Es muy fácil y está a la orden del día dar sabios consejos a los demás.
Seguramente todos lo hemos hecho en más de una ocasión, y está bien, pero hay un paso más: involucrarse en la solución.
Cuando los problemas ajenos se miran desde la distancia es más difícil encontrar la mejor solución para ellos.
La historia de esta semana me ha encantado porque al tratar este tema deja en evidencia que la mejor forma de ayudar en una situación difícil es arriesgándose uno personalmente.
Se titula El pozo, y espero que os guste tanto como a mí.
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El pozo
Un hombre cayó en un pozo. Cayó en él y no podía salir.
Un viajero pasaba por ahí. Le dijo al hombre que meditara para purificar su mente, pues de esta manera alcanzaría el nirvana y todos los sufrimientos cesarían. El hombre hizo lo que le dijo, pero continuaba en el pozo.
Otro hombre apareció. Le dijo al hombre que el pozo no existía y que de hecho él tampoco existía. Era todo una ilusión. Pero el hombre que no existía estaba aún metido en el pozo que tampoco estaba ahí.
Otro visitante llegó. Éste enseñó al hombre a llevar a cabo buenos actos para perfeccionar su karma, y le aseguró que no debía preocuparse, pues aunque muriera podía ser reencarnado en algo magnífico.
Ya de noche otro paseante miró al pozo donde estaba el hombre. Le dijo a éste que rezara cinco veces al día en dirección al Oriente y que cumpliera cinco penitencias importantes. Si él era fiel, quizá algún día lo divino lo haría libre...
El hombre rezó lo mejor que pudo. Pero estaba perdiendo fuerzas... Y continuaba en el pozo.
Al día siguiente otro hombre apareció. Había algo diferente en él. Gritó al hombre que estaba abajo y le preguntó si quería ser libre... El hombre le dijo que sí.
¿Qué hizo entonces el individuo que se encontraba arriba? Bajó él mismo al foso donde estaba el hombre caído y ya exhausto. Tomó al hombre. Y, ayudándose de una cuerda que había lanzado al pozo, lo arrastró hacia la Luz...
La Historia de la Semana
Seguramente todos lo hemos hecho en más de una ocasión, y está bien, pero hay un paso más: involucrarse en la solución.
Cuando los problemas ajenos se miran desde la distancia es más difícil encontrar la mejor solución para ellos.
La historia de esta semana me ha encantado porque al tratar este tema deja en evidencia que la mejor forma de ayudar en una situación difícil es arriesgándose uno personalmente.
Se titula El pozo, y espero que os guste tanto como a mí.
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El pozo
Un hombre cayó en un pozo. Cayó en él y no podía salir.
Un viajero pasaba por ahí. Le dijo al hombre que meditara para purificar su mente, pues de esta manera alcanzaría el nirvana y todos los sufrimientos cesarían. El hombre hizo lo que le dijo, pero continuaba en el pozo.
Otro hombre apareció. Le dijo al hombre que el pozo no existía y que de hecho él tampoco existía. Era todo una ilusión. Pero el hombre que no existía estaba aún metido en el pozo que tampoco estaba ahí.
Otro visitante llegó. Éste enseñó al hombre a llevar a cabo buenos actos para perfeccionar su karma, y le aseguró que no debía preocuparse, pues aunque muriera podía ser reencarnado en algo magnífico.
Ya de noche otro paseante miró al pozo donde estaba el hombre. Le dijo a éste que rezara cinco veces al día en dirección al Oriente y que cumpliera cinco penitencias importantes. Si él era fiel, quizá algún día lo divino lo haría libre...
El hombre rezó lo mejor que pudo. Pero estaba perdiendo fuerzas... Y continuaba en el pozo.
Al día siguiente otro hombre apareció. Había algo diferente en él. Gritó al hombre que estaba abajo y le preguntó si quería ser libre... El hombre le dijo que sí.
¿Qué hizo entonces el individuo que se encontraba arriba? Bajó él mismo al foso donde estaba el hombre caído y ya exhausto. Tomó al hombre. Y, ayudándose de una cuerda que había lanzado al pozo, lo arrastró hacia la Luz...
La Historia de la Semana