Una de las palabras de moda últimamente es la posverdad: distorsión deliberada de la realidad para obtener un beneficio. O sea, la mentira de toda la vida. Incluso fue declarada 'palabra del año' hace un tiempo.
Vivimos en una época en que parece que los valores tradicionales han perdido su categoría y todo se reduce a un relativismo cada vez mayor.
La historia que comparto esta semana, titulada La verdad, me ha recordado la frase del Evangelio que dice la verdad os hará libres, pues lo contrario lleva a hacerse rehén de la propia mentira.
Y con el agravante de que siempre hay alguien que se da cuenta de la situación, como la abuela de este cuento. Por eso hay que actuar con la suficiente madurez para aceptar las consecuencias de nuestras acciones. Aquí va a continuación.
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La verdad
Un niño y su hermanita fueron a visitar a sus abuelos en el campo. El niño tenía un tirachinas y practicaba con él en el campo, pero nunca lograba dar en el blanco. Cuando regresó al patio trasero de casa de su abuela, vio allí un patito. Apuntó y disparó una piedra. La piedra golpeó el pato y cayó muerto. El niño fue presa del pánico. Desesperadamente, escondió el pato muerto en el establo, y al levantar la cabeza vio a su hermana que le observaba. Su hermana Sara lo había visto todo, pero no dijo nada.
Ese día, después de comer, la abuela dijo:
- Sara, vamos a lavar la vajilla.
Pero Sara respondió:
- Juan me dijo que quería lavar los platos hoy. ¿No es así, Juan? -Y le susurró-: ¿Te acuerdas del pato? -Así que Juan tuvo que lavar los platos.
Más tarde, el abuelo decidió llevar a los dos niños a pescar. La abuela dijo:
- Lo siento, pero necesito que Sara me ayude a preparar la cena.
Sara sonrió y dijo:
- Oh, Juan dijo que quería hacerlo. -Una vez más, Sara susurró-: ¿Recuerdas el pato? -Juan se quedó y Sara fue a pescar.
Después de un par de días de hacer todas las tareas, Juan se sintió desesperado y no pudo soportarlo más. Entonces le confesó a la abuela que había matado a su patito. La abuela acarició su rostro en sus manos y dijo:
- Lo sé, Juan. Estaba de pie junto a la ventana y vi todo. Allí mismo te perdoné porque te quiero. Me preguntaba cuánto tiempo ibas a esconder la verdad y dejar que Sara hiciera de ti un esclavo.
Vivimos en una época en que parece que los valores tradicionales han perdido su categoría y todo se reduce a un relativismo cada vez mayor.
La historia que comparto esta semana, titulada La verdad, me ha recordado la frase del Evangelio que dice la verdad os hará libres, pues lo contrario lleva a hacerse rehén de la propia mentira.
Y con el agravante de que siempre hay alguien que se da cuenta de la situación, como la abuela de este cuento. Por eso hay que actuar con la suficiente madurez para aceptar las consecuencias de nuestras acciones. Aquí va a continuación.
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La verdad
Un niño y su hermanita fueron a visitar a sus abuelos en el campo. El niño tenía un tirachinas y practicaba con él en el campo, pero nunca lograba dar en el blanco. Cuando regresó al patio trasero de casa de su abuela, vio allí un patito. Apuntó y disparó una piedra. La piedra golpeó el pato y cayó muerto. El niño fue presa del pánico. Desesperadamente, escondió el pato muerto en el establo, y al levantar la cabeza vio a su hermana que le observaba. Su hermana Sara lo había visto todo, pero no dijo nada.
Ese día, después de comer, la abuela dijo:
- Sara, vamos a lavar la vajilla.
Pero Sara respondió:
- Juan me dijo que quería lavar los platos hoy. ¿No es así, Juan? -Y le susurró-: ¿Te acuerdas del pato? -Así que Juan tuvo que lavar los platos.
Más tarde, el abuelo decidió llevar a los dos niños a pescar. La abuela dijo:
- Lo siento, pero necesito que Sara me ayude a preparar la cena.
Sara sonrió y dijo:
- Oh, Juan dijo que quería hacerlo. -Una vez más, Sara susurró-: ¿Recuerdas el pato? -Juan se quedó y Sara fue a pescar.
Después de un par de días de hacer todas las tareas, Juan se sintió desesperado y no pudo soportarlo más. Entonces le confesó a la abuela que había matado a su patito. La abuela acarició su rostro en sus manos y dijo:
- Lo sé, Juan. Estaba de pie junto a la ventana y vi todo. Allí mismo te perdoné porque te quiero. Me preguntaba cuánto tiempo ibas a esconder la verdad y dejar que Sara hiciera de ti un esclavo.
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