Seguramente lo primero que nos viene a la mente del comportamiento de los demás y lo que nos llama más la atención son los aspectos negativos que no encajan con nuestra forma de ver las situaciones.
Por eso como criterio de actuación hay que tener claro que es más importante lo que une que lo que separa, lo bello que lo feo, la verdad que la mentira,...
Y aunque parezca difícil, siempre es posible sacar algo positivo del comportamiento del otro.
La historia de esta semana, Sabía silbar, me parece muy ilustrativa de este tema, en la búsqueda de lo bueno que tienen los demás para resaltarlo y servir de punto de unión con las personas que nos rodean.
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Dicen que en un pueblo pequeño vivía una viejecita muy agradable. Con la sabiduría que dan los años, sus comentarios de todo el mundo eran siempre positivos .
Un día murió un hombre, conocido por todos, que parecía reunir todas las miserias, defectos y desgracias: era un vago, un ladrón, un borracho pendenciero y había abandonado a su mujer y a sus hijos pequeños … ¡vamos! una verdadera calamidad, un auténtico estorbo para la comunidad.
La noche de su muerte, en el velatorio, llegó la viejecita a la sala donde se rezaba por el difunto. Todos se miraban y se decían para sí: “Seguro que de éste no dice nada bueno”.
La viejecita estuvo un momento callada. Estaba claro. Parecía que, efectivamente, no tenía nada que decir.
Pero mientras todos pensaban esto, al fin, habló:
“Sabía silbar …. la verdad es que daba gusto oirle cuando pasaba por debajo de mi ventana todas las mañanas. Lo echaré de menos”.
La Historia de la Semana
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