domingo, 17 de noviembre de 2013

La búsqueda de la sabiduría

En una obra de Antonio Machado aparece una frase que se ha hecho famosa: la verdad es la verdad, la diga Agamenón o la diga su porquero.

En muchas ocasiones sucede que nos impresiona más la forma de decir la cosas, quién las dice, en qué contexto,... que la afirmación en sí, con lo que perdemos la tan necesaria objetividad para poder tomar las decisiones importantes en la vida. 
Y nos parece que algo es más verdad si lo dice Agamenón que si lo dice su porquero...

La historia de esta semana me ha recordado esta cita, y cómo al final la verdad resplandece por sí misma... ¡aunque nos cueste reconocerla!

Se titula La búsqueda de la sabiduría, y aquí va a continuación. Es un poquito larga pero creo que merece la pena.
 
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La búsqueda de la sabiduría

Había una vez un joven que había decidido seguir la vía de la madrurez interior. Acudió a un maestro y le preguntó: 

- Maestro, ¿qué instrucción debo seguir para hallar la verdad, para alcanzar la más alta sabiduría?

El maestro le dijo:

- He aquí, jovencito, todo lo que yo puedo decirte: todo es el Ser. De la misma manera que el agua se convierte en hielo, el Ser adopta todas las formas del universo. No hay nada excepto el Ser. Tú eres el Ser. Reconoce que eres el Ser y habrás alcanzado la verdad, la más alta sabiduría.

El aspirante no se sintió satisfecho. Dijo:

- ¿Eso es todo? ¿No puedes decirme algo más?
- Tal es toda mi enseñanza -aseveró el maestro-. No puedo brindarte otra instrucción.

El joven se sentía muy decepcionado, pues esperaba que el maestro le hubiese facilitado una enseñanza especial y algunas técnicas secretas, incluso algún misterioso sortilegio.
Pero como realmente era un buscador genuino, aunque todavía muy ignorante, se dirigió a otro maestro y le pidió instrucción mística. Este segundo maestro dijo:

- No dudaré en proporcionártela, pero antes debes servirme durante doce años. Tendrás que trabajar muy duramente en mi comunidad. Por cierto, hay un trabajo ahora disponible. Se trata de recoger estiércol de búfalo.

Durante doce años el joven trabajó en tan ingrata tarea. Por fin llegó el día en que se había cumplido el tiempo establecido por el maestro. Habían pasado doce años; ¡doce años recogiendo estiércol de búfalo! Se dirigió al maestro y le dijo:

- Maestro, ya no soy tan joven como era. El tiempo ha transcurrido. Han pasado una docena de años. Por favor, entrégame ahora la instrucción.

El maestro sonrió. Parsimoniosa y amorosamente, colocó una de sus manos sobre el hombro del paciente discípulo, que despedía un rancio olor a estiércol. Declaró:

- Toma buena nota. Mi enseñanza es que todo es el Ser. Es el Ser el que se manifiesta en todas las formas del universo. Tú eres el Ser.

Espiritualmente maduro, al punto el discípulo comprendió la enseñanza y obtuvo iluminación. Pero cuando pasaron unos momentos y reaccionó, dijo:

- Me desconcierta, maestro, que tú me hayas dado la misma enseñanza que otro maestro que conocí hace doce años. ¿Por qué habrá sido?

- Simplemente, porque la verdad no cambia en doce años, tu actitud ante ella, sí.


La Historia de la Semana

viernes, 15 de noviembre de 2013

Canicas rojas

La historia de esta semana está basada en un hecho de la década de 1930, en tiempos de otra crisis económica mundial conocida como la Gran Depresión.

Es una historia acerca de la generosidad: 
en tiempos de crisis surgen numerosos problemas sobre los temas más elementales para la supervivencia, pero también es ocasión para sacar lo bueno que las personas llevan en su corazón y practicar la generosidad con el necesitado.

Además me ha recordado dos frases que ilustran muy bien el texto. Una dice: El bien no hace ruido, y el ruido no hace bien, pues no hay que pregonar la bondad sino practicarla.

Y la otra: No seremos recordados por nuestras palabras, sino por nuestras acciones, en alusión a que hay que llevar a la práctica las buenas intenciones.

Y a continuación, la historia titulada Canicas rojas. ¡Espero que os guste!

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​Canicas Rojas


Durante los duros años de la depresión, solía parar en el almacén del Sr. Miller para comprar productos frescos de granja. En aquellos tiempos la comida y el dinero escaseaban, y el trueque era frecuente. 

 
Un día, vi un niño pequeño, con la ropa gastada y sucia que miraba atentamente un cajón de manzanas rojas. 

Mientras yo mismo admiraba las hermosas manzanas, no pude evitar escuchar la conversación entre el pequeño y el Sr. Miller.

- ¿Hola Barry, como estás, quieres algo? 
- Hola Sr. Miller, estoy bien, gracias, solo admiraba las manzanas... se ven muy bien.
- Sí, son muy buenas, ¿como está tu mamá? 
- Bien. 

- ¿Hay algo en que te pueda ayudar?
- No, señor. Solo admiraba las manzanas.
 - ¿Te gustaría llevarte algunas a casa?
- Claro que sí.
- Bueno, ¿que tienes para cambiar por ellas?
- Lo único que tengo es esto, mi canica más valiosa. 
- ¿De veras? ¿Me la dejas ver?

Barry le mostró su tesoro, pero el Sr. Miller no se quedó muy contento. 

- El único problema es que ésta es azul, y a mí me gustan las rojas. ¿Tienes alguna como ésta, pero roja, en casa? 
- No exactamente, pero tengo algo parecido.

- Hagamos una cosa. Llévate esta bolsa de manzanas a casa y la próxima vez que vengas muéstrame la canica roja que tienes. 

- Muchas gracias Sr. Miller. 

Y salió corriendo con su bolsa de manzanas rojas.
La Sra. Miller se acercó a atenderme y con una sonrisa me dijo:

- Hay dos niños más como él en nuestra comunidad, todos en una situación de extrema pobreza. A mi marido le encanta hacer trueque con ellos por patatas, manzanas, tomates, o lo que sea. Cuando vuelven con las canicas rojas, él decide que en realidad no le gusta tanto el rojo, y los manda a casa con otra bolsa de comida y la promesa de traer una canica color naranja, verde o azul la próxima vez...




jueves, 14 de noviembre de 2013

Pollo a la carta

Esta semana nos ha sorprendido la noticia del tifón que ha asolado a Filipinas dejando un gran número de fallecidos y personas que han perdido todo lo que tenían.

En nuestras sociedades avanzadas vivimos tiempos de crisis que preocupan a la gente y nos quejamos de ello, pero que no son nada dn comparación con la situación real de millones de personas que literalmente no tienen qué comer y viven cada día al límite.

El video que comparto esta semana va dedicado a todas estas personas que sufren calladamente y quiere reflejar una toma de conciencia ante estas realidades no tan lejanas, para que aportemos nuestro granito de arena ante la pobreza y desigualdad que vemos a diario en nuestro mundo globalizado.

Se trata de un cortometraje ambientado en Manila y realizado el año 2005 que ha recibido diversos galardones. 

Se titula Pollo a la carta, y lo triste es que está basado en un hecho real...





La Historia de la Semana