Una de las cosas esenciales en la vida es darle un sentido claro a nuestra existencia para que todos los actos que realizamos tengan unidad, dirección y sentido.
Es triste ver cómo muchas personas se limitan a vivir dejándose llevar por los acontecimientos que le rodean sin poner un rumbo claro hacia un ideal o conformándose con una aspiración materialista que no acaba de llenar el corazón.
La historia que comparto esta semana es breve pero me ha gustado mucho porque pone de relieve cómo hasta en circunstancias difíciles es posible encontrar un hecho por lo que merezca la pena luchar.
Se titula Belleza para vivir, y, como indica el título, el motor en este caso es la belleza de una flor. La hermosura, junto con la verdad y el bien, son atributos de la persona que nos guían en la vida.
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Belleza para vivir
Una mañana llegó a las puertas de la ciudad un mercader árabe y allí se encontró con un pordiosero medio muerto de hambre. Sintió pena por él y le socorrió dándole dos monedas de cobre.
Horas más tarde, los dos hombres volvieron a coincidir cerca del mercado:
- “¿Qué has hecho con las monedas que te he dado?”, preguntó el mercader.
- “Con una de ellas me he comprado pan, para tener de qué vivir; con la otra me he comprado una rosa, para tener por qué vivir…”
Es triste ver cómo muchas personas se limitan a vivir dejándose llevar por los acontecimientos que le rodean sin poner un rumbo claro hacia un ideal o conformándose con una aspiración materialista que no acaba de llenar el corazón.
La historia que comparto esta semana es breve pero me ha gustado mucho porque pone de relieve cómo hasta en circunstancias difíciles es posible encontrar un hecho por lo que merezca la pena luchar.
Se titula Belleza para vivir, y, como indica el título, el motor en este caso es la belleza de una flor. La hermosura, junto con la verdad y el bien, son atributos de la persona que nos guían en la vida.
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Belleza para vivir
Una mañana llegó a las puertas de la ciudad un mercader árabe y allí se encontró con un pordiosero medio muerto de hambre. Sintió pena por él y le socorrió dándole dos monedas de cobre.
Horas más tarde, los dos hombres volvieron a coincidir cerca del mercado:
- “¿Qué has hecho con las monedas que te he dado?”, preguntó el mercader.
- “Con una de ellas me he comprado pan, para tener de qué vivir; con la otra me he comprado una rosa, para tener por qué vivir…”