En muchas ocasiones observamos que el entorno en que nos movemos es a veces más fuerte que nosotros, y es fácil dejarse llevar por la corriente.
La historia de esta semana recuerda que aún en medio de situaciones difíciles o de personas complicadas, se puede, no sólo tener criterios propios, sino transformar lo feo en bello, lo malo en bueno.
Decía San Agustín que hasta del pecado, de lo negativo, se pueden sacar consecuencias positivas. Este es para mí el mensaje que transmite la historia que comparto este fin de semana, Vivir como las flores.
Espero que os guste.
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Vivir como las flores
Hace muchos años, un discípulo le preguntó a su maestro:
- Maestro, ¿qué debo hacer para no sentirme molesto con la gente?... Algunas personas hablan demasiado. Otras son ignorantes. Algunas son indiferentes. Siento odio por aquéllas que son mentirosas y sufro con aquéllas que calumnian.
- ¡Pues, vive como las flores!, le advirtió el maestro.
- Y ¿cómo es vivir como las flores?, preguntó el discípulo.
- Fíjate en esas flores -continuó el maestro, señalando unos lirios que crecían en el jardín.
'Nacen en el estiércol, sin embargo son puras y perfumadas. Extraen del abono maloliente todo aquello que les es útil y saludable, pero no permiten que lo agrio de la tierra manche la frescura de sus pétalos.
Es razonable angustiarse con las propias culpas, pero no es sabio permitir que los vicios de los demás te incomoden.
Los defectos de ellos son de ellos y no tuyos. Y si no son tuyos, no hay motivo para sentirse molesto... Ejercita pues, la virtud de rechazar todo el mal que viene desde afuera y perfuma la vida de los demás haciendo el bien.