Estos días se ha inaugurado en Madrid una exposición sobre Alejandro Magno y me ha recordado un texto que circula por la red que recibí hace un tiempo y que describe muy bien al personaje. Aunque haya dudas sobre la autenticidad del texto, su mensaje es universal y encaja perfectamente como historia de esta semana.
Alejandro Magno murió el 10 de junio del 323 a.C. en Babilonia, a los 32 años de edad, probablemente víctima de unas fiebres tifoideas, y a esa edad ya había conquistado el mundo conocido de la época.
Según los historiadores, el gran misterio de Alejandro se centra en su genio como estratega, su habilidad organizativa así como sus cualidades como líder y su sensibilidad para apreciar las diversidades culturales. No en vano consiguió llevar a sus hombres a través de medio mundo, conquistando Grecia, Persia y llegando hasta las riberas del Indo, en pleno Oriente.
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Los tres últimos deseos de Alejando MagnoEncontrándose al borde de la muerte, Alejandro convocó a sus generales y les comunicó sus tres últimos deseos:
2 - Que los tesoros que había conquistado de plata, oro y piedras preciosas, fueran esparcidos por el camino hasta su tumba.
3 - Que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd, y a la vista de todos.
Uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos, le preguntó a Alejandro cuáles eran sus razones para obrar así, a lo que Alejandro replicó:
1 - Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos NO tienen, ante la muerte el poder de curar.
2 - Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen.