miércoles, 6 de febrero de 2019

La peregrinación

Las peregrinaciones son manifestaciones culturales y religiosas muy arraigadas en la sociedad. De una forma u otra se desea y se busca una experiencia de la divinidad. 

Seguro que casi todo el mundo hemos hecho alguna. Pero, ¿qué peregrinación es más importante: la física o la espiritual?

Donde se encuentra Dios y la plena realidad de uno mismo es en el interior de cada uno, y ahí está la mejor peregrinación que podemos hacer: a lo más íntimo de nuestro corazón.

La historia de esta semana, titulada La peregrinación, nos recuerda de forma sencilla esta gran verdad.
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La peregrinación

Sari era un buen hombre con aspiraciones espirituales sinceras y se había propuesto llevar a cabo una larga peregrinación a Benarés para bañarse en el Ganges. Antes de partir, se encontró con un maestro que le preguntó:


-¿Para qué quieres ir allí?

-Para ponerme en contacto con Dios -repuso.

El maestro le ordenó:

-Dame ahora mismo todo el dinero que llevas para el viaje.

Sari le entregó el dinero, el maestro se lo guardó en el bolsillo, y dijo:

-Sé que habrías acudido a Benarés y te hubieras lavado en el Ganges. Pues bien, en lugar de eso, lávate con el agua que llevo en mi cantimplora.

Sari tomó el agua y se lavó la cara y las orejas. El maestro, satisfecho, declaró a continuación:

-Ahora ya has conseguido lo que te proponías. Ya puedes regresar a tu casa con el alma serena, aunque antes quiero decirte algo más. Desde que fue construido Benarés, Dios no ha morado allí ni un solo minuto. Pero desde que fue creado el corazón del hombre, Dios no ha dejado de habitar en él ni un solo instante. Ve a tu casa y medita. Y, siempre que lo necesites, viaja a tu propio corazón. 


La Historia de la Semana

miércoles, 23 de enero de 2019

El leñador

¿Nos preparamos lo suficiente para afrontar las situaciones de la vida cotidiana? 

Muchas veces estamos tan metidos en el día a día que perdemos la perspectiva de ver las cosas objetivamente y nos quedamos en la superficie, desperdiciando ocasiones de crecer personalmente y profundizar en lo importante.

La historia de esta semana, El leñador, es muy ilustrativa en este sentido. Nos recuerda que para seguir cortando árboles ¡hay que afilar el hacha!

O dicho de otra manera: hay que encontrar el punto de motivación necesaria para afrontar con ilusión y entrega las tareas que tengamos bajo nuestra responsabilidad. Y para ello nada mejor que ver las cosas no desde la tierra sino desde el cielo.

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El leñador

Un grupo de leñadores estaba cortando árboles en un bosque, diariamente, sin parar. Cada jornada ellos se levantaban antes y se acostaban más tarde y, sin embargo, cada vez cortaban menos árboles.

Asumieron que su falta de eficacia se debía a que sin duda a medida que avanzaban en el interior del bosque los árboles por alguna razón desconocida adquirían una mayor dureza.


Solo uno entre ellos cortaba más árboles que nadie, a pesar de que ni era el que se acostaba más tarde ni el que se levantaba más temprano. Además, para mayor sorpresa de todos, todos los días desaparecía durante media hora.

Entre sus compañeros circulaba todo tipo de teorías, desde que tenía suerte porque le tocaban los árboles más blandos, hasta que era más fuerte de lo que parecía.

Al final uno de ellos, en lugar de seguir haciendo juicios, decidió hacerle una pregunta para averiguar en qué invertía el tiempo en el que se ausentaba. La respuesta de tan evidente que era, había sido obviada:

- Durante ese tiempo me dedico a afilar mi hacha.


La Historia de la Semana

viernes, 18 de enero de 2019

El arte de los pequeños pasos

Estamos comenzando una nueva etapa y suele ser tradición hacer la lista de deseos y cosas que uno quiere, intentando mejorar lo pasado.

Y aunque esa lista de deseos contempla grandes ideas, la experiencia muestra que es mejor comenzar por ser fieles a las cosas pequeñas y sencillas, para luego poder acometer las grandes.


El texto que comparto en la historia de esta semana es una sencilla oración que Antoine de Saint-Exupéry compuso para llevar a cabo con sencillez las pequeñas cosas de cada día, y que lleva por título El arte de los pequeños pasos.

El famoso autor de El Principito nos recuerda unas ideas fáciles de acometer en el día a día que nos ayuden a crecer y desarrollar nuestra madurez personal, y son realmente útiles.
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El arte de los pequeños pasos

Ayúdame a distribuir correctamente mí tiempo: dame la capacidad de distinguir lo esencial de lo secundario.

Te pido fuerza, autocontrol y equilibrio para no dejarme llevar por la vida y organizar sabiamente el curso del día.

Ayúdame a hacer cada cosa de mi presente lo mejor posible, y a reconocer que esta hora es la más importante.

Guárdame de la ingenua creencia de que en la vida todo debe salir bien. Otórgame la lucidez de reconocer que las dificultades, las derrotas y los fracasos son oportunidades en la vida para crecer y madurar.

Envíame en el momento justo a alguien que tenga el valor de decirme la verdad con amor.

Haz de mí un ser humano que se sienta unido a los que sufren. Permíteme entregarles en el momento preciso un instante de bondad, con o sin palabras.

No me des lo que yo pido, sino lo que necesito. En tus manos me entrego.

¡Enséñame el arte de los pequeños pasos!


 La Historia de la Semana