sábado, 16 de mayo de 2009

El regalo


Hay dos cosas que a mi me conmueven el corazón: la inocencia y la entrega generosa. En estos tiempos que corren parece que sólo llama la atención y nos fijamos en lo negativo, pero a nada que miremos alrededor con los ojos del corazón veremos que también hay personas que dan lo mejor de sí a los que lo necesitan y de mil maneras: cuidando un enfermo, acompañando a ancianos, educando niños,...

La historia de esta semana trata precisamente de la inocencia y el amor sencillo a las personas que nos quieren. Seguro que ya la conocéis pero creo que merece la pena añadirla al blog.



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EL REGALO...


El hombre que estaba tras el mostrador, miraba la calle distraídamente. Una niñita se aproximó al negocio y apretó la naricita contra el vidrio de la vitrina. Los ojos de color del cielo brillaban cuando vio un determinado objeto.

Entró en el negocio y pidió para ver el collar de turquesa azul. - "Es para mi hermana. ¿Puede hacer un paquete bien lindo? - Dice ella.

El dueño del negocio miró desconfiado a la niñita y le preguntó: - ¿Cuánto dinero tienes?

Sin dudar, ella sacó del bolsillo de su ropa un pañuelo todo atadito y fue deshaciendo los nudos. Lo colocó sobre el mostrador y dijo feliz: -"¿Eso alcanza?".

Eran apenas algunas monedas que ella exhibía orgullosa. -"Sabe, quiero dar este regalo a mi hermana mayor. Desde que murió nuestra madre, ella cuida de nosotros y no tiene tiempo para ella. Es su cumpleaños y tengo el convencimiento que quedará feliz con el collar que es del color de sus ojos".

El hombre fue para la trastienda, colocó el collar en un estuche, envolvió con un vistoso papel rojo e hizo un trabajado lazo con una cinta verde. -"Toma, dijo a la niña. Llévalo con cuidado". Ella salió feliz corriendo y saltando calle abajo.

Aún no acababa el día, cuando una linda joven de cabellos rubios y maravillosos ojos azules entró en el negocio. Colocó sobre el mostrador el ya conocido envoltorio deshecho e indagó: -"¿Este collar fue comprado aquí?

-"Sí señora". - ¿Y cuanto costó? - "Ah!", - habló el dueño del negocio. "El precio de cualquier producto de mi tienda es siempre un asunto confidencial entre el vendedor y el cliente".

La joven continuó: - "Pero mi hermana tenía solamente algunas monedas. El collar es verdadero, ¿No?. Ella no tendría dinero para pagarlo". El hombre tomó el estuche, rehizo el envoltorio con extremo cariño, colocó la cinta y lo devolvió a la joven.

- "Ella pago el precio más alto que cualquier persona puede pagar. ELLA DIO TODO LO QUE TENIA".

El silencio llenó la pequeña tienda y dos lágrimas rodaron por la faz emocionada de la joven cuando sus manos tomaban el pequeño envoltorio.

viernes, 15 de mayo de 2009

15 consejos de un adolescente a sus padres

Esta semana sigo con el tema de la educación (en algo se tiene que notar que llevo toda la vida en ese ambiente :-).


Hace tiempo me llegó este texto curioso: se trata de unos consejos de un adolescente a sus padres. Seguramente serán de un educador, pero merece la pena repasarlos pues aportan unas ideas claras y sencillas desde el punto de vista del educando que muchas veces solemos olvidar, pensando que el educador siempre lleva razón. Y es importante tenerlas en cuenta para que la acción educativa de padres y educadores logre su efecto: llegar al corazón de la persona que queremos de verdad.

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15 consejos de un adolescente a sus padres


1. Trátame con la misma cordialidad con la que tratas a tus amigos. Que seamos familia no quiere decir que no podamos ser amigos también.


2. No me des siempre órdenes. Si me pidieras las cosas en vez de ordenármelas, yo las haría antes y de buena gana.


3. No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer. Mantén tu decisión.


4. No me des todo lo que te pida. A veces pido para saber hasta dónde puedes llegar.


5. Cumple las promesas, tanto si son buenas como si son malas. Si me prometes un permiso, dámelo. Si es un castigo, también.


6. No me compares con nadie, especialmente con mis hermanas o hermanos. Si me ensalzas, el otro va a sufrir. Si me haces de menos, quien sufre soy yo.


7. No me corrijas en público. No es necesario que todo el mundo se entere.


8. No me grites. Te respeto menos cuando lo haces.


9. Déjame valerme por mí mismo. Si tú lo haces todo, nunca aprenderé.


10. No mientas delante de mí. Tampoco pidas que yo mienta por ti, para sacarte de un apuro.


11. Cuando haga algo malo, no me exijas que te explique por qué lo hice. A veces, ni yo mismo lo sé.


12. Cuando estés equivocado en algo, admítelo y crecerá mi estima por ti, y yo aprenderé a admitir mis equivocaciones.


13. No me pidas que haga una cosa que tú no haces. Aprenderé y haré siempre lo que tú hagas, aunque no lo digas.


14. Cuando te cuento un problema no me digas "ahora no tengo tiempo para tus tonterías" o "eso no tiene importancia". Trata de comprenderme y ayudarme.


15. Quiéreme y dímelo. Me gusta oírtelo decir, aunque tú no lo creas necesario. Me agrada mucho.

sábado, 9 de mayo de 2009

El halcón

Siempre me ha sorprendido la cantidad de recursos que tenemos cuando de verdad hacen falta y que desconocemos.

En los campamentos de aprecia en toda su realidad: la experiencia de profesor, y no digamos ya la de jefe de campamento, es algo inolvidable que nos fuerza a sacar de nosotros mismos todo lo mejor en todos los sentidos: físico (yo lo de dormir poco lo llevo fatal!), educativo (siempre hay que estar enseñando) y espiritual (uno toma conciencia de que hay que dar ejemplo para mantener la autoridad).


Todo esto me ha recordado la sencilla historia de esta semana, aunque seguro que a vosotros os sugiere muchas más cosas. Espero que os guste.



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El halcón



Un rey recibió como obsequio dos pequeños halcones y los entregó al maestro de cacería para que los entrenara. Después de unos meses, el maestro le informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente pero que al otro no sabía que le sucedía, no se había movido de la rama en la que lo depositó el día que llegó.



El rey mandó llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero nadie pudo hacer volar al ave.



Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió. Al día siguiente, el monarca pudo observar desde la ventana de sus aposentos que el ave aún continuaba inmóvil. Entonces decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al halcón. A la mañana siguiente vio, sorprendido, al halcón volando ágilmente por los jardines.



El rey le dijo a su chambelán que trajera a su presencia al autor de ese milagro. Al poco, apareció ante él un campesino. El rey le preguntó:



- "¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago?"



Intimidado, el campesino le contestó: - "Fue fácil, mi Señor, sólo corté la rama y el halcón voló, se dio cuenta que tenía alas y se puso a volar".