viernes, 23 de enero de 2009

La Sabiduría

La historia de esta semana me encanta. Es un cuento que he narrado en algunas ocasiones.

¿Dónde radica la auténtica sabiduría? ¿Se aprende en la universidad o en la experiencia? ¿Cómo vivenciar lo cotidiano? Aquí os va. Espero que os guste tanto como a mí.



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LA SABIDURÍA



Erase una vez un anciano muy sabio. Tan sabio era que todos decían que en su cara se podía ver la sabiduría. Un buen día ese hombre sabio decidió hacer un viaje en barco, y en ese mismo viaje iba un joven estudiante. El joven estudiante era arrogante y entró en el barco dándose aires de importancia, mientras que el anciano sabio se limitó a sentarse en la proa de barco a contemplar el paisaje y ver cómo los marineros trabajaban.


Al poco el estudiante tuvo noticia de que en el barco se encontraba un hombre sabio y fue a sentarse junto a él. El anciano sabio permanecía en silencio, así que el joven estudiante decidió sacar conversación:


- ¿Ha viajado mucho usted?


A lo que el anciano respondió: - Sí .



- ¿Y ha estado usted en Damasco?


Y al instante el anciano le habló de las estrellas que se ven desde la ciudad, de los atardeceres, de las gentes y sus costumbres. Le describió los olores y ruidos del zoco y le habló de las hermosas mezquitas de la ciudad.


- Todo eso está muy bien. - dijo el estudiante - Pero... habrá estado usted estudiando en la Escuela de Astronomía.


El anciano se quedó pensativo y como si aquello no tuviese importancia le dijo: - No.


El estudiante se llevó las manos a la cabeza sin poder creer lo que estaba oyendo: - ¡Pero entonces ha perdido media vida!


Al poco rato el estudiante le volvió a preguntar: - ¿Ha estado usted en Alejandría?



Y acto seguido el anciano le empezó a hablar de la belleza de la ciudad, de su puerto y su faro. Del ambiente abarrotado de sus calles. De sus tradiciones y de otras tantas cosas.



- Sí, ya veo que ha estado usted en Alejandría -repuso el estudiante-. Pero, ¿estudió usted en la Biblioteca de Alejandría?



Una vez más el anciano se encogió de hombros y dijo: - Pues no.



De nuevo el estudiante se llevó las manos a la cabeza y dijo: - Pero cómo es posible, ¡Ha perdido usted media vida!



Al rato el anciano vio que en la otra punta del barco comenzaba a entrar agua entre las tablas. Entonces el anciano preguntó:


- Tú has estudiado en muchos sitios, ¿verdad?



Y el estudiante, orgulloso, enhebró una retahíla de escuelas, bibliotecas y lugares de sabiduría que parecía no tener fin. Cuando por fin terminó, el viejo le preguntó: -¿Y en alguno de esos lugares has aprendido natación?


El estudiante repasó las decenas de asignaturas que había cursado en los diferentes lugares, pero en ninguna de ellas estaba incluida la natación. - No. - respondió.


Entonces el anciano, arremangándose y saltando por encima de la borda, le dijo antes de tirarse al agua:


- ¡Pues has perdido la vida entera!

viernes, 16 de enero de 2009

Cuando sea viejo

Estos días pasados he tenido un contacto mayor con personas ancianas: he estado diciendo misa en una residencia, visitando un misionero con el que viví hace años y ahora tiene Alzheimer, y me he quedado impresionado de todo este mundo al que estamos abocados cuando nos hacemos mayores, con un sentimiento dulce-triste de la realidad, y me he acordado del texto que esta semana comparto con todos y que me hace meditar un poco en estos temas.


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CUANDO SEA VIEJO


El día que esté viejo y ya no sea el mismo, ten paciencia y compréndeme.


Cuando derrame comida sobre mi camisa y olvide cómo atarme mis zapatos, recuerda las horas que pase enseñándote a hacer las mismas cosas.


Si cuando conversas conmigo, repito y repito las mismas palabras que sabes de sobra como termina, no me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño, para que te durmieras tuve que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que cerrabas los ojitos.


Cuando estemos reunidos y sin querer haga mis necesidades, no te avergüences y compréndeme que no tengo la culpa de ello, pues ya no puedo controlarlas. Piensa cuantas veces cuando niño te ayude y estuve paciente a tu lado esperando a que terminaras lo que estabas haciendo.


No me reproches porque no quiera bañarme; no me regañes por ello. Recuerda los momentos que te perseguí y los mil pretextos que te inventaba para hacerte más agradable tu aseo. Acéptame y perdóname. Ya que soy el niño ahora.


Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas tecnológicas que ya no podré entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario para no lastimarme con tu sonrisa burlona. Acuérdate que yo fui quien te enseñó tantas cosas. Comer, vestirte y tu educación para enfrentar la vida tan bien como lo haces, son producto de mi esfuerzo y perseverancia por ti.


Cuando en algún tiempo mientras conversamos me llegue a olvidar de que estamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerlo no te burles de mí; tal vez no era importante lo que hablaba y me conforme con que me escuches en ese momento.


Si alguna vez ya no quiero comer, no me insistas. Sé cuanto puedo y cuanto no debo. También comprende que con el tiempo ya no tengo dientes para morder ni gusto para sentir.


Cuando me fallen mis piernas por estar cansadas para andar, dame tu mano tierna para apoyarme como lo hice yo cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernas.


Por último, cuando algún día me oigas decir que ya no quiero vivir y solo quiero morir, no te enfades. Algún día entenderás que esto no tiene que ver con tu cariño o cuánto te ame. Trata de comprender que ya no vivo sino que sobrevivo.


Siempre quise lo mejor para ti y he preparado los caminos que has debido recorrer. Piensa entonces que con el paso que me adelanto a dar estaré construyendo para ti otra ruta en otro tiempo, pero siempre contigo.


No te sientas triste o impotente por verme como me ves. Dame tu corazón, compréndeme y apóyame como lo hice cuando empezaste a vivir.


De la misma manera como te he acompañado en tu sendero te ruego me acompañes a terminar el mío. Dame amor y paciencia, que te devolveré gratitud y sonrisas con el inmenso amor que tengo por ti.

domingo, 11 de enero de 2009

Las siete maravillas del mundo

¡Retomamos la vida cotidiana en el nuevo año! Y para comenzar nada mejor que un pequeño recordatorio de las cosas más maravillosas que están al alcance de nuestra mano, sin irnos muy lejos.

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LAS SIETE MARAVILLAS DEL MUNDO

A un grupo de estudiantes de escuela primaria se les pidió que listaran lo que ellos pensaban eran las "7 maravillas del Mundo moderno o actuales." A pesar de ciertas diferencias, los siguientes fueron los que más votos recibieron:

1. Las Pirámides de Egipto. 2. El Taj Mahal. 3. El Gran Cañón de Colorado. 4. El Canal de Panamá. 5. El Edificio Empire State. 6. La Basílica de San Pedro. 7. La Gran Muralla China.


Mientras contaba los votos, la maestra notó que había una niña que no había terminado de listar sus sugerencias.


Así que le preguntó si estaba teniendo problemas con su lista, a lo que la niña respondió: "Sí, un poquito. No puedo terminar de decidirme pues hay muchas."


La maestra entonces le dijo: "Bueno, léenos lo que tienes hasta ahora y a lo mejor te podemos ayudar".


La niña lo pensó un instante, pero luego leyó: "Yo pienso que las siete maravillas del mundo son:


1. Poder ver...

2. Poder oir...

3. Poder tocar...

4. Poder probar...

5. Poder sentir...

6. Poder reir...

7. Y poder amar."


El salón se silenció a tal punto que si se hubiera caído un alfiler, se hubiera escuchado.


Y es que las cosas más preciadas de la vida no se pueden construir con la mano ni se pueden comprar con dinero.