¿Cómo apreciamos las cosas que nos rodean? ¿Basta una mirada? ¿Hay algo más que se nos escapa?
Parece una obviedad pero cuando se profundiza un poco aparecen sutiles diferencias: lo que para mí es una montaña para otro es un cuadro impresionista, lo que para mí es un atardecer normal para otro es una poesía, o lo que para mí es una persona corriente para otro es una obra de arte.
Y sobre todo es importante cuando se trata de apreciar correctamente el valor de las personas, pues fácil dejarse llevar por prejuicios y no alcanzar a ver lo importante, que es cuando se comparte la fraternidad.
Y sobre todo es importante cuando se trata de apreciar correctamente el valor de las personas, pues fácil dejarse llevar por prejuicios y no alcanzar a ver lo importante, que es cuando se comparte la fraternidad.
De esto trata esta historia de la semana, para que aprendamos a ver las cosas un poquito mejor.
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La noche y el día
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La noche y el día
- ¿Cómo podemos saber cuándo acaba la noche y empieza el día?
- El día empieza cuando, al ver una animal desde lejos, distingo si es un cordero o un perro, dijo uno.
- No, contestó el Maestro.
- Pues entonces cuando distingo si un hombre es blanco o es negro, añadió un tercero.
- Tampoco es correcto, corrigió el Maestro.
Entonces fueron los alumnos los que, intrigados, le preguntaron cómo podría saberse.
- La diferencia entre el día y la noche -respondió- se da cuando, al mirar a una persona, sea quien sea, ves en ella a un hermano. Si no la ves como hermano, sea la hora que sea, es que tu corazón está en la noche.
3 comentarios:
Muchas gracias. Este diálogo tan sencillo, lleva a una profundidad llena de luz
DIOS LE SIGA BENDICIENDO GRANDEMENTE
Un fuerte abrazo desde Las Palmas de Gran Canaria
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