Solemos decir a veces que hay que ser bueno, pero no tonto.
Que una persona sea benevolente y amable, dispuesta a ayudar a los demás, no significa que se pueda abusar de ella y empezar a exigirle más de lo que puede o quiere aportar.
En esos casos hay que saber decir 'no' y no prestarse a continuar, aunque no resulta fácil.
Es una idea que suscribo totalmente y por eso comparto este cuento titulado La serpiente y el eremita, donde ilustra muy bien esta situación.
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La serpiente y el eremita
Era una serpiente que tenía aterrorizadas a muchas personas de la zona, porque había picado de muerte a quienes cruzaban por el sendero al lado del cual ella solía situarse.
Un día pasó por allí un eremita y la serpiente se fue directa a morderle, pero el hombre la sosegó con su talante de serenidad y equilibrio y, una vez la hubo amansado, le dijo:
—Amiga mía, no origines más daño. Haciendo daño no consigues más que perjudicarte también a ti misma. No sigas mordiendo a las gentes de este lugar.
La serpiente reflexionó y por fin dijo:
—Te prometo que no morderé a nadie más.
—Yo volveré a pasar por aquí dentro de unos meses y nos saludaremos —dijo el eremita, antes de partir.
Cuando los aldeanos comprobaron que la serpiente no mordía, empezaron a burlarse de ella y a maltratarla. Pero el animal cumplió su promesa. Unos meses después regresó el eremita y se quedó atónito al ver en qué estado calamitoso se encontraba la serpiente.
—Pero ¿qué te ha pasado, amiga mía?
—Al ver las gentes de por aquí que no mordía, me han maltratado.
Y entonces el eremita le dijo:
—Pero, querida mía, yo te dije que no mordieses, pero no que no soplases y les asustases.