La historia de esta semana es breve, pero me ha encantado porque refleja muy bien la actitud de ayuda desinteresada y la generosidad de las personas.
Podemos pensar que tenemos poco que ofrecer a los demás, pero aun siendo poco para nosotros, puede ser mucho para otros, ya que desconocemos lo que realmente necesita.
Y todavía se puede hacer más, como el protagonista del cuento, que aporta su luz para los demás cuando para él no es necesaria.
Y todavía se puede hacer más, como el protagonista del cuento, que aporta su luz para los demás cuando para él no es necesaria.
Se titula La lámpara del ciego, y seguro que encontraréis más sugerencias interesantes.
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La lámpara del ciego
Había una vez, hace muchos años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida.
La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella. En un determinado momento, se encuentra con un amigo.
El amigo lo mira y de pronto lo reconoce. Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo.
Entonces, le dice:
La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella. En un determinado momento, se encuentra con un amigo.
El amigo lo mira y de pronto lo reconoce. Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo.
Entonces, le dice:
- ¿Qué haces Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves...
Entonces, el ciego le responde:
Entonces, el ciego le responde:
- Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. No la necesito. Me conozco de memoria las calles de la ciudad aun en la mayor oscuridad.
Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí...
Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí...