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viernes, 24 de octubre de 2014

Get out!

Muchas personas tienen bastante miedo a los cambios. Las situaciones nuevas las dejan descolocadas y sin capacidad de reacción.

Sin embargo yo pienso que precisamente hay que saber aprovechar las novedades para explorar caminos que de otra forma no se nos ocurrirían, potenciando la creatividad.

Esta semana comparto una película de animación que trata de este tema titulada Get out!, algo así como ¡Sal fuera!, en el que un psiquiatra intenta convencer a una persona miedosa de la necesidad de traspasar una puerta.

Este tema de ayudarnos a superar los miedos que nos atenazan ya ha salido en varias entradas del blog, entre ellas ésta de Supera tu miedo.

Aunque tiene los subtítulos en inglés se sigue muy bien.  Al principio el video parece un poco alarmante y angustioso, pero el final es realmente sorprendente y original. Aquí va a continuación.




La Historia de la Semana

jueves, 24 de octubre de 2013

Nuestro mayor miedo...

Coach Carter es una película americana estrenada el año 2005 basada en una historia real: 

un entrenador de baloncesto de un equipo de secundaria que intenta inculcar a sus chicos que su futuro en la vida va mucho más allá de las pandillas, de las drogas, de las peleas,... y no duda en clausurar el equipo por las bajas calificaciones de sus miembros.

A pesar de las críticas que recibió, consiguió alejar a los jóvenes de las calles y aumentar su rendimiento escolar.

Me ha parecido interesante compartir este momento de la película en que habla de superar los miedos personales para poder afrontar las circunstancias de la vida.

Este tema ya salió en otro artículo titulado Supera tu miedo. Espero que os guste y os sirva.



La Historia de la Semana

jueves, 14 de marzo de 2013

Temores

¿Quién no ha sentido miedo en alguna ocasión?  El miedo es un sentimiento muy humano que muchas veces nos ayuda para no correr riesgos innecesarios.

Pero también es cierto que en muchas ocasiones nos corta iniciativas que de haberlas seguido habrían aumentado nuestro potencial.

La historia de esta semana trata precisamente sobre los temores, y está sacada de un texto del premio nobel Ernest Hemingway, escritor estadounidense muy conocido, y autor de la famosa novela El viejo y el mar.

El tema de la superación del miedo está muy bien representado en este video que ya salió por blog.

Los temores ante lo nuevo, lo inesperado, lo que no controlamos, ... suelen estar presentes en nosotros; pero muchas veces son una apreciación subjetiva que podemos superar con esfuerzo y valentía. 

Yo aún recuerdo el temores que tenía sobre todo a hacer el ridículo cuando era joven... ¡gracias a Dios creo que ya lo he superado en estos momentos! 

Y sin más aquí va el texto titulado Temores, para que pensemos un poco en los nuestros y podamos superarlos.
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Temores

Temía estar solo, hasta que aprendí a quererme a mí mismo.

Temía fracasar, hasta que me di cuenta que únicamente fracaso cuando no lo intento.

Temía lo que la gente opinara de mí, hasta que me di cuenta que de todos modos opinan.

Temía me rechazaran, hasta que entendí que debía tener fe en mí mismo.


Temía al dolor, hasta que aprendí que éste es necesario para crecer. 

Temía a la verdad, hasta que descubrí la fealdad de las mentiras.

Temía a la muerte, hasta que aprendí que no es el final, sino más bien el comienzo.

Temía al odio, hasta que me di cuenta que no es otra cosa más que ignorancia.

Temía al ridículo, hasta que aprendí a reírme de mí mismo.

Temía hacerme viejo, hasta que comprendí que ganaba sabiduría día a día.
 

Temía al pasado, hasta que comprendí que es sólo mi proyección mental y ya no puede herirme más.

Temía a la oscuridad, hasta que vi la belleza de la luz de una estrella.

Temía al cambio, hasta que vi que incluso la mariposa más hermosa necesitaba pasar por una metamorfosis antes de volar.

Que nuestras vidas cada día tengan más vida; y si nos sentimos desfallecer, no olvidemos que al final siempre hay algo más.



La Historia de la Semana

miércoles, 7 de marzo de 2012

El monje y el samurai

Las últimas entradas del blog tenían como referencia al tema del miedo y su superación (Mirar sin ver y Supera tu miedo), y me han hecho recordar uno de los primeros cuentos que escuché en un taller de cuentacuentos.

Cada etapa de la vida suele tener sus miedos más o menos definidos: los niños a la oscuridad, los mayores a la muerte, los adultos al compromiso,... y a veces tienen una base cierta que no se puede obviar. 

Pero también es cierto que los miedos se pueden superar y en muchas ocasiones con resultados totalmente inesperados. 

El cuento de esta semana, titulado El monje y el samurai, trata precisamente de esto. El protagonista está 'muerto de miedo', pero ello no le impide cumplir con lo que le dicta su conciencia.

Aquí va y espero que os guste.
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El monje y el samurai

Erase una vez, en un lugar muy apartado del lejano oriente, un monasterio en el que vivía un joven monje con fama merecida de ser fiel cumplidor de su palabra.

Un día le encargaron llevar una carta urgentemente al gobernador de la ciudad por un asunto muy importante, debiéndola entregar personalmente, y sólo confiaban en él.

Tras un día de caminata, al llegar a la ciudad notó que había mucha gente congregada en torno al único puente que daba acceso a la misma. Y allí le contaron que un samurai se había apostado en el puente desafiando a muerte a los cien primeros hombres que quisieran entrar en la ciudad, para demostrar así su destreza y poder quedarse al servicio del gobernador. 

Ya había matado a 99 hombres, cuyos cadáveres estaban allí cerca tirados a la orilla del río.

Nuestro joven monje había dado palabra de cumplir su encargo, así que superando su miedo se adelantó para cruzar el puente.

- No puedes pasar si no me desafías, le dijo el samurai.

- Tengo mucha prisa para entregar una carta al gobernador, le respondió el monje, una carta por un asunto muy importante. Si me dejas pasar, te prometo que volveré y lucharé contigo.

El samurai se extrañó mucho por la propuesta, pero dada la urgencia y que era para el gobernador, la encontró razonable. Así que le contestó:

- De acuerdo. Pero si no vuelves, iré a tu monasterio y desafiaré a todos los monjes.

Nuestro buen amigo, muerto de miedo, tras dejar el sobre fue a ver a su antiguo maestro y le pidió consejo, pues pensaba que si volvía al puente iba a morir; ¡pero si no lo hacía morirían sus hermanos!

El maestro, tras meditar unos momentos y conocedor de la situación, le respondió:

- Efectivamente, si vuelves creo que vas a morir. Pero has dado tu palabra y debes cumplirla, así que lo único que puedo hacer por ti es prepararte para una buena muerte. Mira, cuando el samurai te dé la espada, tú la colocas vertical sobre tu cabeza, cierras los ojos y piensas en Dios, con quien te encontrarás en poco tiempo. Todo será muy rápido y no sufrirás.

El joven monje, con más miedo que otra cosa, volvió al puente. El samurai en cuanto lo vio le tendió la espada para luchar.

El monje, sin decir palabra, la colocó sobre su cabeza como le había indicado el maestro, entornó los ojos y se concentró esperando el golpe certero del samurai. Este comenzó a observarlo tremendamente sorprendido.

- Es la primera vez que no me imploran que les perdone la vida, pensaba. No se ha movido nada y no se pone en la posición de defensa. ¿No será que tiene un golpe secreto que no conozco?

El monje, entretanto, seguía concentrado y muerto de miedo esperando el frío acero de la espada.

El samurai, cada vez más sorprendido, daba vueltas y más vueltas a su alrededor buscando un punto débil, y cada vez estaba más convencido de que el monje tenía un golpe maestro que iba a acabar con él en cualquier momento. Hasta que al fin se le acercó suplicante:

- ¡Por favor, no me mates! ¡Perdóname la vida y enséñame tu golpe maestro!

Aquí se pierde el rastro de esta historia. Hay quien dice que el monje lo acogió como discípulo y le enseñó lo que sabía; hay otros que dicen que el joven monje volvió corriendo a su monasterio para que el samurai no se diera cuenta de que no sabía nada de golpes maestros; y hay quien asegura que en ese momento, los 99 hombres que el samurai había matado resucitaron...


La Historia de la Semana

miércoles, 29 de febrero de 2012

Supera tu miedo

La anterior entrada del blog, Mirar sin ver, hacía referencia al miedo que sentimos de quedar mal ante los demás y cómo esto nos coacciona en la vida cotidiana.

Casi siempre suele ocurrir que el sentimiento de miedo está dentro de nosotros, en nuestra imaginación, y hay que hacer un esfuerzo de superación extra para que no nos domine y podamos actuar con normalidad.

El video de este semana me ha encantado porque trata precisamente de la superación del miedo, y refleja muy bien que está dentro de cada uno y cómo para superarlo hay que ponerse en situación límite.

El fondo musical corresponde a un extracto de Las Cuatro Estaciones de Vivaldi, la que corresponde a El verano.

Aquí va:



La Historia de la Semana

lunes, 27 de febrero de 2012

Mirar sin ver

En las últimas semanas he escuchado con relativa frecuencia hablar sobre el tema del miedo: miedo a una situación, miedo a una persona, miedo a las incertidumbres de la vida, miedo al compromiso,...

Por eso me ha parecido oportuno esta semana compartir esta historia que trata sobre uno de los prejuicios más extendidos que existen: el miedo al qué dirán de mí los demás.

En muchas ocasiones domina el sentimiento de lo que puedan opinar de uno los demás si obramos como nos dice el corazón, con la consecuencia de que no alcanzamos a desarrollarnos plenamente y no proyectamos todas las posibilidades que tenemos.

El cuento que comparto se titula Mirar sin ver, y es una adaptación extraída del libro La sabiduría de los cuentos, de Alejandro Jodorowsky.

¡A ver si os gusta!

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Mirar sin ver

Hasán, hombre rico y poderoso, abandonó su fortuna y su rango para estudiar con el maestro Abdul Efendi. El maestro decidió darle cuanto antes una pequeña lección. 

Le llamó y le dijo: “Ve al mercado y tráenos diez kilos de entrañas de cordero sobre tus espaldas.” 

Hasán lo hizo, quedó manchado con la carga y hubo pasar por toda la ciudad de esa guisa. Como era conocido le dio mucha vergüenza y pasó un verdadero suplicio al mirar y verse mirado por cada persona. 

Cuando llegó, el maestro le ordenó que fuera sin cambiarse de ropa a pedir un caldero prestado para hacer sopa con todo lo que había traído. Otra vez hubo de atravesar la ciudad con el mismo apuro de antes. Cuando volvió, el maestro le ordenó que se lavase y se pusiese ropa limpia.
 
Entonces le dijo: “Ahora vuelve por el camino que has recorrido dos veces, y pregunta a los transeúntes si han visto a un hombre cargado con entrañas de cordero o con un caldero.”


El fue y repitió la pregunta a todos los que encontró, pero todos le contestaron negativamente. Nadie se había fijado en tal hombre, y nadie lo había reconocido.

Así se lo refirió al maestro, y este le dijo: “Como ves, nadie te ha visto. Es decir, que te han visto sin verte. Nadie te ha reconocido. Eras tú quien proyectabas tu mirada sobre los demás. 


Aprende a ser lo que eres, a no proyectar tus miedos, y a reírte alegremente de los demás.”
 


La Historia de la Semana

martes, 29 de marzo de 2011

La rana del pozo

Las dificultades y los retos que encontramos en nuestro caminar diario tienen que ser oportunidad de progreso y crecimiento, nunca de miedo y vacilación.

En ocasiones lo desconocido nos paraliza y tomamos la decisión más conservadora. Pero también hay situaciones en las que hay que 'romper amarras' y atreverse a traspasar el umbral de lo desconocido.

Todos los grandes personajes de la historia han tenido un momento crucial en el que han dado el paso decisivo en sus vidas que ha marcado su futuro.

La historia de esta semana, La rana del pozo, quiere recordarnos la importancia de no conformarse con lo que somos, de no dejarse llevar por los prejuicios y de buscar siempre motivos de superación. 

No sólo encontraremos nuevos caminos, sino que abriremos paso a otros que están esperando una oportunidad.

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La rana del pozo

En un pozo profundo vivía una colonia de ranas. Llevaban su vida, tenían sus costumbres, encontraban su alimento y croaban a gusto haciendo resonar las paredes del pozo. Protegidas por su aislamiento, vivían en paz, y sólo tenían que guardarse del cubo que, de vez en cuando, alguien echaba desde arriba para sacar agua del fondo del pozo. 

Daban la alarma en cuanto oían el ruido de la polea, se sumergían bajo el agua o se apretaban contra la pared, y allí esperaban hasta que el cubo era izado y pasaba el peligro.

Fue a una rana joven a quien se le ocurrió pensar que aquel cubo podía ser una oportunidad en vez de un peligro. 

Allá arriba se veía algo así como una claraboya abierta, que cambiaba de aspecto según fuera de día o de noche, y en la que aparecían sombras y luces, formas y colores, que hacían presentir que allí había algo digno de conocerse. Y, sobre todo, estaba el rostro con trenzas de aquella figura bella y fugaz que aparecía sobre el brocal del pozo al arrojar y recoger el cubo todos los días. 

¡Había que conocer todo aquello! La rana joven habló, y todas las demás se le echaron encima: «Estás loca. Nosotras hemos nacido para estar aquí, y es aquí donde nos va bien y somos felices. Fuera del pozo la vida es angustiosa y absurda. ¿Cómo te atreves a ir contra las costumbres de todas? ¿Es que una rana jovenzuela como tú puede saber más que la experiencia de todas nosotras?».

La rana jovenzuela esperó pacientemente la próxima bajada del cubo. Se colocó estratégicamente, y en el momento en que el cubo comenzaba a subir dio un salto sobre él, ante el asombro y el horror de la comunidad batracia. El consejo de ancianos abominó de semejante actuación y prohibió que se hablara de ella. Había que salvaguardar la seguridad de la vida en el pozo.

Pasaron los meses y un buen día la rana aventurera se asomó al brocal del pozo. Desde abajo, todas miraban sin atreverse a decir nada. La rana fugitiva les habló de cómo se vivía fuera, de la variedad de alimento, de la libertad, del sol y las plantas, de cómo había sitio para todas, porque era muy grande y nunca se acaba de ver lo que había a lo lejos.


Desde abajo, las fuerzas del orden advirtieron a la rana que, si bajaba, sería ejecutada por alta traición. Hubo mucho revuelo, y algunas ranas quisieron comentar la propuesta, pero las autoridades las acallaron enseguida y la vida volvió a la normalidad de siempre. 

Sin embargo, a la mañana siguiente, la niña de las trenzas rubias se quedó asombrada cuando, al sacar el cubo, ¡vio que estaba lleno de ranas!


La Historia de la Semana

viernes, 4 de febrero de 2011

El miedo

El miedo es una sensación que muchas veces nos paraliza y nos 'corta las alas', impidiendo que demos lo mejor de nosotros mismos.

Y lo peor es que en muchas ocasiones su origen está dentro de nosotros mismos, sin causas externas que lo justifiquen, debido a temores sin fundamento.

Por eso me parece oportuno recordar esta historia titulada El miedo, para tomar conciencia de que, aun sintiendo miedo como todo el mundo, somos capaces de superarlo, dar un paso al frente y atravesar las puertas que se nos pongan por delante, porque de eso va el cuento: de atravesar la puerta y alcanzar la libertad interior.

¡Espero que os guste!
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El miedo

Hace mucho tiempo, en una tierra en guerra, había un rey que causaba espanto. Siempre que hacía prisioneros, no los mataba, sino que los llevaba a una sala donde había un grupo de arqueros de un lado y una inmensa puerta de hierro del otro, sobre la cual se veían grabadas figuras de calaveras cubiertas de sangre.

En esta sala el rey les hacía formar un círculo y les decía entonces... "Ustedes pueden elegir entre morir atravesados por las flechas de mis arqueros o pasar por esa puerta misteriosa". 

Todos tenían tanto pavor al rey que elegían ser muertos por los arqueros. 

Al terminar la guerra, un soldado que por mucho tiempo había servido con lealtad al rey se dirigió al soberano y le dijo:

—"Señor, ¿puedo hacerle una pregunta?"

Le respondió el rey:

—"Dime soldado". 
—"¿Qué había detrás de la horrorosa puerta?".
—"Ve y mira tú mismo", respondió el rey. 

El soldado entonces abrió temerosamente la puerta, y, a medida que lo hacía, rayos de sol entraron y aclararon el ambiente... y, finalmente, descubrió sorprendido que la puerta se abría sobre un camino que conducía a la libertad.

El soldado, admirado, sólo miro a su rey, que le decía: 
—"Yo les daba a ellos la elección, pero preferían morir antes que arriesgarse a abrir esta puerta".