Los buenos deseos son una constante en las personas. Estoy convencido que todo el mundo quiere lo mejor tanto para sí como para los demás. Siempre confiamos en la suerte, la casualidad o como lo queramos llamar, o la Providencia. ¿Quién no ha echado alguna vez una moneda a la fuente para que nos dé buena suerte...?
El video que comparto esta semana es una simpática animación para mostrar los esfuerzos del controlador de La fuente de los deseos para hacer realidad los sueños de los que se acercan con fe e ilusión pidiendo que se cumpla su sueño.
El título original es The Wishgranter, El cumplidor de deseos, aunque me ha gustado más el de La fuente de los deseos. Y es de la misma temática que Paperman, que ya apareció en el blog. Vamos a ver cómo el amor y la magia van de la mano para cumplir los sueños de cada uno, y nos invita, ¡por qué no! a convertirnos en cumplidores de deseos...
Uno de los valores más necesarios en nuestra sociedad es la convivencia: saber vivir en compañía de otros.
Aunque parece algo sencillo a la hora de la verdad aparecen serias carencias de este valor. Bien sea por envidia, orgullo o cualquier otra cosa aparecen actitudes intransigentes que estropean este saber vivir en compañía.
Por eso es necesaria una buena educación que potencie y estimule la paz y el saber estar en común.
La historia de esta semana, La bolsa de clavos, recuerda que la convivencia es importante y que cuando se ve alterada siempre queda una herida que tarda en sanar. De ahí que haya que cuidarla siempre y en todo momento. =============== La bolsa de clavos Erase una vez un joven con un carácter peculiarmente violento. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que clavara un clavo en la cerca del jardín cada vez que perdiera la paciencia y se peleara con alguien. El primer día llegó a clavar 37 clavos en la cerca.
Durante las semanas siguientes aprendió a controlarse, y el número de clavos colocados en la cerca disminuyó día tras día: había descubierto que era más fácil controlarse que clavar los clavos.
Finalmente llegó el día durante el cual el joven no puso clavo alguno en la cerca.
Entonces fue a ver a su padre y le dijo que había conseguido no clavar ningún clavo durante todo el día.
Su padre le dijo entonces que quitara un clavo de la cerca del jardín por cada día durante el cual no hubiera perdido la paciencia.
Los días pasaron y finalmente el joven pudo decirle a su padre que había quitado todos los clavos de la cerca.
El padre condujo entonces a su hijo delante de la cerca del jardín y le dijo: - Hijo mío, te has portado bien, pero mira cuantos agujeros hay en la cerca del jardín. Esta ya no será como antes. Cuando te peleas con alguien y le dices algo desagradable, le dejas una herida como ésta.
Puedes acuchillar a un hombre y después sacarle el cuchillo, pero siempre le quedará una herida. Poco importa cuantas veces te excuses, la herida verbal hace tanto daño como una herida física.
Un contravalor por desgracia muy frecuente es el de la envidia y los celos. ¡Cuántos problemas causan a las relaciones interpersonales! Y además no revierten en disfrute individual sino en rencor y resentimiento. Decía un articulista que, de los siete pecados capitales, el más incomprensible es precisamente el de la envidia, pues mientras que en los demás al menos de momento se pasa bien, éste sólo reporta un entristecimiento interior cada vez mayor, que suele acabar en rencor y deseos de venganza.
La historia de esta semana, El astrólogo adivino, trata precisamente este tema y cómo el protagonista lo resuelve con una gran dosis de astucia y elegancia.
La consecuencia para nosotros es clara: se requiere desarrollar la madurez personal primero para no dejarse llevar por la envidia y segundo para resolver las situaciones conflictivas. ¡¡Aunque estas cosas no se adquieren estudiando, sino con la experiencia!!
Aquí va a continuación El astrólogo adivino.
=============== El astrólogo adivino
Había una vez en un lejano país un astrólogo famoso por sus predicciones, admirado y respetado por las personas que allí vivían. También había en el mismo país, un poderoso y presuntuoso rey que envidiaba la atención que el pueblo brindaba al adivino. Le molestaba enormemente no ser el protagonista, y la envidia y los celos le corroían las entrañas.
No soportando el que el adivino le quitara el lugar preferencial del reino, decidió mandarle matar. Pero antes pensó una estratagema para que en ello quedara patente ante el pueblo la ignorancia del astrólogo y la supremacía del rey.
El día señalado, en la plaza de la ciudad donde se había congregado el pueblo, ordenó a sus soldados que le llevaran ante él. El rey, sintiéndose dueño de la orden que daría a sus verdugos en cuanto a la fecha de la ejecución dijo irónicamente al adivino:
- Dime, amigo de los astros, tú que todo lo sabes, ¿podrías decirme que día vas a morir?
El astrólogo miró al pueblo reunido alrededor de la plaza, miró al rey y al verdugo … y pidió unos minutos para consultar a los astros. Pasado su tiempo el rey preguntó:
- Y bien …. ¿qué te han respondido?
- Mi señor, no me atrevo a decirlo….
El rey, enfadado, le increpó:
- ¡Dilo ya! ¿o … acaso es que no lo sabes?
- Mi señor –contestó finalmente el astrólogo- los astros dicen que moriré exactamente un día antes que su majestad...