En los momentos de dudas, dificultades, situaciones complicadas, un buen recurso es dirigirse a Dios para pedirle ayuda.
Este diálogo íntimo con Dios es lo que llamamos oración, pero suele surgir una pregunta importante: ¿cómo tiene que ser esta oración?
La historia de esta semana, que lleva por título La plegaria, viene a recordar que la mejor oración es la que se hace con sinceridad, con el corazón abierto a la respuesta de Dios auqnue muchas veces no sepamos qué decir.
Pues quien ve en lo escondido dde nuestro corazón es Dios y sabe lo más conveniente para cada uno de nosotros.
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La plegaria
Cierta vez, hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo sucedió un milagro:
El río se desbordó y el agua, que avanzaba amenazando con destruirlo todo a su paso, se detuvo milagrosamente a la entrada del poblado sin dañar nada, sin lastimar a nadie.
El sacerdote agradeció a Dios el milagro, y esta vez Él contestó:
- La plegaria de Samuel me conmovió… – dijo el Señor.
El sacerdote fue a ver Samuel, a quien todos tenían por el tonto del pueblo.
- ¿Qué oración dirigiste a Dios el día en que se detuvo el río?
- La verdad es que no sabía qué palabras usar –respondió Samuel–, de hecho no tenía conmigo el libro de las oraciones…
Así que recité el abecedario y le dije al Todopoderoso: “Aquí están tus letras Señor, acomódalas y construye con ellas la mejor plegaria para que protejas este pueblo”.
La Historia de la Semana
Este diálogo íntimo con Dios es lo que llamamos oración, pero suele surgir una pregunta importante: ¿cómo tiene que ser esta oración?
La historia de esta semana, que lleva por título La plegaria, viene a recordar que la mejor oración es la que se hace con sinceridad, con el corazón abierto a la respuesta de Dios auqnue muchas veces no sepamos qué decir.
Pues quien ve en lo escondido dde nuestro corazón es Dios y sabe lo más conveniente para cada uno de nosotros.
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La plegaria
Cierta vez, hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo sucedió un milagro:
El río se desbordó y el agua, que avanzaba amenazando con destruirlo todo a su paso, se detuvo milagrosamente a la entrada del poblado sin dañar nada, sin lastimar a nadie.
El sacerdote agradeció a Dios el milagro, y esta vez Él contestó:
- La plegaria de Samuel me conmovió… – dijo el Señor.
El sacerdote fue a ver Samuel, a quien todos tenían por el tonto del pueblo.
- ¿Qué oración dirigiste a Dios el día en que se detuvo el río?
- La verdad es que no sabía qué palabras usar –respondió Samuel–, de hecho no tenía conmigo el libro de las oraciones…
Así que recité el abecedario y le dije al Todopoderoso: “Aquí están tus letras Señor, acomódalas y construye con ellas la mejor plegaria para que protejas este pueblo”.
La Historia de la Semana