lunes, 12 de agosto de 2024

El Sabio y el Poderoso

Normalmente esperamos grandes acontecimientos para cambiar nuestra actitud o forma de pensar, sin darnos cuenta de que en las cosas pequeñas hay una gran ocasión para meditar y reflexionar sobre lo que es realmente importante.

En el Evangelio, le pedían a Jesús grandes milagros para poder creer en él, y no se daban cuenta de que en lo sencillo se mostraba la grandeza de su misión en este mundo.
 
El cuento de esta ocasión, titulado El sabio y el rico, es una muestra clara a través de una parábola de que en las cosas sencillas de todos los días se manifiesta la grandeza de Dios, sin necesidad de acudir a los milagros grandiosos.
 
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 El sabio y el rico
 
Tres personas iban caminando por una vereda de un bosque: un sabio con fama de hacer milagros, un rico terrateniente del lugar y, un poco atrás de ellos y escuchando la conversación, iba un joven estudiante alumno del sabio. 

Rico: "Me han dicho en el pueblo que eres una persona muy poderosa y que inclusive puedes hacer milagros". 

Sabio: "Soy una persona vieja y cansada... ¿Como crees que yo podría hacer milagros?"
 
Rico: "Pero me han dicho que sanas a los enfermos, haces ver a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos..... esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso".
 
Sabio: “¿Te referías a eso?… Tú lo has dicho, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso... no un viejo como yo. Esos milagros los hace Dios, yo solo pido se conceda un favor para el enfermo, o para el ciego, y todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo".

Rico: "Yo quiero tener la misma fe para poder realizar los milagros que tú haces..... muéstrame un milagro para poder creer en tu Dios".

Sabio: "¿Esta mañana volvió a salir el sol?".

Rico: "¡¡Sí, claro que sí!!".

Sabio: "Pues ahí tienes un milagro..... el milagro de la luz".

Rico: "No, no, yo quiero ver un verdadero milagro, oculta el sol, saca agua de una piedra.... Mira, hay un conejo herido junto a la vereda, tócalo y sana sus heridas".

Sabio: "¿Quieres un verdadero milagro? No es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos días?".

Rico: "¡¡Sí!! Fue varón y es mi primogénito".
 
Sabio: "Ahí tienes el segundo milagro.... el milagro de la vida".

Rico: "Sabio, tú no me entiendes, quiero ver un verdadero milagro..."

Sabio: "¿Acaso no estamos en época de cosecha?, ¿no hay trigo y maíz donde hace unos meses solo había tierra?".

Rico: "Sí, igual que todos los años".

Sabio: "Pues ahí tienes el tercer milagro...."

Rico: "Creo que no me he explicado. Lo que yo quiero...." (el sabio lo interrumpe)

Sabio: "Te has explicado bien, yo ya hice todo lo que podía hacer por ti... Si lo que encontraste no es lo que buscabas, lamento desilusionarte, yo he hecho todo lo que podía hacer".

Dicho esto, el poderoso rico se retiró muy desilusionado por no haber encontrado lo que buscaba. El sabio y su alumno se quedaron parados en la vereda. Cuando el poderoso terrateniente iba muy lejos como para ver lo que hacían, el sabio se dirigió a la orilla de la vereda, tomó al conejo, sopló sobre él y sus heridas quedaron curadas; el joven estaba algo desconcertado…

Joven: "Maestro te he visto hacer milagros como este casi todos los días, ¿Por que te negaste a mostrarle uno al caballero rico?, ¿por qué lo haces ahora que no puede verlo?". 
 
Sabio: "Lo que el buscaba no era un milagro, sino un espectáculo. Le mostré tres milagros y no pudo verlos. Para ser rey primero hay que ser príncipe, para ser maestro primero hay que ser alumno... no puedes pedir grandes milagros si no has aprendido a valorar los pequeños milagros que se te muestran día a día. El día que aprendas a reconocer a Dios en todas las pequeñas cosas que ocurren en tu vida, ese día comprenderás que no necesitas más milagros que los que Dios te da todos los días sin que tú se los hayas pedido"