sábado, 7 de marzo de 2009

Las cuatro estaciones

Ya estamos en marzo y en Madrid han comenzado a florecer los almendros, señal de la próxima primavera. ¿Qué pasaría si únicamente nos quedáramos con la imagen del invierno?, ¿o sólo tuviéramos en cuenta los defectos de nuestos amigos? Nos daría una visión muy parcial de la realidad. Y frecuentemente basada en prejuicios personales.


La historia de esta semana recuerda que lo mejor es tener una visión universal de las cosas, sin quedarnos en la mirada corta y los juicios preconcebidos. Aquí va Las cuatro estaciones.


Y un fuerte abrazo con mis mejores deseos para este finde.


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LAS CUATRO ESTACIONES


Había un hombre que tenía cuatro hijos.



Buscaba con tesón que aprendieran a no juzgar las cosas rápidamente y a la ligera. Así que un día se le ocurrió enviar a cada uno de ellos por turnos a ver un peral que estaba a una gran distancia.



El primer hijo fue en el Invierno, el segundo en Primavera, el tercero en Verano y el hijo más joven en el Otoño. Cuando todos ellos habían ido y regresado, los llamo y les pidió que describieran lo que habían visto.



El primer hijo menciono que el árbol era horrible, doblado y retorcido.



El segundo dijo que no, que estaba cubierto con brotes verdes y lleno de promesas.



El tercer hijo no estuvo de acuerdo. Dijo que estaba cargado de flores, que tenía un aroma muy dulce y se veía muy hermoso, era la cosa mas llena de gracia que jamás había visto.



El último de los hijos no estuvo de acuerdo con ninguno de ellos. Dijo que estaba maduro y marchitándose de tanto fruto, lleno de vida y satisfacción.



Entonces el hombre les explicó a sus hijos que todos tenían razón, porque sólo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol.



Les dijo que nunca se debe juzgar a un árbol, o a una persona, por sólo ver una de sus temporadas, y que la esencia de lo que son, la felicidad y el amor que viene con la vida sólo puede ser medido al final, cuando todas las estaciones han pasado.



Por eso, si uno se da por vencido en el invierno, habrá perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano y la satisfacción del otoño.

viernes, 27 de febrero de 2009

La cosecha

Para mí la labor educativa con niños y jóvenes supone todo un reto que me ayuda a estar en contacto con la realidad de los adolescentes. La bonita tarea de transmitir unos valores, no sólo unos conocimientos, que ayuden a las personas a ser más personas es muy gratificante.

Pero también tiene sus momentos de frustración: ¿es realmente útil?, ¿vemos los efectos de nuestra entrega?, ¿vale la pena el sacrificio que conlleva?, .... Todo esto y más me ha sugerido la historia que esta semana comparto con vosotros. Y sí: para mí sí merece la pena!!
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LA COSECHA


En un oasis escondido en medio del desierto se encontraba el viejo Eliahu de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras.


Su vecino Hakim se detuvo a abrevar sus camellos y lo vio transpirando, mientras parecía cavar en la arena.


- ¿Qué tal anciano? -le dijo.


- Muy bien -contestó Eliahu sin dejar su tarea.


- ¿Qué haces aquí, con este calor, y esa pala en las manos?


- Siembro dátiles -contestó el viejo.


- ¿Dátiles? -repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez-. El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Dime, ¿cuántos años tienes?


- Ochenta, pero eso, ¿qué importa?


- Mira, amigo, los datileros tardan más de cincuenta años en crecer y recién después de ser palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Aunque vivas hasta los cien años, difícilmente podrás llegar a cosechar algo de lo que siembras. Deja eso y ven conmigo.


- Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar esos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto... y aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.

viernes, 20 de febrero de 2009

El pintor

Normalmente sólo vemos la punta del iceberg de las cosas que nos rodean, y más cuando se trata de ver lo que hay 'dentro' de las personas: motivaciones, ideales, sueños,... Por eso nos conviene recordar que detrás de cada trabajo bien hecho hay mucho más de lo que podemos imaginar. De esto trata la historia de esta semana. ¡Que la disfrutéis!

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EL PINTOR


Había una vez, en la antigua China, un extraordinario pintor cuya fama atravesaba todas las fronteras. En las vísperas del año del Gallo, un rico comerciante pensó que le gustaría tener en sus aposentos un cuadro que representase a un gallo, pintado por este fabuloso artista.



Así que se trasladó a la aldea donde vivía el pintor y le ofreció una muy generosa suma de dinero por la tarea. El viejo pintor accedió de inmediato, pero puso como única condición que debía volver un año más tarde a buscar su pintura. El comerciante se amargó un poco. Había soñado con tener el cuadro cuanto antes y disfrutarlo durante el año signado por dicho animal. Pero como la fama del pintor era tan grande, decidió aceptar y volvió a su casa sin chistar.



Los meses pasaron lentamente y el comerciante aguardaba que llegase el ansiado momento de ir a buscar su cuadro. Cuando finalmente llegó el día, se levantó al alba y acudió a la aldea del pintor de inmediato. Tocó a la puerta y el artista lo recibió. Al principio no recordaba quien era.



-Vengo a buscar la pintura del gallo -le dijo el comerciante-.



-¡Ah, claro! -contestó el viejo pintor-.



Y allí mismo extendió un lienzo en blanco sobre la mesa, y ante la mirada del comerciante, con un fino pincel dibujó un gallo de un solo trazo. Era la sencilla imagen de un gallo y, de alguna manera mágica, también encerraba la esencia de todos los gallos que existen o existieron jamás. El comerciante se quedó boquiabierto con el resultado, pero no pudo evitar preguntarle:



-Maestro, por favor, contésteme una sola pregunta. Su talento es incuestionable, pero ¿era necesario hacerme esperar un año entero?



Entonces el artista lo invitó a pasar a la trastienda, donde se encontraba su taller. Y allí, el ansioso comerciante pudo ver cubriendo las paredes y el piso, sobre las mesas y amontonados en enormes pilas hasta el techo, cientos y cientos de bocetos, dibujos y pinturas de gallos, el trabajo intenso de todo un año de búsqueda incesante.