que lo vean en nosotros, los mayores!!)


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LA JUVENTUD



Lo importante de la juventud es haber producido una gran cosecha:



- De la vehemencia y el entusiasmo surgirá la paz y la serenidad.



- De la ilusión brotará la lucidez.



- Del optimismo, la esperanza.



- De la risa fácil y la alegría ruidosa, el apacible y agudo sentido del humor.



- De la capacidad de asimilación nacerá la riqueza interior.



- Del interés abierto a todo llegará la experiencia abierta a todo.



- El ímpetu y el vigor producirán la paciencia y la dulzura.



- La búsqueda inquieta de la felicidad concluirá en el aprecio del bien poseído.



- De la fe en los demás llegará la indulgencia y la comprensión de todos.



- De la alegría de vivir, el gozo de haber vivido.



- De la necesidad de amar y ser amado surgirá la derrota de todos los egoísmos y un amor, al fin, plenamente desprendido.



(Del libro Razones, de José Luis Martín Descalzo)