viernes, 22 de mayo de 2009

Un relato azteca

Otra semana que se ha pasado volando. O tal vez sea que con esto de enviar una historia semanal a mí me lo parece... Pero mientras se pueda, espero no faltar a nuestra cita (¡¡y material hay de sobra!!) :-))


Cada vez que uno se asoma al mundo, y no hay que irse muy lejos, vemos muchísimas situaciones injustas. Y el primer sentimiento que nos viene es que nos gustaría arreglarlas, pero no sabemos por dónde comenzar. ¡¿Qué puedo hacer yo frente a los poderosos, frente a la sociedad, frente a las corrientes de opinión,...?!! Siendo realistas diremos que seguramente muy poco; pero ese poco, ese granito de arena apenas perceptible, puede ser fermento de otras grandes cosas que no imaginamos.


La historia de esta semana es un relato azteca que trata precisamente del valor de lo pequeño y cómo muchas cosas insignificantes pueden hacer una grande. Espero que os guste!
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Un relato azteca


Dicen nuestros abuelos que hace mucho tiempo hubo un gran incendio en los bosques que cubrían la tierra. Las personas y los animales empezaron a correr huyendo del fuego.


Nuestro hermano el búho, Tecolotl, también corría, cuando vio un pajarito que iba y venía del río cercano al fuego. Se dirigió hacia donde iba este pajarito.


Cayó en la cuenta de que era nuestro hermano el pájaro Quetzal, Quezaltototl, que iba hacia el río, cogía gotitas de agua en el pico, y volvía al fuego para arrojar en él aquella gotita de agua.


El búho se acercó al pájaro Quetzal y le gritó: "¿Qué haces, hermano? ¿Eres tonto? No vas a conseguir nada con eso. ¿Qué estás intentando hacer? ¡Tienes que huir para salvar tu vida!".


El pájaro Quetzal se detuvo un momento, miró al búho, y luego respondió: "Estoy haciendo lo que puedo con lo que tengo".



Nuestros abuelos recuerdan que hace mucho tiempo los bosques que cubrían nuestra Tierra fueron salvados de un gran incendio por un pajarito Quetzal, un búho y otros muchos animales que se unieron para apagar las llamas.

jueves, 21 de mayo de 2009

Huellas en la arena

Una noche tuve un sueño...



... Soñé que estaba caminando por la playa con el Señor y, a través del cielo, pasaban escenas de mi vida.


Por cada escena que pasaba, percibí que quedaban dos pares de pisadas en la arena: unas eran las mías y las otras del Señor.



Cuando la última escena pasó delante nuestro, miré hacia atrás, hacia las pisadas en la arena y noté que muchas veces en el camino de mi vida quedaban sólo un par de pisadas en la arena.



Noté también que eso sucedía en los momentos más difíciles de mi vida. Eso realmente me perturbó y pregunté entonces al Señor: "Señor, Tú me dijiste, cuando resolví seguirte, que andarías conmigo a lo largo del camino, pero durante los peores momentos de mi vida había en la arena sólo un par de pisadas. No comprendo porque Tú me dejaste en las horas en que yo más te necesitaba".



Entonces, El, clavando en mi su mirada infinita me contestó: "Mi querido hijo. Yo te he amado y jamás te abandonaría en los momentos más difíciles. Cuando viste en la arena sólo un par de pisadas fue justamente allí donde te cargué en mis brazos".

miércoles, 20 de mayo de 2009

La oruga

Una pequeña oruga caminaba un día en dirección al Sol. Muy cerca del camino se encontraba una langosta. -"¿Hacia dónde te diriges?", le preguntó.

Sin dejar de caminar, la oruga contestó: "Tuve un sueño anoche: soñé que desde la punta de la gran montaña yo miraba todo el valle. Me gustó lo que ví en mi sueño y he decidido realizarlo".

Sorprendida, la langosta dijo mientras su amiga se alejaba: -"Tú debes estar loca. ¿Cómo podrías llegar hasta aquel lugar?. ¡Tú, una simple oruga!. Una piedra será una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable".

Pero la oruga ya estaba lejos , y no la escuchó.
Sus diminutos pies no dejaron de moverse.

De pronto, se oyó la voz de un escarabajo: -"¿Hacia dónde te diriges con tanto empeño?".

Sudando, la oruga le dijo jadeante: -"Tuve un sueño y deseo realizarlo. Subiré a esa montaña y desde ahí contemplaré todo nuestro mundo".

El escarabajo no pudo soportar la risa, soltó la carcajada y luego dijo: -"Ni yo, con patas tan grandes, intentaría una empresa tan ambiciosa".


El escarabajo se quedó en el suelo tumbado de la risa, mientras la oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros. Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor, aconsejaron a nuestra amiga a desistir. "¡Tú no lo lograrás jamás!", le dijeron, pero en su interior había un impulso que la obligaba a seguir.

Ya agotada, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construír con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar. "Estaré mejor", fue lo último que dijo, y murió. Todos los animales del valle por días fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo. Había construido como su tumba un monumento a la insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno del que murió por querer realizar un sueño irrealizable.

Una mañana, en la que el Sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos. De pronto, quedaron atónitos. Aquel capullo duro comenzó a resquebrajarse y con asombro vieron unos ojos y una antena que podía ser la de la oruga que todos creían muerta...


Poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas arco iris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: una mariposa.

No hubo nada que decir. Todos sabían lo que haría, se iría volando hasta la gran montaña y realizaría un sueño: el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir.