Cuando hablamos de educación solemos pensar inconscientemente que va dirigida a jóvenes y adolescentes para lograr transmitir una serie de valores y conocimientos que les ayuden en su vida futura. Y es correcto.
Pero también hay una parte que corresponde a los educadores, que deben aprender a relacionarse con sus educandos de manera que la acción educativa gane en eficacia y produzca mejores resultados.
He encontrado este artículo que hoy resumo, de la profesora Victoria Cardona, titulado Cuatro defectos de los padres, que me ha resultado muy valiente y claro para lograr esa eficacia en la educación.
Aunque va dirigido especialmente a padres se puede aplicar perfectamente a todos aquellos que nos dedicamos al mundo educativo, pues señala unos defectos en los que casi todos hemos caído alguna vez, y conviene tenerlos claros para evitarlos.
Este artículo se complementa muy bien con el Decálogo para formar un delincuente, y creo que son de lectura obligada para todas las personas interesadas en la educación en valores de nuestros jóvenes, especialmente padres y educadores.
Espero que sea útil a todos los que lo lean.
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Cuatro defectos de los padres
1. Proyectarse en los hijos
A veces puede suceder que proyectamos en los hijos nuestras debilidades, limitaciones o frustraciones. Por ejemplo, es bastante corriente que si uno no ha triunfado profesionalmente en una carrera ansía que no se repita esta experiencia en el hijo.
No se puede programar su vida; se debe educar su libertad, con respeto por su individualidad y descubriendo sus particulares posibilidades.
Consiste en un concepto exagerado del amor que no permite que el hijo o la hija tenga la posibilidad de equivocarse, ni de hacer algo por propia iniciativa.
La protección se hace necesaria cuando hay un peligro real para el niño o niña. Pero esto no se puede confundir con intervenir continuamente en sus decisiones.
De lo que se trata es que tengan la oportunidad de conocer por sí mismos el riesgo de la libertad y que encuentren las soluciones adecuadas después de un fracaso, incrementando su autonomía. Lo contrario lleva a la baja autoestima y la falta de seguridad de niños.
Lo llevan a cabo aquellos padres y madres que tienen miedo de perder el control de todo y utilizan órdenes, gritos o amenazas para obligar a hacer algo.
La señal de esta manera de hacer es la arbitrariedad, se ordena cualquier cosa, sin reflexionar antes si era lo conveniente y sin explicar las razones de la orden que se da. Todo es por imposición.
Es un abuso de poder y la máxima anulación de la personalidad del hijo o hija. Sólo consiguen el desconcierto de los niños o la desobediencia de los jóvenes. El resultado educativo casi siempre es el de forjar personas con timidez o con una gran rebeldía.
Esta actitud conlleva ser incapaces de rectificar, de cambiar de opinión; no se está dispuesto a escuchar ni a enterarse del porqué de una actuación determinada.
Se cree que siempre se tiene la razón. La base de la buena comunicación es la confianza.
Hijos e hijas pueden tener ideas diferentes a las de sus progenitores y, no por esto, dejar de ser buenas.