domingo, 13 de diciembre de 2015

El oso y el amigo

La amistad es uno de los valores más importantes y necesarios que podemos y debemos potenciar para nuestro desarrollo personal.

Dice un antiguo refrán que Quien tiene un amigo tiene un tesoro. Y es completamente cierto cuando es un 'amigo de verdad'. 


Por eso hay que cuidar las amistades con detalles concretos que refuercen los lazos de amistad, evitando las cosas que estropean las relaciones.

En la historia de esta semana, en clave de humor nos muestra que la confianza es fundamental entre los amigos. 

Se titula El oso y el amigo, y espero que os guste.

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El oso y el amigo

Dos amigos atravesaban un bosque intrincado y salvaje en el que no había vestigio alguno de la civilización. De pronto apareció entre ellos un oso hambriento que les salió al encuentro con actitud amenazadora. 

Uno de los dos amigos, atropellando al otro, huyó rápido, sin preocuparse del compañero. Procurando su propia sal­vación se encaramó rápidamente a un árbol. 

El otro, para salvarse, no encontró fórmula mejor que ti­rarse en tierra, quedándose inmóvil y sin respirar, como si estuviera muerto. Llegó el oso, le lamió durante un buen rato y, creyéndole muerto, se fue. 

Cuando el oso desapareció, el amigo que había subido al árbol, todavía temblando, preguntó:

-Cuando el oso se ha acercado, parecía que te estaba hablando. ¿Qué te ha dicho?

-Me ha dicho una sola cosa: que no me fíe nunca de los amigos como tú



La Historia de la Semana

domingo, 6 de diciembre de 2015

El plato de oro

Muchas personas centran su interés en las cosas materiales y no acaban de apreciar el valor de lo inmaterial.

La historia de esta semana es un cuento budista sobre la sencillez de la vida  y cómo el bien se impone al mal, aunque a veces no sea apreciable a primera vista.


Cuando se alcanza la paz interior, tan buscada por todos, uno es capaz de renunciar hasta de los platos de oro y regalarlos con total desprendimiento. 

La paz interior es un bien mucho más valioso que el oro, y se manifiesta en la sencillez y el bien que se hace cuando se vive.

A continuación El plato de oro, que espero os guste.

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El plato de oro

El gran monje budista solía andar cubierto únicamente con un taparrabos. Vivía siempre de forma austera y muy pobre. Aunque parezca absurdo, llevaba siempre consigo un pequeño plato de oro que le había regalado el rey, el cual había sido su discípulo. 



Lo llevaba como recuerdo, pero su corazón no era esclavo de aquel pedazo de oro.
 
Una noche, estaba a punto de acostarse para dormir entre las ruinas de un antiguo monasterio cuando observó la presencia de un ladrón escondido detrás de una de las columnas. 

-Ven aquí y toma esto -dijo el monje budista mientras le ofrecía el plato de oro-. Así no me molestarás un vez que me haya dormido y podré gozar de este rato de paz que es el descanso.

El ladrón agarró con ansia el plato y salió zumbando. Pero a la mañana siguiente regresó con el plato… y con una petición: 


-Cuando anoche te desprendiste con tanta facilidad de este plato pensé que me hacías inmensamente rico y feliz. Ahora quiero que me enseñes esa riqueza interior que te hace tan desprendido y otorga tanta paz.


La Historia de la Semana

domingo, 29 de noviembre de 2015

Dientes de león

Lo que no puede ser, no puede ser; y además es imposible. Seguro que más de una vez hemos escuchado este frase en tono de humor para referirse a algo que no tiene solución.

Es cierto que hay situaciones y cosas que por muchas vueltas que uno les dé, no se encuentra manera de hallar una solución.


Estoy pensando sobre todo en esas personas, amigos, seres queridos,...,  que nos gustaría que cambiaran de actitud pero nunca lo hacen a pesar de que se les diga.

La historia de esta semana, Dientes de león (esa flor que al soplar se deshace y ningún jardinero quiere en su jardín), aporta una idea muy sugerente para afrontar estos casos con sencillez: ¡siempre podremos amarlas como son y tratarlas como nos gustaría que fueran!

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Dientes de león

Un hombre que se sentía muy orgulloso del césped de su jardín, se encontró un buen día con que crecía una gran cantidad de “dientes de león”, esas flores que cuando soplas pides un deseo.



Y, aunque trató por todos los medios librarse de ellos, no pudo impedir que se convirtieran en una auténtica plaga. Habían invadido todo su estupendo jardín.

 

Al fin escribió al Ministro de Agricultura, refiriendo todos los intentos que había hecho y concluía la carta preguntando: 

-¿Qué puedo hacer?

Al poco tiempo le llegó la respuesta:

- Le sugerimos que aprenda a amarlos.



La Historia de la Semana