Uno de los refranes españoles más típicos es el famoso A Dios rogando y con el mazo dando.
La historia de esta semana cuenta la versión oriental de esta idea, que se podría resumir de forma sencilla en cuatro palabras: no eludir nuestras responsabilidades.
En efecto, suele resultar bastante fácil escudarse en otras cosas, y muchas veces en Dios mismo, para no acometer lo que debemos hacer, dejándolo para más adelante o simplemente olvidándolo.
Esta historia nos recuerda que Dios no actúa sin nosotros, que somos sus manos, y que, en última instancia, se va a cumplir su voluntad aunque a veces no la entendamos. O dicho de otra manera: es muy fácil decir que se confía en Dios y luego dormirse en los laureles.
Y sin más, aquí va el relato Confía en Dios pero ata primero el camello.
Confía en Dios pero ata primero el camello
Un maestro estaba viajando con uno de sus discípulos. El discípulo era el encargado de cuidar del camello.
Llegaron de noche, cansados, a la posada para caravanas. Era obligación del discípulo atar el camello, pero no se molestó en hacerlo y lo dejó fuera. En cambio, se dedicó a rezar. Le dijo a Dios: Encárgate del camello, y se durmió.
Por la mañana el camello no estaba: había sido robado, se había ido... podía haberle ocurrido cualquier cosa.
El maestro preguntó:
-¿Qué ha pasado? ¿Dónde está el camello?
-No lo sé -dijo el discípulo-. Pregúntaselo a Dios, porque yo le dije a Él que lo cuidara ; y como yo estaba cansado, no tengo la menor idea. Yo no soy el responsable porque se lo dije muy claramente. No hay forma de que no lo entendiera: se lo repetí tres veces. Y como siempre enseñas que debemos confiar en Dios, he confiado. Ahora no te enfades conmigo.
El maestro dijo:
-Confía en Dios, pero primero ata el camello, porque Dios no tiene otras manos que las tuyas.
Si quiere atar el camello, tendrá que usar las manos de alguien; pues no tiene otras que las tuyas. ¡Y es tu camello! La mejor forma de hacerlo, el camino más sencillo y más fácil es usar tus manos.
Y confía en Dios. No confíes sólo en tus manos; de otro modo estarás intranquilo. Ata el camello y después confía en Dios.
Preguntarás: ¿Para qué confiar en Dios si ya he atado el camello?; pues porque, aunque esté atado, el camello puede ser robado.
Haz todo lo que puedas, pero eso no garantiza el resultado. Haz todo lo que puedas, y después acepta lo que ocurra.
La Historia de la Semana
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