¡¡Ya llegan los Reyes Magos!!
Y con ellos toda la carga de ilusión, alegría, ternura, inocencia, éxtasis,... tantas cosas que sólo la mirada de un niño puede expresar. Siempre recordaré esas miradas cuando me tocaba hacer de paje de los Reyes y repartía regalos a los pequeños!!
La historia de esta semana es una adivinanza sobre un sentimiento de los que predominan estos días. Pero no os preocupéis, que la solución viene al final :-))
PD.: ¡Ah! ¡Y que los Reyes cumplan todos vuestros sueños!!
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Dicen de su voz que era tan bella que los mismos ruiseñores callaban, extasiados para escuchar su canto.
Dicen que sus ojos, pozos de agua de mar y estrellas, eran la casa del Amor.
Dicen de su pelo, que lo bordaban el trigo y el sol, era de agua de río.
Dicen que sus manos eran nieve y primavera, que su risa era traviesa como un pequeño diablillo, que toda ella era luz salvaje y mansa a un mismo tiempo.
Dicen que era reina de fantasías y sueños y que no sabía mentir. Un claro de bosque y la luna eran su trono y su cetro.
Dicen que hubo muchos que la amaron y desgranaron lentamente su vida en noches de insomnio y días de tormenta por no poderla alcanzar. Otros tantos la odiaron. Y todos se mofaron de ella, porque no la llegaban a entender.
Y porque ya no querían verla, dicen también que murió, que una mañana cualquiera se disfrazó de mariposa, desplegó sus alas y quiso llevar su reino a la ciudad y dejar que los hombres la conocieran. Pero los hombres, por amor o por odio, por ignorancia o por soberbia, al verla tan pequeña y tan débil, tan hermosa y tan temida, la atraparon con una fina red de cristal y rompieron sus alas queriendo robar así su belleza.
Dicen que la encerraron en una torre blanca, rodeada de tristeza y de zarzas.
¡Pobres infelices hombres que dicen que ha muerto...! Que murió porque no tenía ni bosque, ni luna, ni canciones, ni amapolas, ni trigo, ni verano, ni río, ni estrellas, ni mariposas, ni ruiseñores, ni mar.
Pocos saben que se vistió de tesoro y cambió de casa, que su trono y su cetro son el corazón de los niños y los versos de los poetas, y que se alimenta de las ilusiones de aquellos que tienen un sueño de aire y lo creen posible, y lo viven.
Pobres hombres infelices, que dicen que ha muerto y sin aún reconocerla la siguen rechazando y le han puesto el solo, triste y temido nombre de inocencia.
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