domingo, 18 de diciembre de 2011

Canción de Navidad

Estamos ya  cerca de la celebración de la Navidad y creo que es oportuno tener un pensamiento para los que no la pueden celebrar por diversos motivos.

He elegido esta canción del cantautor cubano Silvio Rodríguez, representante de la Nueva Trova cubana titulada Canción de Navidad, publicada en el año 1994.

Seguramente no está en nuestra mano socorrer a todos los que lo necesitan y eliminar el problema de la pobreza en el mundo, pero sí podemos ayudar a los que están a nuestro lado, podemos evitar caer en el consumisno sin sentido que aparece por todas partes y, sobre todo, podemos dar gracias a Dios por que, a pesar de nuestras carencias, tenemos lo suficiente para vivir y ser felices.

¡Feliz Navidad!

(como siempre, la letra de la canción al final) 





CANCIÓN DE NAVIDAD
Silvio Rodríguez 

El fin de año huele a compras,
enhorabuenas y postales
con votos de renovación;
y yo que sé del otro mundo
que pide vida en los portales,
me doy a hacer una canción.
La gente luce estar de acuerdo,
maravillosamente todo
parece afín al celebrar.
Unos festejan sus millones,
otros la camisita limpia
y hay quien no sabe qué es brindar.

Mi canción no es del cielo,
las estrellas, la luna,
porque a ti te la entrego,
que no tienes ninguna.

Mi canción no es tan sólo
de quien pueda escucharla,
porque a veces el sordo
lleva más para amarla.

Tener no es signo de malvado
y no tener tampoco es prueba
de que acompañe la virtud;
pero el que nace bien parado,
en procurarse lo que anhela
no tiene que invertir salud.

Por eso canto a quien no escucha,
a quien no dejan escucharme,
a quien ya nunca me escuchó:
al que su cotidiana lucha
me da razones para amarle:
a aquel que nadie le cantó.

Mi canción no es del cielo,
las estrellas, la luna,
porque a ti te la entrego,
que no tienes ninguna.

Mi canción no es tan sólo
de quien pueda escucharla,
porque a veces el sordo
lleva más para amarla.
 
La Historia de la Semana 

jueves, 15 de diciembre de 2011

¿Por qué la gente grita?

La historia de esta semana me ha hecho caer en la cuenta de una observación de la realidad: cuando nos enfadamos solemos alzar la voz.

Parece que si gritamos más alto que la otra persona vamos a tener más razón, lo cual es evidentemente falso.

Pero lo que sí es cierto es que se produce una separación interior y se resquebrajan los puntos de unión con el otro. 

Por eso hay que tener mucho cuidado en esos momentos para no romper los puentes definitivamente: cuando se produce una separación de los corazones es muy difícil acercarlos de nuevo.

Esto es lo que me ha sugerido el relato ¿Por qué la gente grita?, pero seguro que a los lectores les sugiere muchas más ideas...
 
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¿Por qué la gente grita?

Un día un sabio preguntó a sus discípulos lo siguiente:
- ¿Por qué las personas gritan cuando están enojadas?

Los discípulos, tras pensar unos momentos, contestaron:
- Porque perdemos la calma –dijo uno– por eso gritamos.

- Pero ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado? –preguntó una vez más- ¿No es posible hablarle en voz baja? ¿Por qué gritas a una persona cuando estás enojado?

Los discípulos dieron algunas otras respuestas pero ninguna de ellas satisfacía al maestro, así que finalmente explicó: 

– Cuando dos personas están enojadas sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia deben gritar para poder escucharse. Mientras más enojadas estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse uno a otro a través de esa gran distancia.

Luego preguntó: 

– ¿Pero qué sucede cuando dos personas se enamoran? Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente, ¿por qué?: sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos es muy pequeña. 

Y cuando se enamoran más aún, ¿qué sucede?: no hablan, sólo susurran y se vuelven aún más cercanos en su amor. Finalmente no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo. Así es cuán cerca están dos personas cuando se aman.

Luego el sabio concluyó: 

- Cuando discutan no dejen que sus corazones se alejen, no digan palabras que los distancien más, llegará un día en que la distancia sea tanta que no encontrarán más el camino de regreso.



martes, 13 de diciembre de 2011

El poderoso

Un toque de humildad en el trato cotidiano es muy conveniente en la vida para poder desarrollar una convivencia normal, capaz de hacer amigos allí donde nos encontremos. 

La historia de esta semana es ilustrativa de cómo hay personas que se creen importantes y poderosas por el único hecho de estar en una situación de superioridad simplemente física. 
Se da también con frecuencia en las relaciones laborales, donde el jefe ejerce su superioridad sin más contemplaciones o sin tener en cuenta a las personas que dependen de él.

Está comprobado que lo contrario de la humildad (el orgullo, la prepotencia, la soberbia,...) no lleva a ninguna parte. Sólo al aislamiento y la soledad.

Se titula El poderoso y va a continuación. 

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El poderoso

En cierta ocasión un sencillo eremita se vio amenazado de muerte por un bandido cruel y poderoso que llegó donde aquél vivía.

- Sé bueno, -le dijo el eremita- y ayúdame a cumplir mi último deseo: corta una rama de ese árbol.

Con un golpe de su espada, el bandido hizo lo que le pedía.

- ¿Y ahora, qué?, le preguntó a continuación.

- Ponla de nuevo en su sitio, dijo el monje.

El bandido soltó una carcajada:

-¡Debes de estar loco si piensas que alguien puede hacer semejante cosa!

-Al contrario -le respondió el monje-. Eres tú el loco al pensar que eres poderoso porque puedes herir y destruir. 


Eso es cosa de niños. El verdaderamente poderoso es el que sabe crear y curar.


La Historia de la Semana