lunes, 14 de febrero de 2011

Una historia de amor

Aprovecho el día de San Valentín para felicitar a todos los enamorados que se asoman a este rinconcito de la web.

Y como no podía ser menos, hoy comparto una historia de amor sencilla y muy ilustrativa de una cualidad del amor auténtico: la donación generosa. Una relación en la que no haya generosidad y desprendimiento personal se podrá llamar de muchas maneras, pero nunca amor.

Y además, cuando se es generoso, de forma inexplicable, al final se recibe más de lo que se entrega.

De esto trata precisamente la historia de esta semana, Una historia de amor.

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Una historia de amor

Renato casi no vio a la señora en el auto parado al costado de la carretera. Llovía fuerte y era de noche. Pero se dio cuenta que necesitaba ayuda.

Así que paró su auto y se acercó. El coche de la señora olía a pintura, de tan nuevo. La señora pensó que pudiera ser un asaltante, pues no inspiraba confianza, parecía pobre y hambriento.

Renato percibió que ella tenía mucho miedo y le dijo: "Estoy aquí para ayudarla madame, no se preocupe. ¿Porque no espera en el auto que está más calientito? A propósito, mi nombre es Renato"...

Bueno, lo que pasaba es que ella tenía una rueda pinchada y para colmo era una señora de edad avanzada, algo bastante incómodo. Renato se agachó, colocó el gato mecánico y levantó el auto. Y con esfuerzo cambió la rueda. Pero quedó un poco sucio y con una herida en una de las manos.

Cuando apretaba las tuercas de la rueda ella abrió la ventana y comenzó a conversar con él. Le contó que no era del lugar, que sólo estaba de paso por allí y que no sabía cómo agradecer por la preciosa ayuda presatada. Renato apenas sonrió mientras se levantaba.

Ella preguntó cuanto le debía. Ya había imaginado todas las cosas terribles que podrían haber pasado si Renato no hubiese parado para socorrerla. Pero Renato no pensaba en dinero, le gustaba ayudar a las personas.

Este era su modo de vivir. Y respondió: "Si realmente quisiera pagarme, la próxima vez que encuentre a alguien que precise de ayuda, déle a esa persona la ayuda que precise y acuérdese de mí"...

Algunos kilómetros después la señora se detuvo en un pequeño restaurante, la camarera vino hasta ella y le trajo una toalla limpia para que secase su mojado cabello y le dirigió una dulce sonrisa.

La señora notó que la camarera estaba con casi ocho meses de embarazo, pero no dejaba que la tensión y los dolores le cambiaran su actitud.

La señora se preguntaba con curiosidad cómo alguien que tenía tan poco podía tratar tan bien a un extraño. Entonces se acordó de Renato. Después que terminó su comida, y mientras la camarera buscaba cambio, la señora se fue.

Al volver la camarera con el cambio y no verla se extrañó, y descubrió algo escrito en una servilleta, sobre la cual tenía 10 billetes de 100 dólares.

Le cayeron las lágrimas de sus ojos cuando leyó lo que la señora había escrito. Decía: "Tú no me debes nada, yo tengo bastante. Alguien me ayudó hoy y de la misma forma te estoy ayudando. Si tú realmente quisieras reembolsarme este dinero, no dejes que este círculo de amor termine contigo, ayuda a alguien..."

Aquella noche, cuando fue a casa, cansada se acostó en la cama, su marido ya estaba dormido y ella quedó pensando en el dinero y en lo que la señora dejó escrito.

¿Cómo pudo esa señora saber cuanto ella y el marido precisaban de aquel dinero? Con el niño que estaba por nacer el próximo mes todo se estaba complicando.

Quedo pensando en la bendición que había recibido, y esbozó una gran sonrisa. Le dio las gracias a Dios y se volvió hacia su preocupado marido que dormía a su lado, le dió un beso suave y susurró: 

"Todo estará bien; te amo Renato!"


viernes, 11 de febrero de 2011

El cielo

La amistad es uno de los valores más importantes que tenemos y debemos cultivar. Ya decía el clásico que Quien tiene un amigo tiene un tesoro, y es un tema que ha salido repetidamente en el blog.

La historia de esta semana es un cuento de Paolo Coelho que trata de la amistad y lleva por título El Cielo

Seguramente muchos ya lo conocerán, pero merece la pena incluirlo aquí porque nos recuerda que a un amigo de verdad no hay que dejarlo abandonado.

Y no sólo eso, sino que hay que cuidar y alimentar la amistad para que siga creciendo y echando raíces en lo más profundo del corazón. O dicho en palabras de Jesús: No hay mayor amor que dar la vida por el amigo.

Y con mi gratitud a todos mis amigos, de los que tanto he aprendido y me han enseñado, aquí va El Cielo, de Paulo Coelho. ¡Espero que os guste!

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El cielo

Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un enorme árbol, cayó un rayo y los tres murieron fulminados. Pero el hombre no se dio
cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales; a veces los muertos tardan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición.

La carretera era muy larga, colina arriba; el sol era muy fuerte, estaban sudados y sedientos. En una curva del camino vieron un portal magnífico, todo de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro, en el centro de la cual había una fuente de donde manaba un agua cristalina. El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada. 
 - Buenos días.
- Buenos días -respondió el guardián.
- ¿Cómo se llama este lugar tan bonito?
- Esto es el Cielo.
- ¡Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos!
- Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. -y el guardián señaló la fuente.
- Pero mi caballo y mi perro también tienen sed.
- Lo siento mucho -dijo el guardián- pero aquí no se permite la entrada a los animales. 



El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo; dio las gracias al guardián y siguió adelante. Después de caminar un buen rato cuesta arriba, exhaustos, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puertecita vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles. 

A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero, posiblemente dormía.
- Buenos días -dijo el caminante. 
El hombre respondió con un gesto con la cabeza.
- Tenemos mucha sed mi caballo, mi perro y yo.
- Hay una fuente entre aquellas rocas -dijo el hombre, indicando el lugar.
- Podéis beber tanta agua como queráis.

El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed. El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre.
- Podéis volver siempre que queráis -le respondió.-
- A propósito ¿cómo se llama este lugar? -preguntó el hombre.

- El Cielo.
- ¿El Cielo? ¡Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!
- Aquello no era el Cielo, era el Infierno.

El caminante quedó perplejo.
- ¡Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡Esta información falsa debe de provocar grandes confusiones! -dijo. 

- ¡De ninguna manera! En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos.

Paulo Coelho

La Historia de la Semana

martes, 8 de febrero de 2011

El cazo de Lorenzo

Ha circulado estos días entre mis amigos el video que hoy comparto, titulado El cazo de Lorenzo, y me ha parecido muy apropiado para añadirlo al blog.

Decir que todos somos distintos es una trivialidad y un lugar común, pero en esa gama de distinciones hay quienes llevan, sin saberlo, la peor parte: los discapacitados. 

El video de esta semana nos da una cuantas pistas para ser conscientes de la situación y saber actuar de la forma apropiada. 

Con muy poco de nuestra parte podemos hacer un gran bien. Siempre recordaré la expresión de un niño con muchas dificultades de integración social la primera vez que actuó en un campamento de verano. Literalmente cambió de actitud y se produjo un pequeño milagro: a pesar de que objetivamente lo hizo fatal, todos valoraron su esfuerzo y se pudo integrar en el grupo y hacer amigos.

Y sin más, aquí va El cazo de Lorenzo, esperando que os sea tan útil como a mí.


La Historia de la Semana