domingo, 18 de noviembre de 2012

La princesita y su amiga pobre

Un lugar común en el arte y la literatura a través de los tiempos es el aprecio y la búsqueda de la belleza.

Pero ¿de qué belleza hablamos?, ¿dónde está la auténtica belleza?, ¿cuál es la belleza que importa de verdad?

En estos tiempos que vivimos suele predominar lo superficial sobre lo profundo, lo externo sobre lo interior; y resulta difícil reconocer la verdadera belleza.

La historia de esta semana, La princesita y su amiga pobre, es un cuento al estilo clásico, que nos recuerda algo que decimos frecuentemente pero a veces nos cuesta creer: la belleza que de verdad importa es la que se ve con los ojos del corazón. Lo que constituye una gran verdad.

Y sólo buscando esa belleza interior se encuentra la verdadera y auténtica felicidad a la que aspiran todas las personas. ¡Espero que os guste! 

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La princesita y su amiga pobre

Erase una vez una princesita de ojos grandes y claros, tez blanca, mejillas como de porcelana y rosadas, rostro redondo y larga cabellera rubia que vivía en un precioso, grande, lujoso y acogedor castillo con unos reyes muy ricos que eran sus padres.

Justo al lado del castillo había una casa de piedra muy sencilla y pequeña, sin ningún lujo, donde vivía una niña de la misma edad que la princesa con la diferencia que ella era pobre como sus padres y su parecer no era tan hermoso. Su tez era morena como el té. Tenía el pelo negro pero enmarañado y rizado, y su aspecto era más andrajoso que elegante. 

Sin embargo la pequeña princesita, aún teniendo de todo, no era feliz; parecía estar enojada todo el tiempo y su irritabilidad se reflejaba en su rostro hermoso. A pesar de ser tan hermosa parecía que el pueblo no reparaba en su belleza. En cambio la niña de la casa de piedra tenía una enorme sonrisa dibujada en su cara y el pueblo sí parecía ser atraído por esta muchachita de ojos saltones y alegres. Allá por donde pasaba dejaba su huella en el corazoncito de la gente con su simpatía y su magnética personalidad. No había en el pueblo nadie que no la conociera por su cercanía y
todos la apreciaban. 

Un día esta niña se acercó movida por la curiosidad al castillo y allí conoció a la princesa. La niña saludó a la princesita y ésta reaccionó con la antipatía que la caracterizaba y la echó de su castillo. Lejos de ponerse triste, su pequeña vecinita le pidió disculpas alegremente y se fue de allí feliz como era habitual en ella.

Al día siguiente la princesita estaba aburrida en la torre de su habitación asomada a la ventana. Su ventana casualmente daba al patio de la pobre pero feliz muchacha. Mientras que ella lo tenía todo y su vecinita nada, era mucho más feliz corriendo detrás de los pollos con sus trapos andrajosos. 


De repente algo se inquietó dentro del corazón de la princesa cuando vio aquella escena y recordando las palabras amables del día anterior de la muchacha y el respeto frente a su actitud de rechazo, dejando a un lado el orgullo, decidió reconocer su error y movida por el arrepentimiento tomó el valor necesario para presentarse en casa de sus vecinos y pedirle disculpas a la muchacha alegre.

La muchacha lejos de enfadarse la recibió con una amplia sonrisa y aceptó sus disculpas. Desde aquel día fueron inseparables y compartieron juegos y amistad. Todos los días la princesita iba a buscar a su amiguita a la casa de piedra y viceversa y desde entonces todo el pueblo amó a la princesa y adoraban a las dos niñas.

Pero los años pasaron y las dos niñitas tuvieron que tomar sus respectivos caminos en la vida y dejaron de verse. La princesita creció y se convirtió en una hermosa joven que atraía todas las miradas de los muchachos. Los príncipes iban y venían a pedirla en matrimonio; éstos a su vez le ofrecían riquezas y regalos prometiéndole toda clase de presentes materiales pero ella no se interesó en ninguno.
Prefirió seguir los consejos que le dejó su amiga de la infancia y no fijarse en lo externo de los hombres sino en lo apuesto del corazón de aquel que iba a merecer su amor.


Pasados unos años un tímido y apuesto príncipe se armó de valor para ir a visitarla al castillo y pedir la mano de la joven, quien se fijó en la hermosura de su corazón y apreció algo diferente. Y se hicieron grandes amigos. El príncipe tenía un corazón magnánimo y la princesa se enamoró profundamente.

Después de dos años de noviazgo decidieron casarse, pero en lugar de vivir en el castillo de sus padres, regalaron a los más pobres del pueblo todas las riquezas que tenían y los regalos de su boda. Ellos decían que el mejor regalo que tenían era la felicidad y que también querían compartirlo con los demás.

Por eso el príncipe y la princesa vivieron humildemente y se fueron a residir a una casa de campo de una aldea cercana, dejando todas las comodidades de sus vidas pasadas y recorriendo el mundo entero juntos ayudando a los más necesitados.

Los años pasaron, y el príncipe y la princesa envejecieron como todo el mundo. Pero no les importó el paso del tiempo porque se dieron cuenta de que la mejor riqueza y la mayor hermosura las tenían en el interior de su corazón.


La Historia de la Semana

jueves, 15 de noviembre de 2012

Boundin'

La vida da muchas vueltas y tiene muchos altibajos. Unas veces nos salen bien la cosas y otras bastante mal.

Pero siempre hay que saber estar por encima de las vicisitudes concretas y hay que saber superar las dificultades que van apareciendo.

El video de esta semana es una simpática animación que trata precisamente de este tema, haciendo ver que no hay que dejarse vencer por las adversidades y no hay que perder la esperanza en el futuro. 

A mí me recuerda la importancia que tiene el soñar nuestro futuro y ponerse en camino para hacer realidad los sueños.

El protagonista es un conejílope (conejo + antílope), bastante cercano a nuestros gamusinos campamentales...

Se titula Boundin' (algo así como Brincando), y se estrenó en el 2003. Aquí va a continuación.



jueves, 8 de noviembre de 2012

El tamaño de las personas

¿Cómo medimos el tamaño de las personas? Naturalmente la pregunta está hecha para hacernos reflexionar un poco. 

No nos referimos al tamaño físico de las personas, que es muy fácil de evaluar a simple vista, sino a su 'tamaño espiritual', ése que sólo se aprecia con los ojos del corazón y las gafas del amor.

El texto de esta semana recuerda de forma evidente un aserto que solemos decir pero que a veces se nos olvida: el tamaño de la persona se conoce por sus obras.

Y es un buen recordatorio para todos los que aspiramos a ser grandes de corazón, generosos con los demás y dispuestos a luchar por nuestros sueños e ideales.

Aquí va a continuación El tamaño de las personas. ¡A ver si estáis de acuerdo!

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El tamaño de las personas

Una persona es enorme cuando habla de frente y vive de acuerdo con lo que dice, cuando trata con cariño y respeto, cuando mira a los ojos y sonríe con franqueza.

Pero es pequeña cuando sólo piensa en sí misma, y les hace creer a los otros que piensa en ellos; cuando es poco gentil, cuando no colabora, cuando abandona a alguien en el momento en que más lo necesita.

Una persona es gigante cuando se interesa por tu vida, cuando busca alternativas para tu crecimiento, cuando sueña junto contigo, cuando trata de entenderte aunque no piense igual que tú.

Una persona es grande cuando perdona, cuando comprende, cuando se coloca en el lugar del otro, cuando obra no sólo de acuerdo con lo que esperan de ella, sino con lo que espera de sí misma.

Pero es pequeña cuando decepciona, cuando hiere, cuando actúa con orgullo, cuando no es solidaria, cuando miente, cuando no sabe pedir perdón.

Una persona es grande cuando sabe dar, cuando no tiene miedo de recibir, cuando le caracteriza la alegría, cuando enfrenta la tristeza, cuando domina la ira.

Pero es insignificante cuando desprecia, cuando olvida los favores, cuando sólo busca su brillo, sus intereses, su bienestar. Se empequeñece aún más cuando agrede, cuando falsea su testimonio, cuando mata con maledicencia.

Una persona es grande cuando extiende su mano, cuando cierra su boca y abre su corazón, cuando su sensibilidad es tan grande que sabe ver en el corazón del otro …

 La Historia de la Semana