sábado, 11 de julio de 2015

No llores si me amas

La pérdida de un ser querido, aunque sea esperada, siempre resulta dolorosa. 

Lamentar su pérdida es una señal del amor que tenemos a las personas y nos hace resaltar los sentimientos que albergamos en el corazón.


El texto que comparto esta semana, titulado No llores si me amas, es un canto a la fe que tenemos de que hay algo más que esta vida material en la que nos desenvolvemos.

Poder contemplar la realidad desde la trascendencia de un espíritu liberado de lo material, que vive en compañía de los que nos han precedido en esta tierra, representa un canto a la esperanza de que la vida continúa.

Pues, como bien señaló San Pablo en su época, en la vida y en la muerte somos del Señor y a El estamos predestinados.

Espero que os guste este sencillo texto. 

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No llores si me amas

No llores si me amas.
¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo!
¡Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos!


¡Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos
los horizontes, los campos y los nuevos senderos que atravieso!


¡Si por un instante pudieras contemplar como yo,
la belleza ante la cual las bellezas palidecen!


¡Cómo!...
¿Tú me has visto, me has amado en el país de las sombras
y no te resignas a verme y amarme en el país de las inmutables realidades?



Créeme.
Cuando la muerte venga a romper las ligaduras
como ha roto las que a mí me encadenaban,
cuando llegue un día que Dios ha fijado y conoce,
y tu alma venga a este cielo en que te ha precedido la mía,


ese día volverás a verme,
sentirás que te sigo amando,
que te amé, y encontrarás mi corazón
con todas sus ternuras purificadas.

Volverás a verme en transfiguración, en éxtasis, ¡feliz!
ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo,
que te llevaré de la mano por senderos nuevos de Luz...y de Vida...


Enjuga tu llanto y ¡no llores si me amas!




La Historia de la Semana 

jueves, 9 de julio de 2015

El hijo predilecto

Una pregunta que siempre me ha parecido de lo más antipedagógica es la que formulan algunas personas a los niños pequeños: ‘niño, ¿a quién quieres más: a papá o a mamá?'

Pero a nadie se le ocurre preguntar a los padres a qué hijo quieren más que a los demás. 

La historia de esta semana, titulada El hijo predilecto, ilustra muy bien esta idea de que amor de los padres va dirigido a todos los hijos por igual  y expresa una gran sabiduría de la vida.

También invita a reflexionar sobre un aspecto importante de la vida cotidiana de relación con los demás: ¿hacia quien dirijo mi mirada?, ¿quién es el destinatario de mi acción altruista? 

La historia está sacada de El Camino de la Espiritualidad, de Jorge Bucay. Espero que os guste.

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El hijo predilecto

Un día le preguntaron a un padre a cuál de sus cuatro hijos quería más.
 
El padre respondió que quería a los cuatro por igual. 
Pero el que le preguntaba insistió una y otra vez tratando de arrancarle una respuesta.

Finalmente, el padre, después de pensar, dijo:

- Confieso que al que más quiero es al que creo que más me necesita:

cuando un hijo está enfermo, ése es al que más quiero;

cuando un hijo tiene problemas, ése es al que más quiero;

cuando un hijo sufre una decepción amorosa, ése es al que más quiero;

cuando un hijo sufre un revés económico, ése es al que más quiero;

cuando un hijo tiene dudas de si alguien lo quiere, ése es al que más quiero;

cuando un hijo ha perdido el rumbo, ése es al que más quiero...


La Historia de la Semana

martes, 30 de junio de 2015

El leñador

Hay un antiguo refrán que afirma que lo urgente nos hace olvidar lo importante.

En numerosas ocasiones estamos tan ocupados en las actividades del día a día que es fácil perder la perspectiva de lo realmente importante y esencial.

La historia de esta semana, titulada El leñador, trata precisamente de recordarnos dónde tenemos que poner el foco de nuestra vida, tomando como pretexto la labor de este pobre leñador que se olvida de afilar su hacha.

Trasladado a nuestras cosas, viene a recordarnos la necesidad de ver las situaciones en perspectiva, dedicando tiempo a lo que nos da fuerza para seguir adelante y cumplir de la mejor manera nuestros objetivos, esforzándonos en la superación personal.

En definitiva, no olvidarse de que es necesario ver la tierra desde el cielo para tener visión de lo realmente importante en la vida.

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​El leñador

Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún; así que nuestro leñador se decidió a hacer un buen papel.


El primer día se presentó al capataz, quien le dio un hacha y le designó una zona.
El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar. En un solo día cortó dieciocho árboles.

Te felicito -dijo el capataz- sigue así.


Animado por las palabras del capataz, el leñador se decidió a mejorar su propio record; así que esa noche se acostó bien temprano. Por la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque. 


A pesar de todo el empeño, no consiguió cortar más que quince árboles.

Me debo haber cansado -pensó, y decidió acostarse con la puesta del sol.


Al amanecer se levantó, decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron siete, luego cinco y el último día estuvo toda la tarde tratando de cortar su segundo árbol.
Inquieto por lo que pensaría del capataz, el leñador se acercó a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se esforzaba al límite de desfallecer. 


El capataz le preguntó:

¿Cuánto hace que no afilas tu hacha? 


¿Afilar? No he tenido tiempo de afilarla... He estado muy ocupado cortando árboles...


La Historia de la Semana