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lunes, 18 de junio de 2012

Tus hijos

En este último mes he participado en varios bautizos y comuniones, y he tenido ocasión de hablar ampliamente con padres y madres. 

He podido constatar que una de sus mayores preocupaciones en la educación de los hijos es el futuro que les aguarda en esta sociedad. 

Y por extensión, es también una preocupación de los educadores que quieren transmitir lo mejor a sus educandos.

El texto que comparto esta semana es un poema de Khalil Gibran, poeta libanés de principios del siglo XX, titulado Tus hijos, en el que recuerda que la misión de educar no es hacer 'copias' de los padres, sino enseñarles a ser ellos mismos y darles todo lo mejor que uno tiene.

La idea es similar a la que ya salió en el blog con el título de Enseñarás a volar, de la madre Teresa de Calcuta.

Aquí va a continuación, dedicado especialmente a algunas madres con todo cariño... ¡Espero que os guste!

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Tus hijos

Tus hijos no son tus hijos,
son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma.

No vienen de ti, sino a través de ti,
y aunque estén contigo,
no te pertenecen.

Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues
ellos tienen sus propios pensamientos.


Puedes abrigar sus cuerpos pero no sus almas,
porque ellas viven en la casa de mañana,
que no puedes visitar, ni siquiera en sueños.

Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerlos semejantes a ti
porque la vida no retrocede
ni se detiene en el ayer.

Tú eres el arco del cual tus hijos,
como flechas vivas son lanzados.

Deja que la inclinación, en tu mano de arquero,
sea para la alegría y felicidad.

Khalil Gibran

martes, 22 de mayo de 2012

Siempre aprendiendo

A partir de cierta edad, cuando llegan los cumpleaños uno hace inconscientemente balance de los años pasados y mira hacia atrás.

Los recuerdos se agolpan y algunos se reviven con especial cariño.

Pero también se mira hacia adelante: ¿qué me deparará el futuro?

Aunque es ciertamente una gran incógnita, estoy convencido que el futuro lo vamos labrando día a día con nuestros hechos y con nuestros sueños. Y uno que no puede faltar es el de seguir siempre aprendiendo, con la mente abierta a nuevas situaciones.

En la historia de esta semana comparto un texto que me ha llegado y que ilustra muy bien esta idea de aprender siempre en cualquier momento y en cualquier circunstancia, ¡incluso con 90 años!

Se titula Siempre aprendiendo y aquí va:

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Siempre aprendiendo

A los 9 años aprendí que mi profesora sólo me preguntaba cuando yo no sabía la respuesta.

A los 10 aprendí que era posible estar enamorado de cuatro chicas al mismo tiempo.

A los 12 aprendí que, si tenía problemas en la escuela, los tenía más grandes en casa.

A los 13 aprendí que, cuando mi cuarto quedaba del modo que yo quería, mi madre me mandaba a ordenarlo.

A los 15 aprendí que no debía descargar mis frustraciones en mi hermano menor, porque mi padre tenía frustraciones mayores y la mano más pesada.

A los 20 aprendí que los grandes problemas siempre empiezan pequeños.

A los 25 aprendí que nunca debía elogiar la comida de mi madre cuando estaba comiendo algo preparado por mi mujer.

A los 27 aprendí que el título obtenido no era la meta soñada.

A los 28 aprendí que se puede hacer, en un instante, algo que te puede doler la vida entera.

A los 30 aprendí que, cuando mi mujer y yo teníamos una noche sin chicos, pasábamos la mayor parte del tiempo hablando de ellos.

A los 33 aprendí que a las mujeres les gusta recibir flores, especialmente sin ningún motivo. 

A los 34 aprendí que no se cometen muchos errores con la boca cerrada. 

A los 38 aprendí que, siempre que estoy viajando, quisiera estar en casa; y siempre que estoy en casa me gustaría estar viajando.

A los 39 aprendí que puedes saber que tu esposa te ama cuando quedan dos galletas y elige la menor.

A los 42 aprendí que si estás llevando una vida sin fracasos no estás corriendo los suficientes riesgos.

A los 44 aprendí que puedes hacer a alguien disfrutar el día con solo enviarle una pequeña postal.

A los 47 aprendí que niños y abuelos son aliados naturales.

A los 55 aprendí que es absolutamente imposible tomar vacaciones sin engordar cinco kilos.

A los 63 aprendí que es razonable disfrutar del éxito, pero que no se debe confiar demasiado en él. Y que no puedo cambiar lo que pasó, pero puedo dejarlo atrás.

A los 64 aprendí que la mayoría de las cosas por las cuales me he preocupado nunca suceden.

A los 67 aprendí que si esperas a jubilarte para disfrutar de la vida, esperaste demasiado tiempo.

A los 71 aprendí que nunca se debe ir a la cama sin solucionar una pelea.

A los 72 aprendí que, si las cosas van mal, yo no tengo por qué ir con ellas.

A los 76 aprendí que envejecer es importante.

A los 91 aprendí que amé menos de lo que hubiera debido.

A los 92 aprendí que todavía me queda mucho por aprender.

jueves, 3 de mayo de 2012

El mejor trabajo del mundo

Aunque ya hemos puesto una entrada dedicada al Día de la Madre, (¡Gracias, mamá!) añadimos una más por medio de este video que acabo de recibir.

Se trata de un video titulado El mejor trabajo del mundo, y hace referencia al trabajo que hacen todas las madres del mundo para sacar adelante a sus hijos.

Es un anuncio realizado con ocasión de las próximas olimpiadas que se van a celebrar este verano en Londres, y, aunque está centrado en el papel que desempeñan las madres, me ha llamado mucho la atención por varios motivos que se pueden extrapolar al trabajo educativo:

- hace referencia al acompañamiento que el niño y el joven necesitan a lo largo de la vida.

- insiste en el apoyo incondicional, aun en los momentos de fracaso.

- busca los puntos fuertes en que destaca para potenciarlos y ser un elemento distintivo de los demás.

- está atento para reconocer las habilidades y aptitudes.

Pero lo mejor es pasar a verlo... y dedicarlo a las madres y a todos los que se desviven por los seres que quieren.


La Historia de la Semana

miércoles, 18 de abril de 2012

Enseñarás a volar

La tarea de educar es una de las tareas más hermosas que hay, pero también de las más sacrificadas y exigentes, como bien saben los padres.

Y una de las cuestiones más importantes para mí es responder a la pregunta: ¿el educando tiene que ser igual al maestro? O dicho de otra manera, ¿los hijos tienen que seguir la misma senda que los padres?

Es muy fácil que el educador intente, a veces inconscientemente, hacer copias de sí mismo en los alumnos (¡casi siempre con malos resultados!).

Yo creo que lo importante es transmitir las claves de un buen sistema de valores que permitan afrontar con perspectivas de éxito los retos que la vida va poniendo a cada uno, estando al lado acompañando y compartiendo todos los momentos, los buenos y los malos. 

Lo importante, como resalta el breve texto de esta semana de la Madre Teresa de Calcuta, es 'enseñar a volar', inculcar los valores importantes, aunque luego no vuelen como uno. 

Y la paradoja curiosa es que así, sin pretenderlo, es como más huella se deja en los demás. 

Aquí va Enseñarás a volar.

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Enseñarás a volar
 
Enseñarás a volar,
pero no volarán tu vuelo.

Enseñarás a soñar,
pero no soñarán tu sueño.

Enseñarás a vivir,
pero no vivirán tu vida.

Sin embargo…
en cada vuelo,
en cada vida,
en cada sueño,
perdurará siempre la huella
del camino enseñado.

Beata Madre Teresa de Calcuta

martes, 13 de marzo de 2012

La niña y la piedra

La acción educativa es una de las tareas más bonitas e importantes que podemos acometer en nuestro entorno.

Los que nos dedicamos a ello somos conscientes de la riqueza y también de la dificultad que comporta en estos tiempos.

La palabra 'educar' significa algo así como 'sacar de dentro': dar salida a todo lo bueno que el educando lleva en su interior. Por eso es buen educador el que sabe ver en cada persona la obra de arte inacabada en que consiste, y le ayuda a desarrollar todo ese potencial interior para aspirar a los más nobles valores para él mismo y para la sociedad.

La historia de esta semana, titulada La niña y la piedra, trata precisamente de este ver más allá de las apariencias externas y llegar a lo que es realmente importante.

¡Espero que os guste!

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La niña y la piedra

Cuentan que, en cierta ocasión, entró una niña en el taller de un escultor muy conocido. 

Por un largo rato estuvo disfrutando de todas las cosas asombrosas del taller: martillos, cinceles, pedazos de esculturas desechadas, bocetos... 

¡Pero lo que más le impresionó a la niña fue una enorme piedra en el centro del taller!

Era una piedra tosca, llena de magulladuras y heridas, desigual. La niña estuvo acariciando con sus ojos la piedra y, al rato, se marchó.

Volvió la niña al taller a los pocos meses y vio sorprendida que, en el lugar de la enorme piedra, se erguía un hermosísimo caballo que parecía ansioso de liberarse de la fijeza de la estatua y ponerse a galopar. 

La niña se dirigió al escultor y le dijo: 

¿Cómo sabías tú que dentro de la piedra se escondía ese caballo tan bonito?



La Historia de la Semana

miércoles, 11 de enero de 2012

Convencer vs Derrotar

Pasadas las fiestas de Navidad retornamos a los temas educativos, con un artículo que me ha parecido interesante para compartir.

Hay personas que se toman las discusiones o los debates como una guerra: tienen que vencer a toda costa pasando por encima de lo que sea o de quien sea.

La historia de esta semana es un resumen de una conferencia del profesor Juan Manuel Mora, de la Universidad de Navarra, que trata sobre los beneficios de convencer antes que derrotar en una conversación, y, por extensión, me ha parecido muy útil para los que nos dedicamos a la educación en valores de jóvenes y adolescentes, en la que nos interesa transmitir lo mejor de nosotros mismos de manera que sea asumido por ellos y no impuesto a la fuerza.

Se fija especialmente en tres aspectos: el mensaje que queremos transmitir, la persona que lo transmite y la forma de hacerlo, concluyendo que con mensajes positivos, relevantes y claros; transmitidos por personas creíbles, empáticas y amables; de forma profesional, transversal y gradual, la comunicación de ideas y valores alcanza buenos resultados.

El resumen viene a continuación. Es un poco largo pero creo que merece la pena leerlo. La conferencia completa se puede ver aquí y aquí.

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Convencer vs. Derrotar

Sobre el mensaje a transmitir: 

1) El mensaje ha de ser positivo. Los públicos atienden a informaciones de todo género y toman buena nota de las protestas y las críticas. Pero secundan sobre todo proyectos y propuestas positivas. “Más vale encender una luz que maldecir la oscuridad”.

2) El mensaje ha de ser relevante. O sea, significativo para quien escucha, no solamente para quien habla. Hay que  conocer sus preguntas antes de proponer las respuestas.

3) El mensaje ha de ser claro. La comunicación no es principalmente lo que el emisor explica, sino lo que el destinatario entiende.

A veces, cuando la comunicación no funciona, se adopta una actitud equivocada y se traslada la responsabilidad al receptor: se considera a los demás como ignorantes, incapaces de entender. Más bien, la norma ha de ser la contraria: esforzarse por ser cada vez más claros, hasta lograr el objetivo que se pretende.

Sobre la persona que lo transmite:

1) Para que un destinatario acepte un mensaje, la persona que lo propone ha de merecer credibilidad, que se fundamenta en la veracidad y la integridad moral.

2) Hay que tener empatía. La comunicación es una relación que se establece entre personas, no un mecanismo anónimo de difusión de ideas. Cuando se habla de modo frío, se amplía la distancia que separa del interlocutor.

La empatía no implica renunciar a las propias convicciones, sino ponerse en el lugar del otro. En la sociedad actual, convencen las respuestas llenas de sentido y de humanidad.

3) Hay que ser cortés y amable. En los debates públicos proliferan los insultos personales y las descalificaciones mutuas. La claridad no es incompatible con la amabilidad.  Con amabilidad se puede dialogar; sin amabilidad, el fracaso está asegurado de antemano.

Sobre el modo de transmitirlo:  

1) Profesionalidad.  Cada campo del saber tiene su metodología; cada actividad, sus normas; y cada profesión, su lógica. Y hay que dominarlas.

2) Transversalidad.  No cerrarse  a las propias convicciones personales o políticas y ver las situaciones desde diversos puntos de vista. Estar abierto para comprender otras posturas.

3) Gradualidad.  La comunicación de ideas tiene mucho que ver con el “cultivo”: sembrar, regar, podar, limpiar, esperar, antes de cosechar. Lo contrario de este principio es la prisa y el cortoplacismo que llevan a la impaciencia y muchas veces también al desánimo, porque es imposible lograr objetivos de entidad en plazos cortos.

A estos nueve principios habría que agregar uno de orden técnico: la brevedad (regla de oro de la comunicación) y otro de orden global: la caridad (que impregna todos los demás).

La caridad es el contenido, el método y el estilo de la educacion en valores y comunicación de la fe; la caridad convierte el mensaje cristiano en positivo, relevante y atractivo; proporciona credibilidad, empatía y amabilidad a las personas que comunican; y es la fuerza que permite actuar de forma paciente, integradora y abierta.

Juan Manuel Mora, Universidad de Navarra


La Historia de la Semana 
 

jueves, 8 de septiembre de 2011

Educar

Comienza un nuevo curso y me gustaría también comenzar esta nueva singladura del blog con una reflexión sobre la educación, ya que muchos de los lectores están -estamos- inmersos en el interesante y maravilloso mundo educativo.

Cuando educamos, ¿queremos que el alumno sea como nosotros o que sea él mismo?, ¿queremos que tenga nuestras mismas cualidades y valores o que desarrolle sus propias virtudes?

Hace poco leí un artículo sobre este tema del psicólogo Alfonso Aguiló y comparto aquí un extracto resumido del mismo, pues me ha hecho reflexionar sobre el tema ya que expone unas ideas muy interesantes, muy claras y muy de sentido común sobre cómo educar a los hijos, y por extensión, a los niños y jóvenes con los que trabajamos y están bajo nuestra responsabilidad.

¡Espero que os guste y sea tan útil como a mí!


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Educar


La educación no es empeñarse en que nuestros hijos sean como Einstein, o como ese genio de las finanzas, o como aquella princesa que sale en las revistas.

Tampoco es el destino de los chicos llegar a ser lo que nosotros fuimos incapaces de alcanzar, ni hacer esa espléndida carrera que tanto nos gusta..., a nosotros. No. Son ellos mismos.

 
Tener un proyecto educativo no significa meter a los hijos en un molde a presión. La verdadera labor del educador es mucho más creativa. Es como descubrir una fina escultura dentro de un bloque de mármol, quitando lo que sobra, limando asperezas y mejorando detalles.

Se trata de ir ayudándole a quitar sus defectos para desvelar la riqueza de su forma de ser y de entender las cosas.

Hay que buscar para los hijos ideales de equilibrio, de
nobleza, de responsabilidad. No de destacar en todo, porque eso acaba por crear absurdos estados de decepción y angustia. Lo que importa es proponerse unos puntos de mejora que le ayuden a ser él mismo, pero cada día un poco mejor, y que además le hagan conocer la satisfacción de fijarse unas metas y cumplirlas.

La tarea de educar en la libertad es tan delicada y difícil como importante, porque hay padres que, por afanes de libertad mal entendida, no educan; y otros que, por afanes pedagógicos desmedidos, no respetan la libertad. 


Y no sabría decir qué extremo es más negativo.


La Historia de la Semana  

jueves, 16 de junio de 2011

Children see, children do

Decían los educadores antiguos que "se enseña con lo que se dice, más con lo que se hace, pero mucho más aún con lo que se es".

Yo debo ser muy antiguo pues suscribo completamente el aserto e intento aplicarlo en mi vida cotidiana. 

Es relativamente sencillo explicar matemáticas o lengua. Sin embargo, educar va mucho más allá: supone transmitir unos valores culturales, sociales y personales que el educando debe ver encarnados en el educador. 

El video de esta semana tiene ya varios años y corresponde a una campaña para la protección del menor que se emitió bajo el título Children see, children do, que es muy fácil de traducir: Los niños repiten lo que ven.

De ahí la importancia de que los mayores les demos ejemplo con lo que somos, no simplemente con lo que decimos.


Espero que guste y nos haga reflexionar un poco.



La Historia de la Semana

miércoles, 15 de junio de 2011

Una máxima para educar

Creo que la educación, la buena educación, es una de las asignaturas pendientes de nuestro sistema educativo.

He encontrado este artículo de Aníbal Cuevas, extraído de su libro La felicidad de andar por casa, que me ha parecido muy interesante para el blog.

Está pensado para los padres en la difícil tarea de la educación de sus hijos, pero creo que es muy útil y aplicable para todos los que nos dedicamos al mundillo educativo, y trata sobre la siguiente cuestión: ¿hay que corregir siempre que se ve algo mal o hay que dar un margen de confianza?

Dejo que cada lector opine sobre el tema. Yo comparto las ideas de este artículo, que espero sea de utilidad.

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Una máxima para educar 
 
Omnia videre, multa disimulare, pauca corrigere  que traducido quiere decir ver todo, disimular mucho, corregir poco. 

Se trata de una máxima que sirve para ser aplicada en la vida cotidiana y especialmente en la educación de los hijos.

Parece claro que la labor de los padres no es ni hacer de perros sabuesos ni tampoco estar a la luna de Valencia sin enterarnos de nada. Tenemos la obligación de estar al día de los hijos de los amigos y ambientes que frecuentan, de su estado de ánimo, de sus preocupaciones, de si son sinceros. 

Aún así debemos saber que por mucha confianza que tengamos con ellos, es natural que no cuenten todo.

Los padres debemos procurar que nuestros hogares sean lugares donde apetezca estar y nadie se sienta vigilado ni agobiado. Es aquí donde entra en juego la capacidad de disimular cuando la situación lo requiera y la de corregir cuando haga falta.

La sabiduría y el sentido común de los padres nos indicará cuando corregir y cuando callar. 

El padre más eficaz se sitúa entre el padre agobiante y el que "ni está ni se le espera".


martes, 22 de marzo de 2011

Carta de un padre a su hijo

En la sociedad que estamos viviendo es difícil encontrar el momento adecuado para expresar nuestros sentimientos, ilusiones, sueños,.... y al final muchas relaciones se quedan sólo en lo superficial.

Recientemente hemos celebrado el Día del Padre, que se ha convertido en un reclamo publicitario más para incitar al consumo, y por eso quiero incluir en la historia de esta semana un texto que estoy convencido que la mayoría de los padres suscribirían gustosos pero que muy pocos serían capaces de compartir con sus hijos.

Se titula Carta de un padre a su hijo, y le va relatando sus preocupaciones educativas y expresando su cariño.  

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Carta de un padre a su hijo


Querido hijo,

No te prometo, hijo, impedir que tropieces, ni estar pegado a ti para asistirte en la caída. Te estorbaría mi excesiva protección, y te haría extremadamente dependiente. Pero sí te prometo estar ahí, para cuidar tus raspones.


No te prometo, hijo, donarte mi experiencia. No podría ser tuya. Tendrías que adquirirla en carne propia. Pero prometo estar disponible cuando solicites mi consejo.

No te prometo, hijo, solucionar tus problemas, aunque lo haría todo por ti. La solución suele estar en tus manos y no en las mías, pero prometo ayudarte en lo posible y escucharte cuando quieras desahogarte.


No te prometo, hijo, evitarte sufrimientos. No puedo cegarte a la realidad, porque a veces sufrir es necesario para aprender a ser fuerte, pero prometo ofrecerte mi hombro cuando necesites consuelo.

No te prometo, hijo, darte todo lo que quieras. En todo caso es mejor que aprendas que los caprichos y las modas no son importantes pues se olvidan en cuanto se consiguen; pero prometo hacer el mayor esfuerzo para darte lo necesario. 

No prometo, hijo, que serás tú el centro de mi atención; necesito también atender otros asuntos por tu bienestar y el de toda la familia, pero prometo no descuidarte y dedicar un tiempo especial sólo para ti.

No prometo, hijo, caerte bien en todo momento. A veces no te gustará lo que yo diga o haga, porque tengo la obligación de guiarte por el camino correcto. Pero prometo no maltratarte ni humillarte cuando te corrija.

No prometo, hijo, estar a tu lado siempre. Soy mortal como cualquier humano. Pero prometo enseñarte que existe un Padre que sí es eterno y a quien podrás acudir siempre que quieras.
 
No prometo, hijo, ser un padre perfecto, pero prometo poner todo mi amor en el intento.


Con todo mi cariño,


La Historia de la Semana

martes, 8 de febrero de 2011

El cazo de Lorenzo

Ha circulado estos días entre mis amigos el video que hoy comparto, titulado El cazo de Lorenzo, y me ha parecido muy apropiado para añadirlo al blog.

Decir que todos somos distintos es una trivialidad y un lugar común, pero en esa gama de distinciones hay quienes llevan, sin saberlo, la peor parte: los discapacitados. 

El video de esta semana nos da una cuantas pistas para ser conscientes de la situación y saber actuar de la forma apropiada. 

Con muy poco de nuestra parte podemos hacer un gran bien. Siempre recordaré la expresión de un niño con muchas dificultades de integración social la primera vez que actuó en un campamento de verano. Literalmente cambió de actitud y se produjo un pequeño milagro: a pesar de que objetivamente lo hizo fatal, todos valoraron su esfuerzo y se pudo integrar en el grupo y hacer amigos.

Y sin más, aquí va El cazo de Lorenzo, esperando que os sea tan útil como a mí.


La Historia de la Semana

viernes, 28 de enero de 2011

¿Ser mejor o ser el mejor?

Esta semana toca tema de educación, tema que preocupa grandemente pues ahí se dirime el futuro de la sociedad.

Los que estamos inmersos en el mundillo educativo somos conscientes de las carencias de nuestros jóvenes y la dificultad de proporcionar una educación integral, conformándonos en muchos casos con la simple transmisión de conocimientos (¡y a veces hasta eso es complicado!)


Por eso me ha gustado el artículo de Aníbal Cuevas que resumo esta semana pues es muy interesante e instructivo, ya que intenta responder a la pregunta: ¿qué es preferible: educar para ser el mejor o para ser mejor? De su respuesta dependerá la felicidad futura del joven y su capacidad de análisis frente a las manipulaciones del entorno.


La respuesta, dentro del artículo!


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¿Ser mejor o ser el mejor?

  
     Existe una cierta confusión cuando se habla de educación, pues con relativa frecuencia se confunde con instrucción. Mientras la instrucción se refiere a la adquisición de conocimientos, la educación tiene más que ver con el crecimiento como persona y está relacionada con la adquisición de hábitos, virtudes y valores.

        Muchos padres se centran excesivamente en la instrucción: lo que más les preocupa es que sus hijos aprueben y saquen buenas notas.
         Esta visión de la educación aboca a muchos jóvenes al fracaso y crea problemas, enfrentamientos y frustración. No todos los hijos tienen las mismas capacidades intelectuales, no todos tienen la misma agudeza y vivacidad. 

       Hace falta dotarles de herramientas para que puedan dar lo mejor de sí, y esto debe ir acompañado de la exigencia cariñosa y motivadora. En el fondo subyacen dos visiones muy distintas de la educación: quién educa para ser el mejor y quién educa para dar lo mejor de sí.

         Lo que un padre debe desear para su hijo no es que sea el mejor, sino que dé lo mejor de sí mismo y acompañarle en ese camino. El éxito académico empieza por la educación de virtudes y hábitos, y ésa es tarea principal de la familia.

        Educar integralmente supone formar la inteligencia y la voluntad: la inteligencia para conocer la verdad y el bien, y la voluntad para llevar a cabo ese bien y esa verdad.

        No educar la voluntad supone huir del esfuerzo, de la superación personal, formar ciudadanos menos libres, esclavos de sus apetencias y de la "espontaneidad", y por tanto más vulnerables a la manipulación política y económica.







La Historia de la Semana 

jueves, 16 de septiembre de 2010

Más SOPA

¡Tranquilos! No, no me he pasado a la gastronomía aunque el título haga referencia a la sopa. Se trata de otra sopa bien distinta.

Acabo de leer un artículo sobre la vida familiar que me ha parecido perfectamente extrapolable a la vida escolar, al trabajo con niños y jóvenes, e incluso a la vida laboral, y creo que viene bien en estos inicios del curso.

Se trata de cuatro ideas sencillas pero fundamentales para la educación en valores. Sin ellas difícilmente podemos transmitir todas las cosas buenas que se llevan en el corazón, tarea básica y primordial de todo educador.

Así que, a partir de hoy, ¡¡más SOPA!!

(Las fotos son del Monasterio de Piedra, bonito lugar cerca de mi tierra chica: Zaragoza)

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Más SOPA

Una de las cosas que he aprendido de mi padre es una sabia receta para condimentar con éxito la vida familiar. Esa receta se condensa en la fórmula «más SOPA».

La primera es la S de serenidad. Pase lo que pase, se rompa lo que se rompa, en casa nunca hay que ponerse nervioso. Cuando un hijo suspende o hace un desastre no se gana nada gritando, sino que todo se empeora todavía más. 

En una situación crítica no hay que dejarse arrastrar por la tensión y tomar decisiones que luego se mostrarán desacertadas. Cuando uno se agobia y pierde la serenidad, hay que recuperar la paz por dentro y por fuera lo antes posible aunque sea dando una vuelta a la manzana. Lo que no podemos hacer es agobiar a los demás con nuestro mal humor o nuestro genio insoportable.

La segunda es la O de orden: el orden material de la casa, en la cocina, en la sala de estar, ... Convendrá que haya una leonera para los niños, pero no puede ser toda la casa una leonera. 

Sin llegar a convertirnos en unos maniáticos del orden —ni enfadarnos por esa causa— hemos de ayudarnos unos a otros a dejar las cosas en su sitio para que los demás puedan encontrarlas. ¡Ordenar no puede ser sólo tarea de la madre!

La tercera es la P de puntualidad, que a algunos tanto les cuesta. En una casa  tiene que haber un horario que incluya el levantarse de la cama (incluido los domingos), la hora de comer y de cenar, las horas para llegar habitualmente a casa, para ver la televisión, para usar el baño, etc. No puede parecer un cuartel, pero hace falta un horario. 

Será tarea de todos el empeñarse en llegar a tiempo a las cosas: eso es hacer familia, eso es demostrar con hechos el cariño.

La cuarta es la A que corresponde a la alegría y que muchas veces es también el mejor fruto del cuidado de las otras tres. Si en una familia todos procuran estar serenos, hay un cierto orden y una relativa puntualidad, lo lógico es que, como se quieren, estén de ordinario alegres. 

La alegría se traducirá en la sonrisa cariñosa habitual, en las risas a carcajadas a veces, en los besos, abrazos y caricias que expresan el afecto.

Jaime Nubiola