martes, 3 de noviembre de 2020

El anciano profesor y el joven

La educación, además de ser una ciencia, es un arte que hay que aprender y cultivar desde una perspectiva trascendente para tener presente siempre el bien y el crecimiento del educando.

No solamente se trata de transmitir conocimientos de la ciencia que sea, sino de formar personas que sean capaces de no dejarse llevar por la moda imperante y asumir los valores que hacen una sociedad más justa.

Y para ello es necesario que el docente 'predique con el ejemplo' pues es la mejor manera de transmitir las vivencias personales.

Este es el caso de la historia de esta semana, El anciano profesor y el joven, en la que se pone de manifiesto que para enseñar no hace falta humillar al que es encontrado en falta. Es un poco larga pero espero les guste.
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El anciano profesor y el joven

Un anciano se encuentra a un joven quien le pregunta:
- ¿Se acuerda de mí?,  el anciano le dice que no.
Entonces el joven le dice que fue su alumno. Y el profesor le pregunta:
- ¿Qué estás haciendo, a qué te dedicas?

El joven le contesta:
- Bueno, me convertí en profesor.
- Ah, qué bueno, ¡cómo yo! -
le respondió el anciano.
- Pues, sí. De hecho, me convertí en profesor porque usted me inspiró a ser como usted.

El anciano, curioso, le pregunta al joven qué momento fue el que lo inspiró a ser profesor. Y el joven le cuenta la siguiente historia:

- Un día, un amigo mío, también estudiante, llegó con un hermoso reloj, nuevo, y decidí que lo quería para mí y lo robé, lo saqué de su bolsillo.
Poco después, mi amigo notó el robo y de inmediato se quejó a nuestro profesor, que era usted. Entonces, usted se dirigió a la clase:

- El reloj de su compañero ha sido robado durante la clase de hoy. El que lo robó, por favor que lo devuelva.

- No lo devolví porque no quería hacerlo.

Luego usted, cerró la puerta y nos dijo a todos que nos pusiéramos de pie y que iría uno por uno para buscar en nuestros bolsillos hasta encontrar el reloj. Pero nos dijo que cerráramos los ojos, porque lo buscaría solamente si todos teníamos los ojos cerrados.
Así lo hicimos, y usted fue de bolsillo en bolsillo, y cuando llegó al mío encontró el reloj y lo tomó. 
Usted continuó buscando los bolsillos de todos, y cuando terminó, dijo:

- Abran los ojos. Ya tenemos el reloj.

- Usted no me dijo nada, y nunca mencionó el episodio. Tampoco dijo nunca quién fue el que había robado el reloj. Ese día, usted salvó mi dignidad para siempre. Fue el día más vergonzoso de mi vida. Pero también fue el día que mi dignidad se salvó de no convertirme en ladrón y mala persona. 

Usted nunca me dijo nada, y aunque no me regañó ni me llamó la atención para darme una lección moral, yo recibí el mensaje claramente. Y gracias a usted entendí que esto es lo que debe hacer un verdadero educador. ¿Se acuerda de ese episodio, profesor?

Y el profesor responde:
- Yo recuerdo la situación del reloj robado, que busqué en todos, pero no te recordaba ...  porque yo también cerré los ojos mientras buscaba.



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