Cada semana una breve historia y un relato que
nos ayude en la educación en valores
y en la madurez personal
sábado, 31 de enero de 2009
El rey impaciente
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Hace mucho tiempo, en un reino distante, vivía un rey que no creía en la bondad de Dios. Tenía, sin embargo, un súbdito que siempre se lo recordaba. En todas las situaciones decía:
- "!Rey mío, no se desanime, porque todo lo que Dios hace es perfecto. El nunca se equivoca! "
Un día el rey salió a cazar junto con su súbdito, y una fiera de la jungla le atacó. El súbdito consiguió matar al animal, pero no evitó que su Majestad perdiese el dedo meñique de la mano derecha. El rey, furioso por lo que había ocurrido, y sin mostrar agradecimiento por los esfuerzos de su siervo para salvarle la vida, le preguntó a éste:
-"Y ahora, qué me dices, ¿Dios es bueno? Si Dios fuese bueno yo no hubiera sido atacado, y no hubiera perdido mi dedo."
El siervo respondió:
-"Rey mío, a pesar de todas esas cosas, solamente puedo decirle que Dios es bueno, y que quizás, perder un dedo, sea para su bien. Todo lo que Dios hace es perfecto. !El nunca se equivoca! "
El rey, indignado con la respuesta del súbdito, mandó que fuese preso a la celda más oscura y más fétida del calabozo. Después de algún tiempo, el rey salió nuevamente a cazar, y fue atacado esta vez por una tribu de indios que vivían en la selva. Estos indios eran temidos por todos, pues se sabía que hacían sacrificios humanos para sus dioses.
Inmediatamente después que capturaron al rey, comenzaron a preparar, llenos de júbilo, el ritual del sacrificio. Cuando ya tenían todo listo, y el rey estaba delante del altar, el sacerdote indígena, al examinar a la víctima, observó furioso:
-"!Este hombre no puede ser sacrificado, pues es defectuoso!....!Le falta un dedo!"
Luego, el rey fue liberado.
Al volver al palacio, muy alegre y aliviado, liberó a su súbdito y pidió que fuera a su presencia. Al ver a su siervo, le abrazó afectuosamente diciendo:
-"!Querido, Dios fue realmente bueno conmigo! Tú debes haberte enterado que escapé justamente porque no tenía uno de mis dedos. Pero ahora tengo una gran duda en mi corazón: si Dios es tan bueno, ¿por que permitió que estuvieses preso, tú que tanto lo defendiste?"
El siervo sonrió, y dijo: ...
-"Rey mío, si yo hubiera estado junto con usted en esa caza, seguramente habría sido sacrificado en su lugar, !ya que no me falta ningún dedo! Por lo tanto, acuérdese siempre: Todo lo que Dios hace es perfecto. !El nunca se equivoca! "
viernes, 23 de enero de 2009
La Sabiduría
¿Dónde radica la auténtica sabiduría? ¿Se aprende en la universidad o en la experiencia? ¿Cómo vivenciar lo cotidiano? Aquí os va. Espero que os guste tanto como a mí.
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LA SABIDURÍA
Erase una vez un anciano muy sabio. Tan sabio era que todos decían que en su cara se podía ver la sabiduría. Un buen día ese hombre sabio decidió hacer un viaje en barco, y en ese mismo viaje iba un joven estudiante. El joven estudiante era arrogante y entró en el barco dándose aires de importancia, mientras que el anciano sabio se limitó a sentarse en la proa de barco a contemplar el paisaje y ver cómo los marineros trabajaban.
Al poco el estudiante tuvo noticia de que en el barco se encontraba un hombre sabio y fue a sentarse junto a él. El anciano sabio permanecía en silencio, así que el joven estudiante decidió sacar conversación:
- ¿Ha viajado mucho usted?
A lo que el anciano respondió: - Sí .
- ¿Y ha estado usted en Damasco?
Y al instante el anciano le habló de las estrellas que se ven desde la ciudad, de los atardeceres, de las gentes y sus costumbres. Le describió los olores y ruidos del zoco y le habló de las hermosas mezquitas de la ciudad.
- Todo eso está muy bien. - dijo el estudiante - Pero... habrá estado usted estudiando en la Escuela de Astronomía.
El anciano se quedó pensativo y como si aquello no tuviese importancia le dijo: - No.
El estudiante se llevó las manos a la cabeza sin poder creer lo que estaba oyendo: - ¡Pero entonces ha perdido media vida!
Al poco rato el estudiante le volvió a preguntar: - ¿Ha estado usted en Alejandría?
Y acto seguido el anciano le empezó a hablar de la belleza de la ciudad, de su puerto y su faro. Del ambiente abarrotado de sus calles. De sus tradiciones y de otras tantas cosas.
- Sí, ya veo que ha estado usted en Alejandría -repuso el estudiante-. Pero, ¿estudió usted en la Biblioteca de Alejandría?
Una vez más el anciano se encogió de hombros y dijo: - Pues no.
De nuevo el estudiante se llevó las manos a la cabeza y dijo: - Pero cómo es posible, ¡Ha perdido usted media vida!
Al rato el anciano vio que en la otra punta del barco comenzaba a entrar agua entre las tablas. Entonces el anciano preguntó:
- Tú has estudiado en muchos sitios, ¿verdad?
Y el estudiante, orgulloso, enhebró una retahíla de escuelas, bibliotecas y lugares de sabiduría que parecía no tener fin. Cuando por fin terminó, el viejo le preguntó: -¿Y en alguno de esos lugares has aprendido natación?
El estudiante repasó las decenas de asignaturas que había cursado en los diferentes lugares, pero en ninguna de ellas estaba incluida la natación. - No. - respondió.
Entonces el anciano, arremangándose y saltando por encima de la borda, le dijo antes de tirarse al agua:
- ¡Pues has perdido la vida entera!
viernes, 16 de enero de 2009
Cuando sea viejo
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CUANDO SEA VIEJO
El día que esté viejo y ya no sea el mismo, ten paciencia y compréndeme.
Cuando derrame comida sobre mi camisa y olvide cómo atarme mis zapatos, recuerda las horas que pase enseñándote a hacer las mismas cosas.
Si cuando conversas conmigo, repito y repito las mismas palabras que sabes de sobra como termina, no me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño, para que te durmieras tuve que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que cerrabas los ojitos.
Cuando estemos reunidos y sin querer haga mis necesidades, no te avergüences y compréndeme que no tengo la culpa de ello, pues ya no puedo controlarlas. Piensa cuantas veces cuando niño te ayude y estuve paciente a tu lado esperando a que terminaras lo que estabas haciendo.
No me reproches porque no quiera bañarme; no me regañes por ello. Recuerda los momentos que te perseguí y los mil pretextos que te inventaba para hacerte más agradable tu aseo. Acéptame y perdóname. Ya que soy el niño ahora.
Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas tecnológicas que ya no podré entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario para no lastimarme con tu sonrisa burlona. Acuérdate que yo fui quien te enseñó tantas cosas. Comer, vestirte y tu educación para enfrentar la vida tan bien como lo haces, son producto de mi esfuerzo y perseverancia por ti.
Cuando en algún tiempo mientras conversamos me llegue a olvidar de que estamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerlo no te burles de mí; tal vez no era importante lo que hablaba y me conforme con que me escuches en ese momento.
Si alguna vez ya no quiero comer, no me insistas. Sé cuanto puedo y cuanto no debo. También comprende que con el tiempo ya no tengo dientes para morder ni gusto para sentir.
Cuando me fallen mis piernas por estar cansadas para andar, dame tu mano tierna para apoyarme como lo hice yo cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernas.
Por último, cuando algún día me oigas decir que ya no quiero vivir y solo quiero morir, no te enfades. Algún día entenderás que esto no tiene que ver con tu cariño o cuánto te ame. Trata de comprender que ya no vivo sino que sobrevivo.
Siempre quise lo mejor para ti y he preparado los caminos que has debido recorrer. Piensa entonces que con el paso que me adelanto a dar estaré construyendo para ti otra ruta en otro tiempo, pero siempre contigo.
No te sientas triste o impotente por verme como me ves. Dame tu corazón, compréndeme y apóyame como lo hice cuando empezaste a vivir.
De la misma manera como te he acompañado en tu sendero te ruego me acompañes a terminar el mío. Dame amor y paciencia, que te devolveré gratitud y sonrisas con el inmenso amor que tengo por ti.
domingo, 11 de enero de 2009
Las siete maravillas del mundo
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LAS SIETE MARAVILLAS DEL MUNDO
A un grupo de estudiantes de escuela primaria se les pidió que listaran lo que ellos pensaban eran las "7 maravillas del Mundo moderno o actuales." A pesar de ciertas diferencias, los siguientes fueron los que más votos recibieron:
1. Las Pirámides de Egipto. 2. El Taj Mahal. 3. El Gran Cañón de Colorado. 4. El Canal de Panamá. 5. El Edificio Empire State. 6. La Basílica de San Pedro. 7. La Gran Muralla China.
Mientras contaba los votos, la maestra notó que había una niña que no había terminado de listar sus sugerencias.
Así que le preguntó si estaba teniendo problemas con su lista, a lo que la niña respondió: "Sí, un poquito. No puedo terminar de decidirme pues hay muchas."
La maestra entonces le dijo: "Bueno, léenos lo que tienes hasta ahora y a lo mejor te podemos ayudar".
La niña lo pensó un instante, pero luego leyó: "Yo pienso que las siete maravillas del mundo son:
1. Poder ver...
2. Poder oir...
3. Poder tocar...
4. Poder probar...
5. Poder sentir...
6. Poder reir...
7. Y poder amar."
El salón se silenció a tal punto que si se hubiera caído un alfiler, se hubiera escuchado.
Y es que las cosas más preciadas de la vida no se pueden construir con la mano ni se pueden comprar con dinero.
domingo, 4 de enero de 2009
La inocencia
¡¡Ya llegan los Reyes Magos!!
Y con ellos toda la carga de ilusión, alegría, ternura, inocencia, éxtasis,... tantas cosas que sólo la mirada de un niño puede expresar. Siempre recordaré esas miradas cuando me tocaba hacer de paje de los Reyes y repartía regalos a los pequeños!!
La historia de esta semana es una adivinanza sobre un sentimiento de los que predominan estos días. Pero no os preocupéis, que la solución viene al final :-))
PD.: ¡Ah! ¡Y que los Reyes cumplan todos vuestros sueños!!
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Dicen de su voz que era tan bella que los mismos ruiseñores callaban, extasiados para escuchar su canto.
Dicen que sus ojos, pozos de agua de mar y estrellas, eran la casa del Amor.
Dicen de su pelo, que lo bordaban el trigo y el sol, era de agua de río.
Dicen que sus manos eran nieve y primavera, que su risa era traviesa como un pequeño diablillo, que toda ella era luz salvaje y mansa a un mismo tiempo.
Dicen que era reina de fantasías y sueños y que no sabía mentir. Un claro de bosque y la luna eran su trono y su cetro.
Dicen que hubo muchos que la amaron y desgranaron lentamente su vida en noches de insomnio y días de tormenta por no poderla alcanzar. Otros tantos la odiaron. Y todos se mofaron de ella, porque no la llegaban a entender.
Y porque ya no querían verla, dicen también que murió, que una mañana cualquiera se disfrazó de mariposa, desplegó sus alas y quiso llevar su reino a la ciudad y dejar que los hombres la conocieran. Pero los hombres, por amor o por odio, por ignorancia o por soberbia, al verla tan pequeña y tan débil, tan hermosa y tan temida, la atraparon con una fina red de cristal y rompieron sus alas queriendo robar así su belleza.
Dicen que la encerraron en una torre blanca, rodeada de tristeza y de zarzas.
¡Pobres infelices hombres que dicen que ha muerto...! Que murió porque no tenía ni bosque, ni luna, ni canciones, ni amapolas, ni trigo, ni verano, ni río, ni estrellas, ni mariposas, ni ruiseñores, ni mar.
Pocos saben que se vistió de tesoro y cambió de casa, que su trono y su cetro son el corazón de los niños y los versos de los poetas, y que se alimenta de las ilusiones de aquellos que tienen un sueño de aire y lo creen posible, y lo viven.
Pobres hombres infelices, que dicen que ha muerto y sin aún reconocerla la siguen rechazando y le han puesto el solo, triste y temido nombre de inocencia.
jueves, 1 de enero de 2009
La música que salía de la casa
Hacer el bien es todo un arte, hacerlo además sin que se note supone una sensibilidad que no está al alcance de cualquiera. Esta historia trata de ello. Espero que la disfrutéis tanto como yo.
Y, por supuesto, que en este nuevo año se vayan haciendo realidad los sueños de cada uno de nosotros.
PD.: Muchas gracias a los que me enviáis cuentos e historias. Poco a poco irán apareciendo por la pantalla para disfrute de tod@s.
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La música que salía de la casa
Como siempre hacía la víspera de Navidad, el rey invitó al primer ministro a dar un paseo por la ciudad. Le gustaba ver cómo adornaban las calles, pero para evitar que sus súbditos se excedieran en los gastos con el objetivo de agasajarlo, solían disfrazarse con ropa de comerciantes que venían de tierras lejanas.
Caminaron por el centro, admirando las guirnaldas de luz, los abetos, las velas encendidas en las entradas de las casas y los puestos de venta de regalos. Todo el mundo, hombres, mujeres y niños, se apresuraban a reunirse con sus familiares para celebrar esa noche en torno a una mesa repleta.
En el camino de regreso pasaron por el barrio más pobre. Allí, el ambiente era completamente distinto: nada de luces, velas, ni el olor apetecible de la comida lista para ser servida en la mesa. No había casi nadie por la calle, y como hacía todos los años, el rey comentó con el ministro que debía prestar más atención a los pobres de su reino. El ministro asintió con la cabeza, convencido de que pronto el asunto sería olvidado de nuevo, enterrado en la burocracia cotidiana, la aprobación de presupuestos y las reuniones con dignatarios extranjeros.
De repente oyeron una música que salía de una de las casas más pobres. La chabola, mal construida, con varias grietas entre las maderas podridas, les permitía ver lo que sucedía en el interior, y comprobaron que la escena que allí se desarrollaba era completamente absurda: un viejo en una silla de ruedas que parecía llorar, una joven completamente calva que bailaba, y un muchacho de mirada triste que tocaba un tamborín y cantaba una canción tradicional.
--Voy a ver qué pasa –dijo el rey, y llamó a la puerta.
El joven dejó de cantar y fue a abrir.
--Somos mercaderes y buscamos un lugar para dormir. Hemos oído la música, hemos visto que todavía estáis levantados y nos gustaría saber si podríamos pasar aquí la noche.
--Pueden quedarse en algún hotel de la ciudad. Desgraciadamente, no podemos ayudarlos; a pesar de la música, en esta casa reina la tristeza y el sufrimiento.
--Por mi culpa –era el viejo de la silla de ruedas el que hablaba--. Durante toda mi vida he intentado darle educación a mi hijo para que aprendiese caligrafía, para que fuese uno de los escribas del palacio. Sin embargo, los años pasaban y no volvieron a ofertarse nuevas plazas. Hasta que anoche tuve un sueño estúpido: un ángel aparecía y me pedía que comprara una copa de plata, ya que el rey iba a venir a visitarme, a beber un poco y a conseguir un empleo para mi hijo. La presencia del ángel me pareció tan real que decidí hacer lo que me decía. Como no tenemos dinero, mi nuera fue esta mañana al mercado, vendió su pelo y compramos esa copa de ahí. Ahora intentan levantarme el ánimo, cantando y bailando porque es Navidad, pero es inútil.
El rey vio la copa de plata, pidió que le sirvieran un poco de agua porque tenía sed y, antes de marcharse, le dijo a la familia:
--¡Qué coincidencia! Hoy mismo hemos estado con el primer ministro y nos ha dicho que las plazas se van a ofertar la semana que viene.
El viejo sacudió la cabeza con incredulidad y se despidió de los extranjeros. Pero al día siguiente fue leído un decreto real por todas las calles de la ciudad: buscaban un nuevo escriba para la corte.
El día previsto, la sala de audiencias estaba atestada de gente deseosa de competir por tan ansiado cargo. Cuando el primer ministro entró, les pidió a todos que prepararan sus cuadernos y sus bolígrafos.
--Éste es el tema de la disertación –dijo--: ¿Por qué un anciano llora, una mujer calva baila y un muchacho triste canta?
Un murmullo de asombro recorrió la sala: ¡nadie sabía contar una historia como ésa! Nadie, salvo un joven con ropa humilde, sentado en un rincón de la sala, que sonrió y empezó a escribir.
Paulo Coehlo (Basado en un cuento indio)