lunes, 23 de febrero de 2015

Viaje a Manila

El pasado mes de enero tuve la oportunidad de visitar las misiones que los misioneros identes llevan adelante en Filipinas y Tailandia, con un gran trabajo y entrega pues todos los parámetros sociales a los que estamos acostumbrados en nuestra sociedad occidental cambian radicalmente.

En esta entrada comparto mis impresiones del viaje a Filipinas junto con unas cuantas fotos ilustrativas para hacerse una idea del lugar, aunque siempre se quedará corto para describir los sentimientos que uno vive cuando está en estos lugares conviviendo con la gente, muy diferentes de si se va como turista en hoteles.

El viaje hasta Manila resulta un poco cansado pues entre vuelos y esperas suman más de 20 horas, pero al fin se llega. 

Parroquia de San Miguel Arcángel
La misión está situada en Quezon City, que junto con otras ciudades más pequeñas forman el Gran Manila, una megaurbe de más 12 millones de habitantes, con una densidad de población de unos 15.000 habitantes/km2 (para hacerse una idea: en Madrid la densidad es de unos 800 habitantes/km2), lo que hace que la sensación de aglomeración sea muy fuerte a todas horas.

Allí se atiende una parrroquia que tiene 5 capillas que hay que visitar, con todo el trabajo que supone de misas, visitas, bautizos,..., y la comunidad se desvive para atender a todas las personas que viven por allí.


Niños de Sitio Payong
Casa de Sitio Payong














Dentro de los límites de la parroquia hay un asentamiento humano de los más grandes de Manila: Sitio Payong. Mucha gente del interior de Filipinas llega a la capital y al no tener donde ir acaban en este lugar construyendo su pequeña chabola y sobreviviendo como pueden a base de beneficencia y pequeños trabajos.
 
Actividades con los niños de Sitio Payong




Es sorprendente comprobar cómo en medio de la pobreza los niños tienen una capacidad de ilusión y alegría contagiosa que es realmetne admirable. Gracias a la parroquia se ha conseguido llevar agua corriente hasta algunos puntos del poblado y además de paliar en lo posible las necesidades materiales se habilitó un aula para dar clase a los niños más pequeños.
Niñas de la escuela
Escuela de Sitio Payong





 








Manila es una ciudad de grandes contrastes para el que la visita por primera vez. Las personas son muy amables, se aprecian grandes diferencias sociales entre ricos y pobres pero cada cual ocupa su lugar y exteriormente no se observan crispaciones. 

Un lado de la calle
El otro lado de la calle
   














Por ejemplo las fotos anteriores son de la misma calle en un lugar céntrico cerca de la catedral. A un lado hay buenas casas y al otro viven hacinados detrás de las pequeñas tiendas que tienen en las que venden lo que pueden. Los niños juegan en la calle y todos conviven tranquilamente.


En algunos sitios de la ciudad es fácil encontrar lugares como el de la foto, asentamientos donde las familias sobreviven con algún trabajo esporádico y de lo que venden a la puerta de su casa. Es verdad que hay mucha pobreza, pero se ven pocos mendigos por las calles, muchos menos que en Madrid por ejemplo. ¡Viven la pobreza con dignidad!









Un misterio para mí irresoluble es el de la electricidad en las casas. Por toda la ciudad se ven postes como éstos de la foto, que a uno le hace pensar ¿cuál es el cable que va a mi casa?, ¿me estarán robando la luz...?














Llama la atención la cantidad de niños que hay en la calle, y uno se pregunta cómo pueden sobrevivir en ese ambiente. Estas fotos son de un grupo de niños de otro asentamiento en Antipolo, también dentro del Gran Manila.

Otra cosa que llama poderosamente la atención son los transportes públicos para desplazarse en una ciudad tan grande y con aglomeraciones a todas horas. 

Motociclo
Jeepney














Aparte de los taxis, que se ven pocos, para distancias cortas se utiliza el motociclo, con el que se ganan la vida muchas personas de bajos recursos. Aunque parece pequeño se montan hasta ¡5 personas! Para distancias medias se usa el jeepney, un jeep tuneado a gusto del conductor en el que entran hasta 15 personas y más si es necesario. Y para distancias largas, el autobús tradicional.

En definitiva, lugar sorprendente que no deja indiferente cuando se visita por vez primera.

En las afueras de un centro comercial (taxis, motociclos y jeepneys)
La Historia de la Semana

jueves, 12 de febrero de 2015

Una historia de amor

El día de San Valentín está reservado especialmente para los enamorados, para los que viven más pendientes del ser querido que de uno mismo.

Comparto esta semana un video con una bonita historia de amor que, como muchas en la literatura, es un poco utópica, pero ilustrativa de cómo por amor se está dispuesto a hacer lo imposible.

Ya han aparecido anteriormente otros videos similares, como Paperman y Señales, que también están muy bien.  

La historia es sencilla: una camarera sueña convertirse en cantante y da sus conciertos en el restaurante con buen éxito. Un día aparece un cliente nuevo que no se fija en su actuación...
 



La Historia de la Semana

miércoles, 28 de enero de 2015

¿Quién cambia?

Cuando las cosas no funcionan como a uno le gustan es evidente que hay que hacer algunos cambios, pero ¿por dónde comenzar a hacerlos?, ¿por uno mismo o por los demás?

O dicho de otra manera, ¿quién se erige en medida de las situaciones para decir lo que está bien y lo que está mal, lo que hay que cambiar y lo que hay que mantener?

La historia de esta semana me parece muy oportuna pues relata cómo la madurez en la vida nos va transformando y nos va llevando del 'los demás son los que tienen que cambiar y yo tengo siempre la razón' a 'seguramente no tengo toda la razón y el que tiene que cambiar soy yo'. 

El título es muy ilustrativo: ¿Quién cambia?, y nos hace reflexionar sobre este tema tan importante.
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¿Quién cambia?

Un venerable maestro les solía recordar a sus discípulos una parte de su historia. Les decía: 


De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios:  

Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo.

A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir:  


Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho.

Ahora, que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que yo he sido. Ahora mi única oración es la siguiente:  

Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo.

Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida.




La Historia de la Semana