domingo, 25 de febrero de 2018

El sombrero

¡Cuánto les cuesta ser sencillas a algunas personas, que anteponen su vanidad a lo demás!

La historia que comparto esta semana, titulada El sombrero, me ha recordado estas situaciones en las que alguien se cree superior a los demás sin ningún fundamento que lo avale. Situaciones que vistas desde fuera, como en este cuento, son fuente de humor.

Afrontar la vida con sencillez, generosidad, amabilidad,... es mucho más efectivo para un buen desarrollo personal que dejarse llevar por egoísmos, enfados, mala educación,..., como le pasa a la protagonista de esta historia.
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El Sombrero

La esposa de un político tenía que asistir a una importante recepción con su marido y se lamentaba de no tener un sombrero adecuado para su nuevo y estupendo vestido. 

Cansada de buscar, decidió ir a la tienda del mejor modisto del país. Le atendió una de las dependientas, que le mostró los mejores y más caros sombreros del lujoso establecimiento. Pero ninguno encajaba con el gusto de la señora. 

Ya harta preguntó de malas maneras por el modista, quien, saliendo amablemente, se interesó por la calidad, el color y las características del vestido que la señor iba a lucir en el evento.


Una vez informado de todo esto por la señora, desenrollo un largo trozo de cinta de seda, hizo, con gran habilidad, un hermoso lazo y lo sujetó, perfectamente adaptado, en la cabeza de la señora. 

Ella, muy satisfecha con el resultado, exclamó:

- ¡Este es justo el sombrero que yo deseaba! Muy bien, muchas gracias. ¿Cuánto es?

  
- Son trescientos euros, señora.

La reacción fue inmediata. El precio le parecía una exageración y, por eso, no dudó en decir:

- Pero ¡cómo!, ¿Trescientos euros por un trozo de cinta?


El modista, con toda tranquilidad, deshizo el sombrero que había creado y después de envolver con papel de regalo, muy cuidadosamente, la tela utilizada, se lo ofreció a la señora con la mejor de sus sonrisas diciendo:

- No se preocupe señora. El trozo de cinta de seda es gratis.



La Historia de la Semana

jueves, 22 de febrero de 2018

Una carta de amor

Hubo un tiempo en que casi todos escribíamos cartas a los amigos y conocidos, costumbre que en los tiempos modernos estamos cambiando por los e-mails y mensajes de texto.

Recibir una carta, un poema, era un signo bonito de amistad, y más aún entre personas que se quieren.

Esta semana comparto un video que tiene como protagonista una carta de amor, guardada con esmero durante años... Lo verdaderamente importante es lo que significa: que el amor auténtico es para siempre.

viernes, 9 de febrero de 2018

Tamara

Mantener viva la ilusión y la inocencia es lo que nos hace sentirnos jóvenes aunque vayan pasando los años. ¡Y también ayudar a mantenerlas en los demás!

Si hay una etapa importante de la vida que hay que cuidar con esmero es la de la niñez, cuando los sueños y las ilusiones están a flor de piel y se viven con intensidad.

Comparto esta semana una animación muy bonita sobre una niña a la que le gusta bailar. La música se acaba pero ella sigue bailando a pesar de ...

Me ha recordado el video The Present, que trata también esta idea de superar las propias limitaciones y educar el éxtasis del niño. Éste lleva por título Tamara, y aquí va a continuación.



La Historia de la Semana

lunes, 5 de febrero de 2018

Tengo un sueño

Los sueños son el principio de la realidad. Este es un proverbio de Fernando Rielo que tiene plena vigencia en todo tiempo y circunstancia: difícilmente conseguiremos lo que no hayamos pensado, soñado, ideado, con anterioridad.

He recordado esta frase al evocar el célebre discurso de Martin Luther King en agosto de 1963 en Washington reivindicando los derechos civiles de la comunidad negra en los Estados Unidos, I Have a Dream.

Lo que era un sueño en ese momento se convirtió después en una gran realidad. Por eso me parece importante recordar esta idea para seguir siempre luchando en pos de nuestros sueños.

Aquí va este bonito y sencillo poema Tengo un sueño, I Have a Dream.

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Tengo un sueño


Tengo un sueño,
un solo sueño:
seguir soñando.

Soñar con la libertad,
soñar con la justicia,
soñar con la igualdad,
¡y ojalá ya no tuviera
necesidad de soñarlas!

Soñar a mis hijos
grandes sanos felices
volando con sus alas
sin olvidar nunca el nido.

Soñar con el amor,
con amar y ser amado,
dando todo sin medirlo
y recibiendo todo sin pedirlo.

Soñar con la paz en el mundo,
en mi país, en mi mismo,
y quién sabe
cuál es más difícil
de alcanzar.


Soñar que mis cabellos,
que ralean y se blanquean,
no impiden que mi mente
y mi corazón sigan jóvenes
y se animen a la aventura,
sigan niños
y conserven la capacidad
de jugar.


Soñar que tendré la fuerza,
la voluntad y el coraje
para ayudar
a concretar mis sueños
en lugar de pedir por milagros
que no merecería.

Soñar que, cuando llegue al final,
podré decir que viví soñando
y que mi vida
fue un sueño soñado
en una larga
y plácida noche
de la eternidad.


La Historia de la Semana