sábado, 25 de abril de 2009

Decálogo de la Solidaridad

En estos tiempos que corren se habla mucho (y con razón) de la solidaridad. Los que hemos tenido la suerte de participar en algún proyecto de Cooperación fuera de España hemos sido partícipes de la urgencia y necesidad de ayudar a los que lo necesitan más que nosotros.

Os reenvío un 'Decálogo de la Solidaridad' que resume en cosas muy sencillas cómo puedo ser solidario. Y abre la puerta al 'más' de la simple solidaridad: ser capaces de llegar a dar la vida por Amor a los demás sin esperar nada a cambio.



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Decálogo de la Solidaridad


1. Solidaridad es sentirse una sola cosa con los demás: "Todos para uno y uno para todos".

2. Sentir la solidaridad llena el corazón de seguridad, estímulo y paz.

3. El interés por la gente debe ser genuino, sin intereses ocultos que puedan enturbiar la ayuda prestada.

4. La solidaridad implica comprensión, disponibilidad, colaboración. Lleva consigo involucrarse y compartir.

5. Las manifestaciones verbales de solidaridad son importantes, pues todos necesitamos sentir el apoyo moral. Además se necesitan acciones concretas de ayuda.

6. Ningún ser humano puede sernos indiferente. Siempre existirá alguna forma de manifestar nuestra solidaridad.

7. A veces es más fácil prestar nuestra ayuda a gente lejana a nosotros, que a esas otras con las que se convive a diario.

8. El egoísmo es pagado por los demás con frialdad, lejanía y aislamiento. Se recoge lo que se siembra.

9. Es bueno pedir ayuda cuando la necesitamos. No conviene suponer que se darán cuenta. Ni dejarse llevar por el orgullo del que piensa que solo saldrá adelante.

10. Cuando en un grupo humano se sustituye competir por cooperar, se produce la unión y el logro de los objetivos.

viernes, 24 de abril de 2009

El Príncipe y las semillas

Casi sin darnos cuenta estamos terminando el mes de abril. ¡Y dentro de nada ya llega el verano!

Cuando uno se pone a pensar en las causas de la crisis social que padecemos, al final llegamos a que la raiz está en el propio ser humano: se desea el poder frente a la sencillez, la avaricia frente a la humildad, la apariencia frente a la realidad,... Y en definitiva, dentro de la crisis general de valores que hay, se diluye tremendamente algo tan clásico y sencillo como la honestidad y el honor personal.

La historia de esta semana es un cuento de Paulo Coelho bastante conocido que trata precisamente de eso, de mantener la honestidad por encima de las demás consideraciones sociales, por muy grandes que nos parezcan. ¡Espero que os guste!

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El Príncipe y las semillas
Alrededor del año 250 aC, en la antigua China, un cierto príncipe de la región de Thing-Zda, estaba preparado para ser coronado emperador; pero antes, sin embargo, de acuerdo con la ley, tenía que casarse.

Como se trataba de escoger a la futura emperatriz, el príncipe tenía que encontrar a una joven en quien pudiese confiar plenamente. Aconsejado por un sabio, decidió convocar a las jóvenes de la región para elegir entre ellas a la más digna.

Una vieja señora, sierva del palacio desde hacía muchos años, al oír los comentarios sobre los preparativos para la audiencia, sintió una gran tristeza, pues su hija alimentaba un amor secreto hacia el príncipe.

Al llegar a su casa y comentar el hecho a la joven, se espantó al oír que ella también tenía intención de presentarse.

La señora se desesperó: –¿Hija mía, qué vas a hacer allí? Estarán presentes las más bellas y ricas candidatas de la corte. ¡Sácate inmediatamente esta idea de la cabeza! ¡Ya sé que debes estar sufriendo, pero no transformes el sufrimiento en una locura! Y la hija respondió: –Querida madre, ni estoy sufriendo, ni mucho menos me he vuelto loca; sé que jamás podré ser la escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos algunos momentos cerca del príncipe, y esto ya me hace feliz, aún sabiendo que mi destino es otro.

Por la noche, cuando la chica llegó al palacio, allí estaban efectivamente las más bellas jóvenes, con las más bellas ropas y las más bellas joyas, dispuestas a luchar de cualquier modo por la oportunidad que se les ofrecía. Rodeado de su corte, el príncipe anunció el desafío:

–Daré una semilla para cada una de vosotras. Aquella que, dentro de seis meses, me traiga la flor más linda, será la futura emperatriz de la China.

La chica cogió su semilla, la plantó en una maceta y como no era muy hábil en las artes de jardinería, cuidaba la tierra con mucha paciencia y ternura, pues pensaba que, si la belleza de las flores surgiese en proporción a la intensidad de su amor, no tendría que preocuparse del resultado. Pasaron tres meses y nada brotó. La joven buscó soluciones, habló con labradores y campesinos que le enseñaron los más variados métodos de cultivo y no consiguió ningún resultado. Cada día se sentía más lejos de su sueño, aunque su amor continuase tan vivo como antes. Finalmente, los seis meses se agotaron y nada nació de su maceta. Aunque sabía que no tenía nada para mostrar, era consciente de su esfuerzo y dedicación durante todo aquel tiempo, de modo que comunicó a su madre que retornaría al palacio en la fecha y hora establecidas. Secretamente sabía que este sería su último encuentro con el bienamado, y no estaba dispuesta a perderlo por nada del mundo.

Llegó el día de la nueva audiencia. La chica apareció con su maceta sin planta y vio que todas las otras pretendientes habían conseguido buenos resultados: cada una tenía una flor más bella que la otra, de las más variadas formas y colores.

Por fin llegó el momento esperado: el príncipe entra y observa a cada una de las candidatas con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, anuncia el resultado e indica a la hija de su sierva como su nueva esposa.

Todos los presentes empezaron a protestar, diciendo que cómo era posible que él hubiera escogido justamente a la única que no había conseguido cultivar ninguna planta. Entonces, serenamente, el príncipe aclaró la razón de su desafío:

–Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de ser emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles, y no podían nacer de manera alguna.

Paulo Coelho

domingo, 19 de abril de 2009

El Sabio y el Rey

En esta ocasión la historia de la semana va sobre la forma como decimos las cosas.

Seguro que alguna vez hemos tenido la experiencia de no saber transmitir un sentimiento o entender al revés lo que nos quieren decir, con los equívocos que se crean. De eso va la historia. ¡Espero que os guste!


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El Sabio y el Rey


Un Rey soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un Sabio para que interpretase su sueño.


- "¡Qué desgracia, mi señor!" exclamó el Sabio, "Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra majestad".


- "¡Qué insolencia!", gritó el Rey enfurecido, "¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!".


Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos. Más tarde ordenó que le trajesen a otro Sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Rey con atención, le dijo:


- "¡Excelso señor! Gran felicidad os ha sido reservada: el sueño significa que sobreviviréis a todos vuestros parientes".


Se iluminó el semblante del Rey con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro.

Cuando el Sabio salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:


- "¡No es posible! La interpretación que habéis hecho del sueño es la misma que hizo el primer Sabio. No entiendo por qué al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro".


- "Muy sencillo,
amigo mío", respondió el segundo Sabio, "recuerda bien que muchas veces todo depende de la forma como decimos las cosas... Uno de nuestros mayores retos es aprender a comunicarse".