Uno de los valores más necesarios en nuestra sociedad es la convivencia: saber vivir en compañía de otros.
Aunque parece algo sencillo a la hora de la verdad aparecen serias carencias de este valor. Bien sea por envidia, orgullo o cualquier otra cosa aparecen actitudes intransigentes que estropean este saber vivir en compañía.
Por eso es necesaria una buena educación que potencie y estimule la paz y el saber estar en común.
La historia de esta semana, La bolsa de clavos, recuerda que la convivencia es importante y que cuando se ve alterada siempre queda una herida que tarda en sanar. De ahí que haya que cuidarla siempre y en todo momento.
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La bolsa de clavos
Erase una vez un joven con un carácter peculiarmente violento.
Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que clavara un clavo en la cerca del jardín cada vez que perdiera la paciencia y se peleara con alguien.
El primer día llegó a clavar 37 clavos en la cerca.
Durante las semanas siguientes aprendió a controlarse, y el número de clavos colocados en la cerca disminuyó día tras día: había descubierto que era más fácil controlarse que clavar los clavos.
Finalmente llegó el día durante el cual el joven no puso clavo alguno en la cerca.
Entonces fue a ver a su padre y le dijo que había conseguido no clavar ningún clavo durante todo el día.
Su padre le dijo entonces que quitara un clavo de la cerca del jardín por cada día durante el cual no hubiera perdido la paciencia.
Los días pasaron y finalmente el joven pudo decirle a su padre que había quitado todos los clavos de la cerca.
El padre condujo entonces a su hijo delante de la cerca del jardín y le dijo:
- Hijo mío, te has portado bien, pero mira cuantos agujeros hay en la cerca del jardín. Esta ya no será como antes. Cuando te peleas con alguien y le dices algo desagradable, le dejas una herida como ésta.
Puedes acuchillar a un hombre y después sacarle el cuchillo, pero siempre le quedará una herida. Poco importa cuantas veces te excuses, la herida verbal hace tanto daño como una herida física.
La Historia de la Semana
Aunque parece algo sencillo a la hora de la verdad aparecen serias carencias de este valor. Bien sea por envidia, orgullo o cualquier otra cosa aparecen actitudes intransigentes que estropean este saber vivir en compañía.
Por eso es necesaria una buena educación que potencie y estimule la paz y el saber estar en común.
La historia de esta semana, La bolsa de clavos, recuerda que la convivencia es importante y que cuando se ve alterada siempre queda una herida que tarda en sanar. De ahí que haya que cuidarla siempre y en todo momento.
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La bolsa de clavos
Erase una vez un joven con un carácter peculiarmente violento.
Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que clavara un clavo en la cerca del jardín cada vez que perdiera la paciencia y se peleara con alguien.
El primer día llegó a clavar 37 clavos en la cerca.
Durante las semanas siguientes aprendió a controlarse, y el número de clavos colocados en la cerca disminuyó día tras día: había descubierto que era más fácil controlarse que clavar los clavos.
Finalmente llegó el día durante el cual el joven no puso clavo alguno en la cerca.
Entonces fue a ver a su padre y le dijo que había conseguido no clavar ningún clavo durante todo el día.
Su padre le dijo entonces que quitara un clavo de la cerca del jardín por cada día durante el cual no hubiera perdido la paciencia.
Los días pasaron y finalmente el joven pudo decirle a su padre que había quitado todos los clavos de la cerca.
El padre condujo entonces a su hijo delante de la cerca del jardín y le dijo:
- Hijo mío, te has portado bien, pero mira cuantos agujeros hay en la cerca del jardín. Esta ya no será como antes. Cuando te peleas con alguien y le dices algo desagradable, le dejas una herida como ésta.
Puedes acuchillar a un hombre y después sacarle el cuchillo, pero siempre le quedará una herida. Poco importa cuantas veces te excuses, la herida verbal hace tanto daño como una herida física.
La Historia de la Semana