miércoles, 18 de marzo de 2009

Mensajes profundos

Este fin de semana es largo en Madrid: ¡tenemos puente! Además, la primavera está a las puertas, hace buen tiempo y aún no han llegado las alergias ¡¡Estupendo!!

Así que, para celebrarlo, la historia de la semana de hoy son unas frases breves y profundas sobre el acontecer diario para que usemos las neuronas y dediquemos unos minutos a la reflexión y meditación.


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MENSAJES PROFUNDOS

"La vida está en constante movimiento" (Parkinson)

"No hay nada tan importante que no podamos olvidarlo" (Alzheimer)

"Mi vida está llena de aspiraciones" (Un asmático)

"El día que nosotros gobernemos, todos temblarán" (Los epilépticos)

"Vayamos al grano" (Un dermatólogo)

"No a la donación de órganos" (Yamaha Instruments)

"Mi esposa tiene un gran físico" (Albert Einsten)

"Nunca pude estudiar Derecho" (El jorobado de Notre Dame)

"Me gusta la humanidad" (Anibal Lexter)

"Estoy rodeado de animales" (Noé)

"Eres la única mujer en mi vida" (Adán)


"Nosotras apoyamos la liberación femenina" (Cárcel de mujeres)

"¡Me encanta ir a la escuela!" (Un piojo)

"Es mejor dar que recibir" (Un boxeador)

"A mi lo que me revientan son los camiones" (Un sapo)

El niño y el piloto

Cuanto más mayores nos hacemos, más expuestos estamos a las vicisitudes y dificultades de la vida: fracasos, enfermedades, decepciones, fallos,.... ¿Qué nos queda en esos momentos? ¿A quien recurrir? ¿Se puede encontrar algo positivo en los momentos oscuros?

Son situaciones muy difíciles en las que se suele sufrir mucho, pero los que tenemos la gracia y la suerte de creer en Dios confiamos que siempre hay un más y un Alguien que nos acoge y nos consuela, un Padre que nos acompaña en nuestro caminar.

Todo esto me ha recordado la historia de la semana de esta ocasión, historia sencilla y de confianza.


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El niño y el piloto
El hombre observó al niño solo en la sala de espera del aeropuerto aguardando su vuelo.

El niño fue colocado al frente de la fila, para entrar y encontrar su asiento antes que los adultos.

Al entrar al avión, el hombre vio que el niño estaba sentado al lado de su asiento. El niño fue cortés cuando conversó con él y, enseguida, comenzó a pasar el tiempo pintando un libro. No demostraba ansiedad o preocupación con el vuelo mientras las preparaciones para el despegue estaban siendo hechas.

Durante el vuelo, el avión entró en una tempestad muy fuerte lo que lo hizo balancearse como una pluma al viento.

La turbulencia y las sacudidas bruscas asustaron a algunos pasajeros. Pero el niño parecía encarar todo con la mayor naturalidad.

Una de las pasajeras, sentada del otro lado del corredor estaba preocupada con todo aquello y preguntó al niño:

- Niño, ¿no tienes miedo?

- No señora, no tengo miedo -respondió, levantando los ojos rápidamente de su libro de pintar-, ¡mi padre es el piloto!

jueves, 12 de marzo de 2009

El violinista

La historia de la semana de hoy me ha sorprendido y hecho reflexionar.
A lo largo del día estamos envueltos en un montón de cosas que nos parecen muy importantes, pero que miradas en pespectiva tal vez no lo sean tanto. Y al revés, seguramente hay muchos 'pequeños detalles' que nos pasan inadvertidos y no alcanzamos a apreciarlos en toda su belleza y profundidad.
Vivimos a veces tan metidos en nuestras cosas que no vemos la riqueza que florece a nuestro lado, mientras que un niño es capaz de extasiarse con el vuelo de una mosca.

Pues de esto trata esta historia que parece verídica.
Espero que os guste.


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El violinista

Un hombre se sentó en una estación del metro en Washington y comenzó a tocar el violín, en una fría mañana de enero. Durante los siguientes 45 minutos, interpretó seis obras de Bach. Durante el mismo tiempo, se calcula que pasaron por esa estación algo más de mil personas, casi todas camino a sus trabajos.

Transcurrieron tres minutos hasta que alguien se detuvo ante el músico. Un hombre de mediana edad alteró por un segundo su paso y advirtió que había una persona tocando música.

Un minuto más tarde, el violinista recibió su primera donación: una mujer arrojó un dólar en la lata y continuó su marcha.
Algunos minutos más tarde, alguien se apoyó contra la pared a escuchar, pero enseguida miró su reloj y retomó su camino. Quien más atención prestó fue un niño de 3 años. Su madre tiraba del brazo, apurada, pero el niño se plantó ante el músico. Cuando su madre logró arrancarlo del lugar, el niño continuó volteando su cabeza para mirar al artista. Esto se repitió con otros niños. Todos los padres, sin excepción, los forzaron a seguir la marcha.

En los tres cuartos de hora que el músico tocó, sólo siete personas se detuvieron y otras veinte dieron dinero, sin interrumpir su camino. El violinista recaudó 32 dólares. Cuando terminó de tocar y se hizo silencio, nadie pareció advertirlo. No hubo aplausos, ni reconocimientos.


Nadie lo sabía, pero ese violinista era Joshua Bell, uno de los mejores músicos del mundo, tocando las obras más complejas que se escribieron alguna vez, en un violín tasado en 3.5 millones de dólares. Dos días antes de su actuación en el metro, Bell llenó un teatro en Boston, con localidades que promediaban los 100 dólares.


Esta es una historia real. La actuación de Joshua Bell de incógnito en el metro fue organizada por el diario The Washington Post como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de las personas.

La consigna era: en un ambiente banal y a una hora inconveniente, ¿Percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado?


Si no tenemos un instante para detenernos a escuchar a uno de los mejores músicos interpretar la mejor música escrita, ¿qué otras cosas nos estaremos perdiendo?....