Hace unos días leí una frase que me llamó la atención y me ha hecho pensar: 'todos tenemos menos amigos de los que pensamos'. Seguramente es un hecho cierto. La mayoría tenemos experiencia de "amigos" que en los momentos necesarios no han sido tales o no han estado a la altura de las circunstancias.
Pero no es menos cierto que hacen falta pocos amigos de los de verdad para que nos sintamos acompañados en nuestro caminar y ayudados en los momentos difíciles.
Cuando hablamos de la amistad solemos pensar casi siempre en términos de lo que me aportan los amigos más que en términos de lo que yo les aporto a ellos. La historia de la semana de este finde trata precisamente de lo que yo hago por mis amigos, de lo que estoy dispuesto a aportarles sacando de mi corazón lo mejor que tengo.
Se titula A un amigo como tú ... y por supuesto va dedicado a tod@s los que seguís esta sencilla e ilusionada historia semanal.
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A un amigo como tú ...
No puedo darte soluciones para problemas de la vida,
ni tengo respuestas para tus dudas o temores.
Pero puedo escucharte y buscarlas junto contigo.
No puedo cambiar tu pasado ni tu futuro.
Pero cuando me necesites estaré junto a ti.
No puedo evitar que tropieces,
solamente puedo ofrecerte mi mano
para que te sujetes y no caigas.
Tus alegrías, tus triunfos y tus éxitos no son míos,
pero disfruto sinceramente cuando te veo feliz.
No juzgo las decisiones que tomas en la vida.
Me limito a apoyarte a estimularte y ayudarte si me lo pides.
No puedo trazarte límites dentro de los cuales actuar.
Pero sí te ofrezco el espacio necesario para crecer.
No puedo evitar tus sufrimientos
cuando alguna pena te parte el corazón.
Pero puedo llorar contigo
y recoger los pedazos para armarte de nuevo.
No puedo decirte quién eres, ni quién deberías ser.
Solamente puedo quererte como eres y ser tu amigo fiel.
En estos días me puse a recordar
a mis amistades más preciosas:
tengo más amigos de lo que imaginaba.
Es lo que me dicen y me demuestran.
Cada semana una breve historia y un relato que
nos ayude en la educación en valores
y en la madurez personal
viernes, 30 de octubre de 2009
martes, 27 de octubre de 2009
¿Qué sociedad queremos?
¿Qué sociedad queremos construir de verdad?
La pregunta no es inocente porque conlleva una toma de posición en la vida y un compromiso personal serio para llevarlo adelante sin desfallecer.
Lo primero es plantearse cuál es el modelo de sociedad que desearía y qué valores van a impregnar el quehacer diario. Y lo segundo es decidir hasta qué punto estoy dispuesto a aportar mis cualidades para su consecución, sacrificando a veces la comodidad a la que tendemos.
Acabo de ver el corto que enlazo a continuación y que me ha suscitado estos y muchos otros pensamientos. Está en inglés pero las imágenes son suficientemente expresivas para entender su contenido, que seguro no dejará indiferente a nadie:
viernes, 23 de octubre de 2009
El ciempiés
Por fin llega el fin de semana y el merecido descanso. Y pasito a pasito vamos llegando a fin de mes, como el ciempiés de la breve historia de esta semana.
Visto desde fuera puede parecer complicado desenvolverse con la facilidad que lo hace un ciempiés. ¿En qué radica esa facilidad? Simplemente en que no está pensando en la dificultad que ello supone sino en llegar a donde se propone. Algunas veces uno se siente desbordado por las circunstancias, como si tuviera que mover cien pies, y nos quedamos trabados e indecisos. Si llega ese momento, creo que lo mejor es hacer como el ciempiés de esta historia. ¡Así que os invito a seguir leyendo para ver el final!
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El ciempiés
-¡Qué complicación y qué maravilla!, -exclamó el Abad viendo caminar a un ciempiés-, ¡lo hace tan bien que parece facilísimo!
Y de pronto, le vino a la memoria una historia que había escuchado tiempo atrás no sabía dónde:
"Érase una vez un pequeño ciempiés que ya había crecido lo suficiente y sintió que debía lanzarse a caminar. Pero al verse con tantos pies preguntó inquieto a su madre:
- Mamá, para poder andar, ¿qué pies debo mover primero: los pares o los impares, los de la derecha o los de la izquierda, los de delante o los de detrás? ¿O mejor los del centro? ¿Y cómo hay que hacerlo para llegar adonde quiero? ¿Y por qué tengo tantos pies?
A lo que la madre, amorosamente, le respondió:
-Cuando quieras andar, hijo mío, deja de cavilar y ... ¡anda!".
Visto desde fuera puede parecer complicado desenvolverse con la facilidad que lo hace un ciempiés. ¿En qué radica esa facilidad? Simplemente en que no está pensando en la dificultad que ello supone sino en llegar a donde se propone. Algunas veces uno se siente desbordado por las circunstancias, como si tuviera que mover cien pies, y nos quedamos trabados e indecisos. Si llega ese momento, creo que lo mejor es hacer como el ciempiés de esta historia. ¡Así que os invito a seguir leyendo para ver el final!
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El ciempiés
-¡Qué complicación y qué maravilla!, -exclamó el Abad viendo caminar a un ciempiés-, ¡lo hace tan bien que parece facilísimo!
Y de pronto, le vino a la memoria una historia que había escuchado tiempo atrás no sabía dónde:
"Érase una vez un pequeño ciempiés que ya había crecido lo suficiente y sintió que debía lanzarse a caminar. Pero al verse con tantos pies preguntó inquieto a su madre:
- Mamá, para poder andar, ¿qué pies debo mover primero: los pares o los impares, los de la derecha o los de la izquierda, los de delante o los de detrás? ¿O mejor los del centro? ¿Y cómo hay que hacerlo para llegar adonde quiero? ¿Y por qué tengo tantos pies?
A lo que la madre, amorosamente, le respondió:
-Cuando quieras andar, hijo mío, deja de cavilar y ... ¡anda!".
miércoles, 21 de octubre de 2009
La educación de los hijos
El tema de la educación de los hijos es tan importante que hay mucho material escrito por pedagogos y expertos en el tema. Pero a veces se echa en falta un poco de sentido común a la hora de llevar a la práctica los consejos que dan.
Creo que merece la pena ver estos videos de Emilio Calatayud, Juez de Menores de Granada, en los que de una manera sencilla expone una serie de claves fundamentales para los que nos dedicamos a la educación.
Hace unos meses ya publicamos un artículo de este famoso Juez que va en esta misma línea. Se puede ver aquí.
Espero que sea útil y práctico para tod@s.
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Primera parte:
Segunda parte:
martes, 20 de octubre de 2009
Decálogo del Humor
Este viernes dentro de unas horas me voy de peregrinación al Monasterio de Guadalupe con la pastoral universitaria de Madrid, por eso adelanto un poco el envío de la historia de la semana.
Decía Teresa de Calcuta que la vida hay que vivirla con amor y con humor. ¡¡Quién no disfruta con una sonrisa!! Pero a veces nos cuesta un poco de trabajo, y por ello es conveniente aprender a ver el lado simpático y amable de las cosas, superando nuestos propios miedos y ayudando a los demás a salir de sí mismos.
Me han enviado esta recopilación de frases sobre el humor estructuradas en forma de decálogo que esta semana comparto con vosotros. Seguramente haya otras también interesantes, pero como punto de partida no está nada mal. ¡Espero que os guste y os sirva! (Y si alguien tiene más ideas sobre el humor, que las comparta por supuesto!!)
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Decálogo del humor
1º.- "El verdadero humor empieza cuando ya no se toma en serio la propia persona."
De Herman Hesse.
2º.- "Muchas veces ayudó una broma donde la seriedad solía oponer resistencia."
De Platón
3º.- "El humor y la sabiduría son las grandes esperanzas de nuestra cultura."
De Konrad Z. Lorenz.
4º.- "Quien nos hace reír es un cómico; quien nos hace pensar y luego reír, es un humorista." De Georges P. Burns.
5º.- "No hay día más perdido que aquél en que no hemos reído." De Charles Chaplin.
6º.- "Reírse de todo es cosa de tontos, pero no reírse de nada lo es de estúpidos."
De Erasmo de Rótterdam.
7º.- "La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz." Proverbio escocés.
8º.- "La imaginación consuela a los hombres de lo que no pueden ser. El humor los consuela de lo que son." De Winston Churchill.
9º.- "La percepción de lo cómico es un lazo entre los hombres." De Ralph W. Emerson.
10º.- "Bromear es una de las cosas amenas de la vida, pero cuesta muchos años de aprendizaje." De Lin Yutang.
(recopilación de Carmen Moreno)
Decía Teresa de Calcuta que la vida hay que vivirla con amor y con humor. ¡¡Quién no disfruta con una sonrisa!! Pero a veces nos cuesta un poco de trabajo, y por ello es conveniente aprender a ver el lado simpático y amable de las cosas, superando nuestos propios miedos y ayudando a los demás a salir de sí mismos.
Me han enviado esta recopilación de frases sobre el humor estructuradas en forma de decálogo que esta semana comparto con vosotros. Seguramente haya otras también interesantes, pero como punto de partida no está nada mal. ¡Espero que os guste y os sirva! (Y si alguien tiene más ideas sobre el humor, que las comparta por supuesto!!)
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Decálogo del humor
1º.- "El verdadero humor empieza cuando ya no se toma en serio la propia persona."
De Herman Hesse.
2º.- "Muchas veces ayudó una broma donde la seriedad solía oponer resistencia."
De Platón
3º.- "El humor y la sabiduría son las grandes esperanzas de nuestra cultura."
De Konrad Z. Lorenz.
4º.- "Quien nos hace reír es un cómico; quien nos hace pensar y luego reír, es un humorista." De Georges P. Burns.
5º.- "No hay día más perdido que aquél en que no hemos reído." De Charles Chaplin.
6º.- "Reírse de todo es cosa de tontos, pero no reírse de nada lo es de estúpidos."
De Erasmo de Rótterdam.
7º.- "La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz." Proverbio escocés.
8º.- "La imaginación consuela a los hombres de lo que no pueden ser. El humor los consuela de lo que son." De Winston Churchill.
9º.- "La percepción de lo cómico es un lazo entre los hombres." De Ralph W. Emerson.
10º.- "Bromear es una de las cosas amenas de la vida, pero cuesta muchos años de aprendizaje." De Lin Yutang.
(recopilación de Carmen Moreno)
domingo, 11 de octubre de 2009
El maestro y los listos
Tenemos un refrán popular en España (aunque imagino que en casi todos los lugares del mundo habrá uno similar) que dice que 'hay que ser bueno, pero no tonto': una cosa es actuar de manera altruista haciendo el bien, sabiendo conscientemente lo que se hace, y otra muy distinta que alguien manipule los buenos sentimientos y, sin darnos cuenta, se aproveche de ellos.
La historia de esta semana recrea de una forma simpática esta situación, y me ha recordado la importancia de saber estar siempre por encima de las circunstancias, de manera que no nos dejemos llevar por ellas y acabemos donde no nos gustaría ir. Como decían los santos padres: cada uno es dueño de su destino, aún en medio de las mayores adversidades. ¡Espero que os guste!
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El maestro y los listos
Había en un pueblo de la India un hombre de gran santidad. A los aldeanos les parecía una persona notable a la vez que extravagante. El caso es que le pidieron que les predicase. El hombre, que siempre estaba en disponibilidad para los demás, no dudó en aceptar.
El día señalado para la prédica, no obstante, tuvo la intuición de que la actitud de los asistentes no era sincera y de que debían recibir una lección. Llegó el momento de la charla y todos los aldeanos se dispusieron a escuchar al hombre santo confiados en reirse y pasar un buen rato a su costa. El maestro se presentó ante ellos. Tras una breve pausa de silencio, preguntó:
--Amigos, ¿sabéis de qué voy a hablaros?
--No -contestaron.
--En ese caso -dijo-, no voy a decirles nada. Son tan ignorantes que de nada podría hablarles que mereciera la pena. En tanto no sepan de qué voy a hablarles, no les dirigiré la palabra.
Los asistentes, desorientados, se fueron a sus casas. Se reunieron al día siguiente y decidieron reclamar nuevamente las palabras del santo.
El hombre no dudó en acudir hasta ellos y les preguntó:
--¿Sabéis de qué voy a hablaros?
--Sí, lo sabemos -repusieron los aldeanos.
--Siendo así -dijo el santo-, no tengo nada que deciros, porque ya lo sabéis. Que paséis una buena noche, amigos.
Los aldeanos se sintieron burlados y experimentaron mucha indignación.
No se dieron por vencidos, desde luego, y convocaron de nuevo al hombre santo. El santo miró a los asistentes en silencio y calma. Después, preguntó:
--¿Sabéis, amigos, de qué voy a hablaros?
No queriendo dejarse atrapar de nuevo, los aldeanos ya habían convenido la respuesta:
--Algunos lo sabemos y otros no.
Y el hombre santo dijo:
--En tal caso, que los que saben transmitan su conocimiento a los que no saben.
Y dicho esto, el hombre santo se marchó de nuevo al bosque.
La historia de esta semana recrea de una forma simpática esta situación, y me ha recordado la importancia de saber estar siempre por encima de las circunstancias, de manera que no nos dejemos llevar por ellas y acabemos donde no nos gustaría ir. Como decían los santos padres: cada uno es dueño de su destino, aún en medio de las mayores adversidades. ¡Espero que os guste!
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El maestro y los listos
Había en un pueblo de la India un hombre de gran santidad. A los aldeanos les parecía una persona notable a la vez que extravagante. El caso es que le pidieron que les predicase. El hombre, que siempre estaba en disponibilidad para los demás, no dudó en aceptar.
El día señalado para la prédica, no obstante, tuvo la intuición de que la actitud de los asistentes no era sincera y de que debían recibir una lección. Llegó el momento de la charla y todos los aldeanos se dispusieron a escuchar al hombre santo confiados en reirse y pasar un buen rato a su costa. El maestro se presentó ante ellos. Tras una breve pausa de silencio, preguntó:
--Amigos, ¿sabéis de qué voy a hablaros?
--No -contestaron.
--En ese caso -dijo-, no voy a decirles nada. Son tan ignorantes que de nada podría hablarles que mereciera la pena. En tanto no sepan de qué voy a hablarles, no les dirigiré la palabra.
Los asistentes, desorientados, se fueron a sus casas. Se reunieron al día siguiente y decidieron reclamar nuevamente las palabras del santo.
El hombre no dudó en acudir hasta ellos y les preguntó:
--¿Sabéis de qué voy a hablaros?
--Sí, lo sabemos -repusieron los aldeanos.
--Siendo así -dijo el santo-, no tengo nada que deciros, porque ya lo sabéis. Que paséis una buena noche, amigos.
Los aldeanos se sintieron burlados y experimentaron mucha indignación.
No se dieron por vencidos, desde luego, y convocaron de nuevo al hombre santo. El santo miró a los asistentes en silencio y calma. Después, preguntó:
--¿Sabéis, amigos, de qué voy a hablaros?
No queriendo dejarse atrapar de nuevo, los aldeanos ya habían convenido la respuesta:
--Algunos lo sabemos y otros no.
Y el hombre santo dijo:
--En tal caso, que los que saben transmitan su conocimiento a los que no saben.
Y dicho esto, el hombre santo se marchó de nuevo al bosque.
sábado, 3 de octubre de 2009
Mi diario
La historia de esta semana va dedicada a mis amigos de Aragón, la región donde nací. Dentro de España tenemos fama de ser un poco (es un decir...) 'cabezotas': idea que se nos mete en la cabeza, idea que llevamos a la práctica sí o sí (bueno, esto se compensa con que también tenemos fama de nobles, ejem).
Muchas veces nos puede la inercia y nos empeñamos en cosas que vistas desde fuera se pueden afrontar de varias maneras, pero sólo estamos pendientes de la nuestra. ¡Por eso se dice que rectificar es de sabios!
El cuento de hoy trata precisamente sobre este tema y es de Jorge Bucay. Espero que lo disfrutéis tanto como yo.
PD.: Espero que mis amigos y familiares de Aragón no se lo tomen a mal y me retiren la ciudadanía !!!
===================
Mi diario
Me levanto una mañana, salgo de mi casa, hay un pozo en la vereda, no lo veo, y me caigo en él.
Día siguiente... salgo de mi casa, me olvido que hay un pozo en la vereda, y vuelvo a caer en él.
Tercer día: salgo de mi casa tratando de acordarme que hay un pozo en la vereda, sin embargo no lo recuerdo, y caigo en él.
Cuarto día: salgo de mi casa tratando de acordarme del pozo en la vereda, lo recuerdo, y a pesar de eso, no veo el pozo y caigo en él.
Quinto día: salgo de mi casa, recuerdo que tengo que tener presente el pozo en la vereda y camino mirando al piso, y lo veo, y a pesar de verlo, caigo en él.
Sexto día: salgo de mi casa, recuerdo el pozo en la vereda, voy buscándolo con la vista, lo veo, intento saltarlo, pero caigo en él.
Séptimo día: salgo de mi casa, veo el pozo, tomo carrera, salto, rozo con las puntas de mis pies el borde del otro lado, pero no es suficiente y caigo en él.
Octavo día: salgo de mi casa, veo el pozo, tomo carrera, salto, ¡¡llego al otro lado!!
Me siento tan orgulloso de haberlo conseguido, que festejo dando saltos de alegría... y al hacerlo, caigo otra vez en el pozo.
Noveno día: salgo de mi casa, veo el pozo, tomo carrera, lo salto, y sigo mi camino.
Décimo día: recién me doy cuenta hoy que es más cómodo caminar por la vereda de enfrente.
Jorge Bucay
Muchas veces nos puede la inercia y nos empeñamos en cosas que vistas desde fuera se pueden afrontar de varias maneras, pero sólo estamos pendientes de la nuestra. ¡Por eso se dice que rectificar es de sabios!
El cuento de hoy trata precisamente sobre este tema y es de Jorge Bucay. Espero que lo disfrutéis tanto como yo.
PD.: Espero que mis amigos y familiares de Aragón no se lo tomen a mal y me retiren la ciudadanía !!!
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Mi diario
Me levanto una mañana, salgo de mi casa, hay un pozo en la vereda, no lo veo, y me caigo en él.
Día siguiente... salgo de mi casa, me olvido que hay un pozo en la vereda, y vuelvo a caer en él.
Tercer día: salgo de mi casa tratando de acordarme que hay un pozo en la vereda, sin embargo no lo recuerdo, y caigo en él.
Cuarto día: salgo de mi casa tratando de acordarme del pozo en la vereda, lo recuerdo, y a pesar de eso, no veo el pozo y caigo en él.
Quinto día: salgo de mi casa, recuerdo que tengo que tener presente el pozo en la vereda y camino mirando al piso, y lo veo, y a pesar de verlo, caigo en él.
Sexto día: salgo de mi casa, recuerdo el pozo en la vereda, voy buscándolo con la vista, lo veo, intento saltarlo, pero caigo en él.
Séptimo día: salgo de mi casa, veo el pozo, tomo carrera, salto, rozo con las puntas de mis pies el borde del otro lado, pero no es suficiente y caigo en él.
Octavo día: salgo de mi casa, veo el pozo, tomo carrera, salto, ¡¡llego al otro lado!!
Me siento tan orgulloso de haberlo conseguido, que festejo dando saltos de alegría... y al hacerlo, caigo otra vez en el pozo.
Noveno día: salgo de mi casa, veo el pozo, tomo carrera, lo salto, y sigo mi camino.
Décimo día: recién me doy cuenta hoy que es más cómodo caminar por la vereda de enfrente.
Jorge Bucay
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