Pero también tiene sus momentos de frustración: ¿es realmente útil?, ¿vemos los efectos de nuestra entrega?, ¿vale la pena el sacrificio que conlleva?, .... Todo esto y más me ha sugerido la historia que esta semana comparto con vosotros. Y sí: para mí sí merece la pena!!
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LA COSECHA
En un oasis escondido en medio del desierto se encontraba el viejo Eliahu de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras.
Su vecino Hakim se detuvo a abrevar sus camellos y lo vio transpirando, mientras parecía cavar en la arena.
- ¿Qué tal anciano? -le dijo.
- Muy bien -contestó Eliahu sin dejar su tarea.
- ¿Qué haces aquí, con este calor, y esa pala en las manos?
- Siembro dátiles -contestó el viejo.
- ¿Dátiles? -repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez-. El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Dime, ¿cuántos años tienes?
- Ochenta, pero eso, ¿qué importa?
- Mira, amigo, los datileros tardan más de cincuenta años en crecer y recién después de ser palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Aunque vivas hasta los cien años, difícilmente podrás llegar a cosechar algo de lo que siembras. Deja eso y ven conmigo.
- Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar esos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto... y aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.
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