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domingo, 27 de mayo de 2018

El viejo maestro

En muchas ocasiones no podemos evitar que nuestras reacciones dependan de las actitudes de las personas que nos rodean. Vivimos en un mundo de relaciones y la interacción con los demás ejerce su influencia.

Sin embargo, un signo de madurez personal es precisamente saber estar por encima de las opiniones de los demás y actuar con un criterio propio. 
Thomas de Kempis, en su famoso libro Imitación de Cristo, dice una frase a este respecto muy significativa: No eres más porque te alaben, ni menos porque te critiquen; lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más.

La historia de esta semana, titulada El viejo maestro, nos recuerda que lo importante a la hora de actuar es precisamente lo que llevamos dentro del corazón, no las provocaciones que vienen de fuera, actuando siempre con serenidad como signo de la madurez personal.

¡Espero que os sirva tanto como a mí!
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El viejo maestro

Había una vez hace mucho tiempo un viejo maestro en el arte de la guerra, ya retirado, que se dedicaba a enseñar el arte de la meditación a sus jóvenes alumnos. A pesar de su avanzada edad, corría la leyenda que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario.


Cierto día apareció por allí un guerrero con fama de ser el mejor en su género. Era conocido por su total falta de escrúpulos y por ser un especialista en la técnica de la provocación. 

Este guerrero esperaba que su adversario hiciera el primer movimiento y después con una inteligencia privilegiada para captar los errores del contrario atacaba con una velocidad fulminante. Nunca había perdido un combate.

Sabiendo de la fama del viejo maestro, fue allí para derrotarlo y así aumentar su fama de invencible. El viejo aceptó el reto y se vieron en la plaza pública con todos los alumnos y gentes del lugar. El joven empezó a insultar al viejo maestro. Le escupió, tiró piedras en su dirección, le ofendió con todo tipo de desprecios a él, sus familiares y antepasados. 

Durante varias horas hizo todo para provocarlo, pero el viejo maestro permaneció impasible. Al final de la tarde, exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró.

 Los discípulos corrieron hacia su maestro y le preguntaron cómo había soportado tanta indignidad de manera cobarde sin sacar su espada, asumiendo el riesgo de ser vencido.

-Si alguien te hace un regalo y tú no lo aceptas, ¿a quién pertenece ese regalo? -preguntó el viejo maestro.

-A quien intentó entregarlo -respondió un discípulo.

-Pues lo mismo vale para la rabia, la ira, los insultos y la envidia -dijo el maestro- : Cuando no son aceptados continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo.


La Historia de la Semana

viernes, 31 de diciembre de 2010

El desahogo

No es fácil mantener el equilibro y la paz interior frente a los estímulos externos que nos rodean. Y en ocasiones nos afectan más de lo que nos gustaría. 


Por desgracia no hay una píldora mágica que nos devuelva la paz interior cuando la necesitamos, pues requiere mucha reflexión y meditación continuada, pero al menos podemos ser conscientes de las situaciones para que no nos desborden, ya que la clave está siempre dentro de nosotros mismos.


Esto es lo que me ha recordado la historia de esta semana, El desahogo, que espero os guste.


¡Feliz entrada de año!

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El desahogo

Un hijo, enfadado con la vida, va donde su madre y le dice:

- Hoy me siento tan molesto por lo injusto de algunas cosas de la vida que quisiera descargarme con alguien o con algo...

La madre se queda tranquila, lo mira y le dice:

- Muy fácil: ve al mar, grítale todo lo que sientes, dile todo lo feo que desees decir, saca todo eso que tienes en estos momentos y échaselo en cara al mar y sus olas.

El hijo así lo hizo. Fue al mar y le dijo todo lo imaginable; descargó su desprecio, su rabia y su dolor... y regresó donde su madre.

- ¡Ya lo he hecho madre! - le dijo.
- ¿Y cómo te sientes ahora?
- Pues aliviado, me he quitado un gran peso de encima.

- ¡Qué bien!... ahora ve otra vez, párate en el mismo lugar y esta vez dile al mar las cosas más hermosas que tengas en tu corazón....

El hijo se quedó extrañado ante esta segunda sugerencia, pero obedeció. Se dirigió otra vez hacia el mar, aunque esta vez, ya calmado, le dijo las cosas más hermosas que pudieron salir de su corazón... 
Y regresó a donde su madre.

- Ya lo he hecho madre...

- Cuéntame que te ha dicho el mar cuando le has insultado.
- Nada madre- respondió el hijo.

- ¿Y qué te ha respondido el mar cuando le has dicho cosas hermosas?
- Tampoco me ha respondido nada madre...

- Entonces aprende algo importante hijo mío: pase lo que pase hay que ser ecuánimes en esta vida. No permitas que nada te saque de tus casillas y te haga perder la paz y la serenidad.


viernes, 15 de octubre de 2010

Decálogo de la serenidad


En los tiempos que corren es difícil comprometerse formalmente con algo, y más si es para toda una vida. Pero no nos cuesta tanto cuando son pequeñas cosas que podemos asumir de manera más fácil.

Viene esto a cuento de la historia de esta semana que acabo de releer y comparto con todos. Es un texto famoso del Papa Juan XXIII que circula por la red y seguramente ya lo conoceréis, pero me ha parecido oportuno reenviarlo. 



A mí me recuerda la importancia de vivir cada instante poniendo todo mi corazón en lo que hago, y así, paso a paso, ir construyendo la propia vida. 

Aquí os dejo con este Decálogo de la Serenidad

¡Que lo disfrutéis!


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Decálogo de la Serenidad

1.- Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.


2.- Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto, seré cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar o disciplinar a nadie sino a mí mismo.



3.- Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino también en éste.

4.- Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que todas las circunstancias se adapten a mis deseos.

5.- Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura, recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.

6.- Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.

7.- Sólo por hoy haré por lo menos una sola cosa que no deseo hacer, y si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.


8.- Sólo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré cabamente, pero lo redactaré y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
9.- Sólo por hoy creeré firmemente, aunque las circunstancias demuestren lo contrario, que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie más existiera en el mundo.

10.- Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y creer en la bondad.

Juan XXIII