No solamente se trata de transmitir conocimientos de la ciencia que sea, sino de formar personas que sean capaces de no dejarse llevar por la moda imperante y asumir los valores que hacen una sociedad más justa.
Y para ello es necesario que el docente 'predique con el ejemplo' pues es la mejor manera de transmitir las vivencias personales.
Este es el caso de la historia de esta semana, El anciano profesor y el joven, en la que se pone de manifiesto que para enseñar no hace falta humillar al que es encontrado en falta. Es un poco larga pero espero les guste.
El anciano profesor y el joven
- ¿Se acuerda de mí?, el anciano le dice que no.
Entonces el joven le dice que fue su alumno. Y el profesor le pregunta:
- ¿Qué estás haciendo, a qué te dedicas?
El joven le contesta:
- Bueno, me convertí en profesor.
- Ah, qué bueno, ¡cómo yo! -le respondió el anciano.
- Pues, sí. De hecho, me convertí en profesor porque usted me inspiró a ser como usted.
El anciano, curioso, le pregunta al joven qué momento fue el que lo inspiró a ser profesor. Y el joven le cuenta la siguiente historia:
- Un día, un amigo mío, también estudiante, llegó con un hermoso reloj, nuevo, y decidí que lo quería para mí y lo robé, lo saqué de su bolsillo.
Poco después, mi amigo notó el robo y de inmediato se quejó a nuestro profesor, que era usted. Entonces, usted se dirigió a la clase:
- El reloj de su compañero ha sido robado durante la clase de hoy. El que lo robó, por favor que lo devuelva.
Así lo hicimos, y usted fue de bolsillo en bolsillo, y cuando llegó al mío encontró el reloj y lo tomó. Usted continuó buscando los bolsillos de todos, y cuando terminó, dijo:
- Yo recuerdo la situación del reloj robado, que busqué en todos, pero no te recordaba ... porque yo también cerré los ojos mientras buscaba.