Cuando las cosas no funcionan como a uno le gustan es evidente que hay que hacer algunos cambios, pero ¿por dónde comenzar a hacerlos?, ¿por uno mismo o por los demás?
O dicho de otra manera, ¿quién se erige en medida de las situaciones para decir lo que está bien y lo que está mal, lo que hay que cambiar y lo que hay que mantener?
La historia de esta semana me parece muy oportuna pues relata cómo la madurez en la vida nos va transformando y nos va llevando del 'los demás son los que tienen que cambiar y yo tengo siempre la razón' a 'seguramente no tengo toda la razón y el que tiene que cambiar soy yo'.
El título es muy ilustrativo: ¿Quién cambia?, y nos hace reflexionar sobre este tema tan importante.
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¿Quién cambia?
Un venerable maestro les solía recordar a sus discípulos una parte de su historia. Les decía:
De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios:
Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo.
A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir:
Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho.
Ahora, que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que yo he sido. Ahora mi única oración es la siguiente:
Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo.
Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida.
La Historia de la Semana
O dicho de otra manera, ¿quién se erige en medida de las situaciones para decir lo que está bien y lo que está mal, lo que hay que cambiar y lo que hay que mantener?
La historia de esta semana me parece muy oportuna pues relata cómo la madurez en la vida nos va transformando y nos va llevando del 'los demás son los que tienen que cambiar y yo tengo siempre la razón' a 'seguramente no tengo toda la razón y el que tiene que cambiar soy yo'.
El título es muy ilustrativo: ¿Quién cambia?, y nos hace reflexionar sobre este tema tan importante.
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¿Quién cambia?
Un venerable maestro les solía recordar a sus discípulos una parte de su historia. Les decía:
De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios:
Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo.
A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir:
Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho.
Ahora, que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que yo he sido. Ahora mi única oración es la siguiente:
Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo.
Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida.
La Historia de la Semana