¡Cuánto les cuesta ser sencillas a algunas personas, que anteponen su vanidad a lo demás!
La historia que comparto esta semana, titulada El sombrero, me ha recordado estas situaciones en las que alguien se cree superior a los demás sin ningún fundamento que lo avale. Situaciones que vistas desde fuera, como en este cuento, son fuente de humor.
Afrontar la vida con sencillez, generosidad, amabilidad,... es mucho más efectivo para un buen desarrollo personal que dejarse llevar por egoísmos, enfados, mala educación,..., como le pasa a la protagonista de esta historia.
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El Sombrero
La historia que comparto esta semana, titulada El sombrero, me ha recordado estas situaciones en las que alguien se cree superior a los demás sin ningún fundamento que lo avale. Situaciones que vistas desde fuera, como en este cuento, son fuente de humor.
Afrontar la vida con sencillez, generosidad, amabilidad,... es mucho más efectivo para un buen desarrollo personal que dejarse llevar por egoísmos, enfados, mala educación,..., como le pasa a la protagonista de esta historia.
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El Sombrero
La esposa de un político tenía que asistir a una importante
recepción con su marido y se lamentaba de no tener un sombrero adecuado
para su nuevo y estupendo vestido.
Cansada de buscar, decidió ir a la tienda del mejor modisto del país. Le atendió una de las dependientas, que le mostró los mejores y más caros sombreros del lujoso establecimiento. Pero ninguno encajaba con el gusto de la señora.
Ya harta preguntó de malas maneras por el modista, quien, saliendo amablemente, se interesó por la calidad, el color y las características del vestido que la señor iba a lucir en el evento.
Una vez informado de todo esto por la señora, desenrollo un largo trozo de cinta de seda, hizo, con gran habilidad, un hermoso lazo y lo sujetó, perfectamente adaptado, en la cabeza de la señora.
Ella, muy satisfecha con el resultado, exclamó:
- ¡Este es justo el sombrero que yo deseaba! Muy bien, muchas gracias. ¿Cuánto es?
- Son trescientos euros, señora.
La reacción fue inmediata. El precio le parecía una exageración y, por eso, no dudó en decir:
- Pero ¡cómo!, ¿Trescientos euros por un trozo de cinta?
El modista, con toda tranquilidad, deshizo el sombrero que había creado y después de envolver con papel de regalo, muy cuidadosamente, la tela utilizada, se lo ofreció a la señora con la mejor de sus sonrisas diciendo:
- No se preocupe señora. El trozo de cinta de seda es gratis.
La Historia de la Semana
Cansada de buscar, decidió ir a la tienda del mejor modisto del país. Le atendió una de las dependientas, que le mostró los mejores y más caros sombreros del lujoso establecimiento. Pero ninguno encajaba con el gusto de la señora.
Ya harta preguntó de malas maneras por el modista, quien, saliendo amablemente, se interesó por la calidad, el color y las características del vestido que la señor iba a lucir en el evento.
Una vez informado de todo esto por la señora, desenrollo un largo trozo de cinta de seda, hizo, con gran habilidad, un hermoso lazo y lo sujetó, perfectamente adaptado, en la cabeza de la señora.
Ella, muy satisfecha con el resultado, exclamó:
- ¡Este es justo el sombrero que yo deseaba! Muy bien, muchas gracias. ¿Cuánto es?
- Son trescientos euros, señora.
La reacción fue inmediata. El precio le parecía una exageración y, por eso, no dudó en decir:
- Pero ¡cómo!, ¿Trescientos euros por un trozo de cinta?
El modista, con toda tranquilidad, deshizo el sombrero que había creado y después de envolver con papel de regalo, muy cuidadosamente, la tela utilizada, se lo ofreció a la señora con la mejor de sus sonrisas diciendo:
- No se preocupe señora. El trozo de cinta de seda es gratis.
La Historia de la Semana