martes, 9 de septiembre de 2025

El sabio de la isla

¿Dónde buscamos las respuestas a nuestros interrogantes, a las cosas que nos preocupan? Seguramente muchas veces tratamos de eludirlas, pero al final las grandes preguntas vuelven.

En este cuento, titulado El sabio de la isla, se hace una reflexión sobre dónde encontrar esa sabiduría que dé las respuestas, pues se suele pensar que es propia de mentes muy preparadas y alejadas de nuestro entorno. Sin embargo, el protagonista se da cuenta al final de que todo pasa por repensar la propia actividad con sencillez y humildad, gracias a las palabras del anciano, que no se reconoce sabio sino simplemente una persona cercana que sabe escuchar los problemas de los demás.
En definitiva es un buen recordatorio de que afrontar las situaciones con humildad y sencillez es la mejor ayuda para resolver las dificultades.

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El sabio de la isla

Había una vez un rey en una remota isla que estaba aburrido por todo lo que veía y todo lo que hacía y que ya no encontraba gracia a nada. Así que decidió hacer una visita a la isla vecina donde habitaba un gran sabio que de todo te daba razón y ni corto ni perezoso salió en su busca. 

Fueron varios los días de viaje, tan cansados que el rey durmió todo el viaje soñando y pensando con encontrar las respuestas más sinceras y seguras del mundo, las respuestas de cómo ser más alegre, divertido y sobre todo ser mejor gobernante cada día.
 
Así pasaron los días y este rey pensando en todo lo importante. Le pregunta a su capitán  cuando arribarían a la otra isla y éste le contesto que ya estaban en las orillas de la famosa isla del sabio. El rey se alegró tanto que tan pronto encallaron bajo y corrió por el puerto preguntando por el sabio tan famoso que tantas cosas había escuchado de él.

Se encuentra con un anciano de ropas rasgadas y de aspecto muy humilde y le dice: 
- Oye tú, mendigo, ¿dónde está el sabio que habita esta isla? 
 
El anciano contesta: 
- No lo sé. Todo mundo viene preguntando por ese sabio y en esta isla hay tan solo unas cuantas gentes como yo.

El rey le dice: 
- ¿Cómo? ¿que no hay ningún sabio en esta isla?
 
El anciano le vuelve a contestar:  
- No, no hay ningún sabio que yo sepa, ¿bueno para que quiere ver a ese sabio?
 
El rey molesto replicó:  
- Para que me diga el secreto de cómo ser más feliz, cómo ser mejor gobernante y todo lo bueno de la vida.

Entonces el anciano le dice "pregúntame a mí, que yo te ayudaré", a lo que el rey se ríe con tremenda carcajada y de pronto se queda serio, y le dice:
 
- ¿Tú un anciano mal vestido y, por lo que veo, muy ignorante me vas a decir lo que solo un sabio me puede decir?".

El anciano le contesta:  
- No necesito traer ropas lujosas como tú, ni necesito riquezas o tropas para ser sabio, lo único que yo necesito es mi cabeza y mi paciencia. Tú, rey de la isla vecina, me preguntaste por un sabio y aquí no lo hay. Han venido cientos de reyes y demás gobernantes a buscarlo y no lo han encontrado. Sólo han hablado conmigo. Tan pronto terminan de hablar conmigo se retiran riéndose y diciendo que viajaron tanto que tuvieron tiempo para pensar muchas formas de solucionar sus problemas y que yo terminé dándoles la llave para ser mejores, pero no sé por qué.

El rey se da la media vuelta y se dirige pensativo hacia su barco pero tan pronto da unos pasos se voltea hacia el anciano y le dice: 
 
- Gracias famoso sabio de la isla, me has dado la llave de cómo ser mejor gobernante, de cómo ser mas divertido, de cómo tener más paciencia. Me has enseñado que primero debo encontrarme a mí mismo con mis pensamientos, con mis actos y mis deseos, sólo así seré mejor. ¡Muchas gracias sabio! 

El anciano, atónito, se rasca la cabeza y se dice a sí mismo: "Por eso no salgo de esta isla, afuera todos deben de estar locos, con eso de estar pensando cómo ser mejores y aliviar sus penas. No, no, no, yo estoy mejor aquí con mi ignorancia y mi humilde persona, lo único que hago es escuchar a toda esa gente que viene y preguntarles. Sólo por eso me dicen sabio". 
 

lunes, 23 de junio de 2025

Corazones rotos

 

En estos tiempos que nos toca vivir, en una sociedad artificial dominada por el materialismo y el individualismo, es fácil encontrar 'corazones rotos': personas sin  esperanza, sin alegría, sin ganas de vivir. Donde el problema de la soledad es cada día más acuciante, a pesar de las redes sociales, que en teoría ayudan a comunicarse pero en muchas ocasiones aíslan más que unen.

También hay veces que se rompe el corazón con cosas del día a día que nos duelen: cuando nos dan una mala respuesta, cuando busco consuelo en un amigo y no responde, cuando me esfuerzo y acabo en fracaso...
 

El corto que comparto esta semana, titulado Roto hace un repaso de estas circunstancias que nos rompen el corazón, pero tiene un mensaje de esperanza: ese dolor que uno siente nunca es en vano. Basta un gesto de amor para recomponer los pedazos rotos.

Es el mensaje que Jesús nos trajo con su vida y ejemplo, y es a lo que nos invita a cada uno para ser fuente de paz y convivencia, y ayudar a recomponer 'corazones rotos', como hace la protagonista de este corto animado.
 
 

 

La Historia de la Semana 

lunes, 17 de febrero de 2025

La noche y el día

¿Cómo apreciamos las cosas que nos rodean? ¿Basta una mirada? ¿Hay algo más que se nos escapa?

Parece una obviedad pero cuando se profundiza un poco aparecen sutiles diferencias: lo que para mí es una montaña para otro es un cuadro impresionista, lo que para mí es un atardecer normal para otro es una poesía, o lo que para mí es una persona corriente para otro es una obra de arte.


Y sobre todo es importante cuando se trata de apreciar correctamente el valor de las personas, pues fácil dejarse llevar por prejuicios y no alcanzar a ver lo importante, que es cuando se comparte la fraternidad.

De esto trata esta historia de la semana, para que aprendamos a ver las cosas un poquito mejor.
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La noche y el día

Un día el Maestro preguntó a sus alumnos:

- ¿Cómo podemos saber cuándo acaba la noche y empieza el día?

- El día empieza cuando, al ver una animal desde lejos, distingo si es un cordero o un perro, dijo uno.

- No, contestó el Maestro.

- Entonces cuando, al ver un árbol, distingo si es un cerezo o una higuera, dijo otro.

- Tampoco.

- Pues entonces cuando distingo si un hombre es blanco o es negro, añadió un tercero.

- Tampoco es correcto, corrigió el Maestro.

Entonces fueron los alumnos los que, intrigados, le preguntaron cómo podría saberse.

- La diferencia entre el día y la noche -respondió- se da cuando, al mirar a una persona, sea quien sea, ves en ella a un hermano. Si no la ves como hermano, sea la hora que sea, es que tu corazón está en la noche.

La Historia de la Semana