Es bien conocida la clásica fábula de la tortuga y la liebre de Esopo, en la que, aunque parezca mentira, la tortuga desafía a correr a la liebre y le gana.
Pero ha pasado mucho tiempo y han relizado unas cuantas carreras... ¡tantas que al final se han hecho amigas! La historia de esta semana es una ampliación de la fábula con nuevas e instructivas ideas.
De todas las reflexiones que se pueden sacar me quedo con la última: cuando dejamos de competir contra un rival y comenzamos a competir contra una situación, podemos complementar nuestras capacidades, reducir nuestras debilidades, aprovechar mejor los recursos a nuestro alcance,...
Así que ¡adelante con las carreras que nos depare la vida!! Seguro que encontramos una manera de ganarla.
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La tortuga y la liebre
Una tortuga y una liebre siempre discutían sobre quién era más rápida.
Para dirimir el conflicto de opiniones, decidieron echar una carrera.
La liebre comenzó a toda velocidad y corrió enérgicamente durante un buen rato. Luego, al ver que había sacado muchísima ventaja, decidió sentarse debajo de un árbol para descansar unos momentos, recuperar fuerzas y luego continuar su marcha. Pero pronto se quedó dormida.
La tortuga, que andaba con paso lento pero constante, la alcanzó, la superó y terminó primero, declarándose ganadora indiscutible de la carrera.
Moraleja: "Los lentos pero constantes y perseverantes, también ganan la carrera."
Pero la historia no terminó aquí, sino que prosigue...
La liebre, decepcionada por haber perdido, hizo un examen de conciencia y reconoció su grave error de subestimar a la tortuga. Se dio cuenta de que por presumida y descuidada había perdido la carrera. Si no hubiese subestimado a su oponente, habría ganado.
Entonces, desafió a la tortuga a una nueva carrera.
Esta vez, la liebre corrió sin descanso desde el principio hasta el fin y su triunfo fue contundente.
Moraleja: "Los rápidos y tenaces vencen a los constantes y perseverantes."
Pero la historia tampoco termina aquí...
Después de ser derrotada, la tortuga reflexionó detenidamente y llegó a la conclusión de que no había forma de ganarle a la liebre en velocidad. De la manera como estaba planteada la carrera, ella siempre perdería.
La liebre aceptó y corrió a toda velocidad, hasta que se encontró en su camino con un ancho río. La liebre no sabía nadar, y mientras se preguntaba "¿Qué hago ahora...?", la tortuga nadó hasta la otra orilla, continuó a su paso lento pero seguro y terminó la carrera en primer lugar.
Moraleja: "Quienes identifican su ventaja competitiva (saber nadar) y cambian el entorno para aprovecharla, llegan los primeros."
Pero la historia tampoco termina aquí....
Pasó el tiempo, y tanto compartieron la liebre y la tortuga que terminaron haciéndose amigas. Ambas reconocieron que eran buenas competidoras y decidieron repetir la última carrera, pero esta vez corriendo en equipo.
En la primera parte, la liebre cargó a la tortuga hasta llegar al río. Allí, la tortuga atravesó el río a nado con la liebre sobre su caparazón, y ya en la orilla de enfrente la liebre cargó de nuevo a la tortuga hasta llegar a la meta.
Como alcanzaron la línea de llegada en tiempo récord, sintieron una mayor satisfacción que la que habían experimentado en sus logros individuales.
1 comentario:
Me encanto.. la continuidad del cuento.. y la moraleja muy buena.. la voy a compartir con mis amigos..
;)
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