A veces, meditando sobre el comportamiento de algunas personas, pienso que estamos bastante mal acostumbrados.
Me explico: hemos oído en muchas ocasiones que Dios todo lo puede, que es el que domina la tierra, que todo ocurre bajo su voluntad,... y nos olvidamos de que cada uno de nosotros somos sus manos, sus brazos, sus ojos,... y que nos corresponde actuar en consecuencia, sin eludir nuestras obligaciones.
Resulta mucho más sencillo esperar que Dios haga el trabajo que nos corresponde a nosotros; y si el asunto sale mal, echarle la culpa.
La historia de esta semana me ha servido para recordar estas cosas y el papel que necesariamente tengo que desempeñar a mi alrededor, siendo instrumento de paz, de amor, de esperanza,...
Y como me ha venido muy bien, aquí comparto este texto titulado Dios y tú.
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Dios y tú
Sólo Dios puede dar la paz,
pero tú puedes suscitar la concordia.
Sólo Dios es la vida,
pero tú puedes devolver a otros el deseo de vivir.
Sólo Dios puede dar amor,
pero tú puedes enseñar a amar a los demás.
Sólo Dios puede dar la fuerza,
pero tú puedes sostener al desfallecido.
Sólo Dios puede dar la fe,
pero tú puedes dar tu testimonio.
Sólo Dios puede dar la esperanza,
pero tú puedes dar confianza a tus hermanos.
Sólo Dios es la luz,
pero tú puedes hacerla brillar a los ojos de todos.
Sólo Dios es el camino,
pero tú puedes mostrarlo a los demás.
Sólo Dios puede hacer lo que parece imposible,
pero tú puedes hacer lo que es posible.
Sólo Dios se basta a sí mismo...
pero prefiere contar contigo.
La Historia de la Semana
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